Es una suerte estar con vida. La voraz estampida de los seres con las manos fétidas a dinero no ha dejado un solo árbol, una sola planta con vida. A pesar de todo un pequeño tallo, un despojo de los restos de un bosque muerto, ha sido capaz de crear descendencia y dejarme a mi, su espora, la misión de encontrar donde vaciarla y hacerla florecer.

Llegué a un roquerío de terminaciones angulosas y consistencia pétrea. El torbellino que me arrastra combate fieramente con el desfiladero por el control del desastre, por saber quién dominará finalmente este paraje. Como el único pedazo de vida millas a la redonda me convierto en el centro de la lucha, ambos quieren terminar conmigo pues la vida es su principal enemiga. El viento se arremolina y trata de expulsarme hacia arriba pero los puntiagudos brazos del roquerío se esmeran en alcanzarme y destrozarme sobre su solidez.
Mareos, dolores, desesperanza, cuantas cosas pasan por mi mente pero siempre hay lugar para el asombro, ese que se pregunta cómo es posible que las manos fétidas a dinero crearan un poder de destrucción tan espantoso. Me pregunto si serán capaces de hacerlo al revés.

Ahora ya en el suelo la tierra áspera y seca me ahoga. Ni siquiera puedo morir tranquila. En mi agonía lo único que imagino es al resto de la naturaleza desfalleciendo a causa de estos inventos destructivos de las manos fétidas a dinero cuya hambre por extender el hedor aún más lejos hace que cada día a cientos y cientos de esporas su destino les sea arrebatado.

1 comentario:
hola! de donde has sacado la foto de las esporas voladoras? me gusta mucho! gracias!
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