OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

martes, 28 de febrero de 2023

Diseño De Un Crimen

Rodeada por un campo de flores, Sandrine se siente extasiada. Los aromas, puede distinguirlos todos uno por uno, rosas, tulipanes, geranios, lavandas, hortensias, el campo de flores explota en una marea de pétalos, el suelo desaparece, Sandrine vuela, vuela entre colores y formas, pinceladas aromáticas que puede tocar con sus manos. Cierra los ojos y aparece dentro de un cubo formado por arcoíris sólidos, plásticos, transparentes, rotan, caen sobre ella y siente cómo sus tonalidades acarician su cuerpo, el cálido rojo sobre sus mejillas, el travieso verde cosquilleando los pies, el frío azul estremeciendo su espalda. Ahora cae desde el cielo, las aves le dicen “estira los brazos” y lo hace y revolotea mientras juega a deshacer las nubes que se sienten como algodón de azúcar. Un flash amarillo. Tambores.

-¿Qué te ha parecido?-

Sandrine despega los ojos. Un hombre que no reconoce al principio la observa sentado en una silla al costado de la cama. Juega con sus dedos sobre una tablet. Ese segundo entre el letargo y la consciencia termina. Sandrine responde la pregunta.

-Ha sido maravilloso… no, no lo entiendo bien pero… eres bueno, muy bueno- se hace llamar “Moshú”, de los pocos diseñadores de sueños realmente talentoso.

-Es tuyo- le dice a Sandrine mientras le envía un archivo encriptado tablet a tablet. Sandrine se levanta de la cama, hace el pago pasando su muñeca derecha sobre la pantalla de la tablet de Moshú y se retira del estudio, abrazando su tablet como si fuera un oso de felpa.


La siguiente cita es con un George, un recurrente. Moshú le ha diseñado cerca de 12 sueños y es su mejor cliente quien ya le ha valido automóvil nuevo. Es exigente. Le gustan los sueños intrincados, donde sea protagonista de una trama histórica exitante. Debatir junto a Julio César en el senado romano, planificar el siguiente movimiento de las tropas de los Plantagenet o descubrir la radio junto a Marconi. Eso, al principio. Antes del décimo diseño, George se enamoró de una bella mujer nueva en su lugar de trabajo. Desde entonces busca soñar solo con ella. Alice.



-¡Moshú!- usualmente entra contento al estudio de Moshú pero ahora viene furioso -¡pagarás por esto!- De pocas palabras, el diseñador solo se limita a mirarlo. George se sienta apoyado en el respaldo de la cama para continuar increpando a Moshú que se sienta en su silla junto a la cama.

-¡Me atreví a hablarle!- la cama del estudio está confeccionada para dispersar pequeñas dosis de relajantes apenas un cliente se apoya en ella. Parecía surtir efecto en George -le dije que quería estar con ella, que todo lo que habíamos vivido juntos me convenció de que somos el uno para el otro- cuenta mientras se deja caer en la cama.

“Le conté de nuestro encuentro en el restaurante lunar, los dos solos observando el amanecer con el borde de la tierra emergiendo en el horizonte. Le conté de nuestra cita en Paris donde nos contamos todo sobre nosotros. Le conté de cuando le pedí su mano después de rescatarla de las manos de un dragón ya de regreso en su palacio en Verona mientras me veía desde su balcón. Me dijo que no recordaba nada de eso que estaba loco, le dije que me parecía imposible ya que nadie puede olvidar momentos tan hermosos como esos. Le tomé sus manos y me devolvió una cachetada que se escuchó en toda la oficina. ¿Te das cuenta Moshú?”

-Son tus sueños George, solo tuyos- respondió brevemente con voz meditada. 

-No, entiende, la Luna, París, Verona, es ella conmigo,está ahí- George no parece escucharse a sí mismo.

-Creo que no podemos seguir trabajando juntos- sentenció Moshú. Personalmente, no le había pasado nunca pero ha escuchado historias de otros diseñadores. Las personas a veces confunden sueños con realidad y cuando se obsesionan con uno lo persiguen, se convierte en su modo de vida. Pero los sueños pertenecen a las ilusiones y la fantasía.

-Escuchame imbécil- George vuelve a sentarse en la cama -tienes que hacer algo para poder olvidarla, tú hiciste esto, tú y tus malditos diseños- Moshú no puede evitar sentir cierto orgullo, solo un buen diseñador logra una experiencia tan cercana a la realidad.

-No puedo hacerlo George, puedo agregar sensaciones oníricas pero no borrarlas. Deberías ir a un psicólogo- la chispa faltante.

