Es una suerte estar con vida. La voraz estampida de los seres con las manos fétidas a dinero no ha dejado un solo árbol, una sola planta con vida. A pesar de todo un pequeño tallo, un despojo de los restos de un bosque muerto, ha sido capaz de crear descendencia y dejarme a mi, su espora, la misión de encontrar donde vaciarla y hacerla florecer.
El viento es violento, hiriente, filoso, silencioso, llega con todo su poder ahora que nadie lo estorba. Voy volando pero es imposible saber mi ruta. Esquirlas arenosas nublan la vista, parecen cientos de punzantes agujas que no me dejan en paz. Mi cuerpo va dejando en el camino solitarias plumas flotantes no por la corriente de aire sino por lo triste que me pone el infernal paisaje que alguna vez fue un bosque frondoso lleno de vida.
Llegué a un roquerío de terminaciones angulosas y consistencia pétrea. El torbellino que me arrastra combate fieramente con el desfiladero por el control del desastre, por saber quién dominará finalmente este paraje. Como el único pedazo de vida millas a la redonda me convierto en el centro de la lucha, ambos quieren terminar conmigo pues la vida es su principal enemiga. El viento se arremolina y trata de expulsarme hacia arriba pero los puntiagudos brazos del roquerío se esmeran en alcanzarme y destrozarme sobre su solidez.
Mareos, dolores, desesperanza, cuantas cosas pasan por mi mente pero siempre hay lugar para el asombro, ese que se pregunta cómo es posible que las manos fétidas a dinero crearan un poder de destrucción tan espantoso. Me pregunto si serán capaces de hacerlo al revés.
Finalmente ninguno logró matarme y ahora he quedado vagando sobre una alfombra de arena. Siento como poco a poco voy cayendo. Es todo, aquí voy a terminar intentando inútilmente germinar sobre este terreno infértil. No puedo evitar la melancolía y mientras caigo lentamente con un leve vaivén, una estela blanquecina voy dejando en el trayecto que se esfuma al instante. Me encantaría ser la única espora en terminar así con su misión de vida pero sé que miles de otras están pasando por lo mismo.
Ahora ya en el suelo la tierra áspera y seca me ahoga. Ni siquiera puedo morir tranquila. En mi agonía lo único que imagino es al resto de la naturaleza desfalleciendo a causa de estos inventos destructivos de las manos fétidas a dinero cuya hambre por extender el hedor aún más lejos hace que cada día a cientos y cientos de esporas su destino les sea arrebatado.
1 comentario:
hola! de donde has sacado la foto de las esporas voladoras? me gusta mucho! gracias!
Publicar un comentario