¿Quién Leyó Mi Vida?
Esa mañana Constanza, compañera de clases y vecina del barrio, sonaba preocupada al teléfono.
- ¡Coni! Cálmate… respira… bien ahora cuéntame todo despacio – Sofía alargaba la última sílaba para relajar a Coni.
- Bien. ¿Te acuerdas que teníamos una pijamada anteayer acá en mi casa? – preguntaba no del todo calmada.
- Si claro, no pude ir porque mis padres estuvieron de aniversario – recordó Sofía.
- Eso, tú no viniste pero si Karen, Mariana y Catalina –
- ¿Qué pasó entonces? – ahora si Sofía fue directo al grano más por su ansiedad que por notar a Constanza más serena.
- Nada realmente, tú sabes hablamos de chicos, vimos películas, hasta quedarnos dormidas. A la mañana siguiente todas se fueron y cuando quise buscar mi diario para escribir todo lo que hicimos ahí me di cuenta –
- De que tu diario no estaba – adelantó Sofía.
- Si, lo busqué por todos lados pero nada. Era obvio que alguna de ellas lo había tomado – concluyó triste al saber que una de sus amigas había cometido tal atrocidad.
- ¿Qué hiciste luego? –
- Las llame a todas, como no podía preguntarles por mi diario porque o no reconocían el robo o se sentían dolidas por la sospecha así que las invité a cenar – Coni se sentía algo orgullosa de este modo de actuar.
- Creo hubiese hecho lo mismo – comentó Sofía, - ¿Alguna confesó? –
- Nada, estaban tan sorprendidas como yo de hecho y hasta me ayudaron a buscarlo una vez más –
- Ahí fue cuando lo encontraron – afirmaba Sofía.
- ¡Exacto! mi diario estaba en uno de los cajones empotrados a mi cama –
- Muy bien, no hablemos más. Invita a las muchachas a tu casa para almorzar, nos veremos todas allí – propuso Sofía y colgaron.
Si bien estaba emocionada también se sentía un poco desilusionada, una de sus amigas había sido capaz de robarle el diario de vida a Constanza. Un robo mucho más criminal que cualquier otro. Con la mente llena de ideas llegó a la casa de su aproblemada compañera que tenía a las tres sospechosas ya instaladas en la mesa comedor.
- ¡Sofía! No me digas, viniste a resolver el caso – saludaba Catalina siempre muy alegre.
- ¡A cargo sin cargos me imagino! – clamaba Karen entre las risas de sus amigas incluida Sofía.
- Como siempre muchachas – siguió el juego, - pero esta vez – y se puso seria de inmediato – una de ustedes cometió el crimen – les dijo mirándolas una por una a los ojos. Su mirada parecía un radar, buscando cualquier indicio sospechoso en sus amigas y así se siente uno bajo su mirada, investigado, desnudado y cuando lo eres te asusta ser el culpable. Las cinco estaban entonces sentadas a la mesa.
- Coni me contó la historia así que partiré haciendo preguntas si les parece bien – comenzó Sofía.
- No puedo creer que sospeches de nosotras, el diario estaba acá en la casa de Coni – decía Karen algo molesta, - simplemente olvidó donde lo dejó, es todo – terminó tajante.
- ¿Qué piensas de eso? – Sofía se dirigió a la afectada.
- Estoy segura de haber revisado ese cajón mil veces, no daría mi diario por perdido sin dar vuelta mi habitación dos veces – aseguraba Coni con firmeza.
- Si a mi se me perdiera el mío haría lo mismo – apoyaba Mariana.
- El que lo hayas buscado y no lo hayas encontrado no significa que no siguiese perdido Coni – rebatía Karen.
- De acuerdo en eso – secundó Sofía – pero de ser así Coni lo habría encontrado, en la segunda búsqueda, en un lugar impensado, en un rincón a bajo una pila de cosas – Sofía descartaba así una simple desaparición.
- No te lo habrá sacado tu hermano o tu mamá – propuso Catalina.
- A mi hermano no le interesan esas cosas y mi mamá, ella fue quién me regaló el diario porque también tuvo uno. Sabe eso de la privacidad – aclaró Coni.
- Bien, tengo una pregunta Coni ¿Qué decía la página que te tocó leer? – todas quedaron en silencio.
- Era sobre el chico de las botas – dijo Coni - ¿lo recuerdas? –
- Claro, lo vimos ese día de lluvia con unas botas vaqueras – se contuvo de continuar – pero sigue, que decía –
- Decía que hace un par de semanas nos encontramos solos en el paradero de micro, en realidad contaba de lo que sentía en ese momento tu sabes nervios, ganas de hablarle y todo eso. Al final decía que el me saludaba, le devolvía un atragantado “hola” y el resto sigue en las hojas siguientes –
- Y como las reglas del juego del diario son no contar lo que viene no contaste nada de lo sucedido luego – completó Sofía.