-¡Ya verás, ya verás!- George se para de un salto y toma a Moshú por el cuello de la camisa -Te voy a matar ¿entendiste?- le habla violento, en susurros decididos -Pero no vas a saber cuando. Te voy a atravesar con una espada y descuartizar y no te voy a avisar. Seré tu peor pesadilla- lo lanza hacia la cama y se va mientras casi destroza la puerta de un golpe.


Moshú no sueña. Creó un diseño en blanco para si mismo. Descubrió que de no entrar en un sueño diseñado, suele encontrarse atrapado en una mezcla de todo lo que ha hecho para los demás lo que resulta predecible y ajeno. Tampoco quiere diseñar sus sueños, siempre encontró ridículos a los pintores y sus autorretratos. Pero esta noche, el diseño en blanco es sobrepasado. Las pesadillas tienen ese poder de anular cualquier sueño.


Es corta, directa, terrible. George, en una versión deformada, monstruosa, lo encuentra en la calle antes de entrar al edificio de su departamento. Le habla. Es incomprensible pero de todas formas entiende lo que dice, uno de los trucos tétricos del subconsciente. “Te lo advertí” el brazo de George se transforma en una alabarda con el símbolo de los Plantagenet en la punta. Sin mediar tiempo, el arma le atraviesa el cuerpo desde la ingle hasta la punta de la cabeza. Moshú siente el calor de la sangre brotando, el roce insistente del acero en cada uno de sus órganos, un mareo intenso que no lo desmaya. No siente dolor, no existe el dolor en el plano onírico así que suele ser reemplazado por sensaciones tan incómodas que sería preferible poder gritar, sentir los nervios. George desaparece, Moshú aún no despierta, está ahí de pie con el cuerpo partido en dos. Despierta ahogado, exaltado.



Recupera lentamente el control de su respiración, su espalda está empapada en sudor, tarda una fracción de segundo en constatar su presencia de vuelta en la realidad. La última pesadilla la tuvo cuando niño, solo el temor en vida puede llevar el terror a los sueños. Pensó que lo podría ignorar pero su interior dice otra cosa, la paranoia lo siguió más allá de su control. 


Moshú sale de su edificio no sin antes mirar hacia izquierda y derecha. ¿Ese es George mirando escondido desde la esquina? ¿Es aquél sentado en el café de enfrente con una sudadera negra? ¿Estará esperando en el parque Lind a mitad de camino? Tal vez esté esperándolo a la entrada del edificio en medio de la noche como en la pesadilla. Moshú no puede salir, vuelve a casa y se sienta a trabajar en nuevos diseños que, a pesar de ser peticiones placenteras, incluyen pequeños destellos de hombres con hachas en la cabeza, enjambres de abejas de ocho patas, dientes que caen de las bocas como copos de nieve. Se queda dormido sobre el escritorio.


Treinta minutos después despierta, babeante y tembloroso sobre su escritorio con el diseño de un hombre que corre y corre sin moverse. Tuvo la misma pesadilla. Empieza a investigar. Se conecta a su subconsciente a través de su tablet en busca de señales de un hackeo o un “bug”. Tal vez George encontró un diseñador dispuesto a crear una pesadilla e invadir los sueños de Moshú. Nada, nada, todo limpio, es su propio yo el desesperado por escapar de una vaga amenaza. Entonces toma una radical decisión. Las pesadillas naturales anulan cualquier sueño diseñado pero no a una pesadilla diseñada. Cualquier mal sueño es preferible frente a morir otra vez.


Moshú sube al tranvía. Siente las miradas sobre él, lo espían, murmuran, ríen, de pronto se descubre desnudo, sin brazos para poder taparse, hierve de vergüenza mientras los pasajeros se agolpan a sacarle fotos, a apuntar su cuerpo, a carcajear, el tranvía se detiene por fallas técnicas junto a un parque, es el mediodía más iluminado del año. De la nada, un monstruo. Cabeza de lobo, ocho patas, abre el hocico y se le caen los dientes como copos de nieve mientras murmura “te lo advertí”, el monstruo se abalanza sobre él, lo parte en pedazos mientras la gente ríe, apunta, fotografía. Un flash amarillo. Tambores.


La pesadilla real logró mezclarse con el diseño. No, Moshú no podrá superarlo ni con su creación más sofisticada. Tendrá que hacerlo a la vieja escuela, salir a la calle, superar sus miedos, ver que nada pasará con sus ojos, sentidos, consciencia. Son las dos de la mañana, lo último que haría sería dormir.


Moshú sale a la calle, lucha contra el instinto de mirar hacia todos lados, respira lento para intentar controlar su corazón batiente, cierra los puños para evitar temblar. “Hasta que apareciste infeliz” escucha a su espalda después de dos cuadras, su peor pesadilla.

-Escucha George lo podemos arreglar, podemos relacionarla con un mal sueño o…-

-¡La veré todos los días en la oficina imbécil!- George saca un enorme cuchillo desde el interior de su gabardina, mucho menos espectacular que sus pesadillas, decepcionantemente corriente.

-¡Funcionará, lo prometo! Lo he hecho con otros clientes antes te lo juro- no importa cuántas promesas, cuántas mentiras, un hombre con el corazón roto es más demoledor que la peor pesadilla.

-¡¡Cállate ya!!- George empuña con fuerza, furia, una estocada directo al estómago de Moshú, luego otro y otro y otro. Crimen pasional.



George observa el cuerpo flácido y sanguinolento de su víctima. Es una mezcla de sensaciones. Está aliviado, nadie volverá a soñar con cosas que no puede alcanzar. Está temblando. Racionaliza, es la adrenalina, ya pasará. Se da cuenta dónde está, se asegura, nadie lo vio, tomó la precaución de escoger una calle con la iluminación en mal estado. Corre a casa, corre como nunca. Entra por la puerta principal y hunde el cuchillo en un balde de cloro previamente preparado. Va al patio a dejar su ropa salpicada en sangre en un hoyo previamente excavado. Se ducha, se raspa la piel con una esponja áspera, humedecida por agentes de limpieza. Corta sus uñas, lava su rostro diez, viente veces. Ha salido todo perfecto. Complacido, se va a dormir como si nada hubiera pasado. Cierra los ojos en paz.


Dos días después. Cae la tarde. Golpean la puerta. Dos policías.

-Solo unas preguntas señor, rutina- los hace pasar. Les ofrece sentarse en el sillón del salón.

-¿A qué se debe oficiales?- una pregunta cordial, sincera.

-Es sobre un conocido suyo- le dice la policía mujer mientras presiona comandos en su tablet. -este hombre ¿lo reconoce?-

-¡Si lo conozco!- se sobresalta -Es George, uno de mis clientes ¿le pasó algo?- Moshú pensó que no volvería a ver su rostro.

-Lo encontramos esta mañana, colgado del cuello en el patio de su casa- dijo el policía hombre que le tendía la tablet con la foto panorámica del patio. Es George colgando de un árbol y a pocos pasos de él, un hoyo inmenso y profundo.

-No hallamos nada en el agujero pero si una nota sobre la mesa del comedor- el policía desliza su dedo sobre la tablet para mostrar la carta. “No quise hacerlo, es mi culpa. Yo asesiné a Moshú, solo espero que su familia me perdone, que Alice me perdone”

-Dejó indicaciones de donde encontrar su cuerpo, pero nada. A cambio aquí está usted, vivito y coleando- ríe la policía mujer -¿sabe por qué escribió este mensaje?- Moshú quedó paralizado observando la carta de George.

-No… no lo sé- respondió todavía incrédulo.

-¿Nunca le mencionó sus intenciones de suicidarse?-

-Para nada él estaba enojado por una mujer que lo rechazó, Alice- 

-La señorita de la carta, ya hablamos con ella- los policías se miraron y asintieron con la cabeza. -Bien, eso concuerda- dijo la mujer mientras ambos policías se levantaban del sillón.

-Puede ser que necesitemos más de su cooperación señor, gracias- Ambos policías se van. Moshú queda solo. Se siente peor que al despertar de una pesadilla.


Su diseño fue una obra de arte. Moshú no veía otra salida más que su muerte y entonces imaginó la solución. Desde su tablet, Moshú hackeó la mente de su cliente, cosa fácil gracias a todos los datos digitales, psicológicos y subconscientes de George que ya poseía. Fue fácil hacer ver el homicidio plausible y propio pues todos han soñado con matar a alguien. Las ideas no faltan. El sueño fue detallado: cuándo, dónde, el arma, el plan para ocultar huellas. El sueño estuvo lleno de sensaciones coherentes con un asesino, adrenalina, decisión, satisfacción. El sueño incluyó todo tipo de adheridos ambientales, el frío, la brisa, la oscuridad, focos de la calle en mal estado. El sueño terminó con su protagonista yendo plácidamente a dormir para evitar la distinción con la realidad. Moshú incluso intervino el software onírico para eliminar el “flash amarillo, tambores” del final de los sueños diseñados.


George no entendió la diferencia. Tampoco era un asesino.