- Así es, no dije una sola palabra a pesar de las insistencias – decía Coni con un poco de misterio en su sonrisa.
- ¡Chicas! no me van a decir ahora que no tienen ganas de saber lo que pasó – la detective se dirigió al resto como cómplice.
- ¡Ay si! – gritó la siempre efusiva Mariana – pero no hubo caso, no nos dijo nada – lamentó.
- Entonces alguna de ustedes no resistió la tentación. Esperó a que todas se durmieran y metió el diario en su mochila para leerlo después – miró a todas buscando reacción.
- ¡Oye! Está bien, reconozco que soy copuchenta pero no una ladrona – Karen se defendía con una clara sensación de enfado.
- Además eso no sirve de nada, seguimos siendo todas sospechosas – aclaró acertadamente Catalina.
- Tengo una duda Coni, cuéntame exactamente el episodio de cuando encontraron el diario – quiso saber Sofía.
- De acuerdo – Coni pensó por un momento – estábamos todas encargadas de un rincón de la habitación cuando Mariana grita “¡Acá está! ¡En el cajón de la cama!”. Corrimos todas a verlo y allí estaba como si nunca hubiese salido de la habitación. Inmediatamente abrí el candado y revise si es que tenía hojas arrancadas, rayones o alguna otra cosa. Pero nada, me alivió el que no tuviera un solo rasguño –
- No pensarás que lo robé yo sólo porque lo encontré – actuó Mariana a la defensiva.
- Eso sería muy sencillo – rió Sofía – la verdad no tengo idea quién lo robó. Las tres querían saber que pasaba con el niño de las botas y las tres estaban en la habitación cuando el diario fue encontrado – Sofía hablaba mirando hacia abajo con su mano derecha rascándose la mejilla.
- Un caso sin resolver entonces, aparentemente sólo perdiste el diario Coni – dijo Catalina.
- ¡No del todo! – dijo de pronto Sofía con el tono de voz con que probablemente Arquímides exclamó “¡eureka!” – no sé quién lo hizo, es cierto, pero sé como saber quién fue – estaba completamente segura de ello.
- No me digas que vas a comparar nuestras huellas dactilares con las del diario – bromeó Karen.
- ¡Eso es para tarados! – infló el pecho la orgullosa detective – supongo que han traído sus mochilas – miró a un rincón del comedor y ahí estaban las tres mochilas. Fue ella misma a buscarlas y a pasárselas a sus respectivas dueñas.
- Quiero que cada una vacié sus cosas en la mesa – ordenó Sofía.
- ¡Eeh! El diario ya lo encontramos Sofía – recordó la dueña del diario.
- Lo sé – aclaró – igualmente, qué esperan – las tres amigas se miraron dubitativas. Mariana fue la primera en vaciar su mochila y así, con toda confianza, las otras la siguieron.
- Yo… yo… no sé que decir – Catalina lloraba – de verdad lo siento Coni – las demás, excepto Sofía, lloraban junto a ella.
- Te conozco hace tantos años Cata y a ustedes también amigas – se abrazaron las cuatro en un mar de lagrimas de chiquillas – te perdono si prometes nunca más volver a hacerlo – Catalina asintió con la cabeza y todo quedó resuelto.
- Gracias Sofía, esto nos ha enseñado una lección a todas – decía Karen – ¡ven acá detective endemoniada! – le gritó y las cinco terminaron entonces tan o mejores amigas de lo que siempre lo han sido.
- Supongo que no me vas a cobrar – decía Coni entre risas y sollozos.
- ¡Sofía Virgo, detective a cargo sin cargos! – gritaron las tres antes sospechosas.
- Especialmente para las amigas – dijo Sofía cerrando otra de sus exitosas investigaciones.
¿Cómo lo descubrió Sofía?
Ella siempre ha sabido que por más experto sea, el ladrón siempre deja alguna pista, una evidencia. En este caso la rapidez y los nervios fueron la clave para Sofía. Amigo lector: ¿puedes descubrir qué delató a la culpable antes de seguir?
- ¡Coni! Cálmate… respira… bien ahora cuéntame todo despacio – Sofía alargaba la última sílaba para relajar a Coni.
- Bien. ¿Te acuerdas que teníamos una pijamada anteayer acá en mi casa? – preguntaba no del todo calmada.
- Si claro, no pude ir porque mis padres estuvieron de aniversario – recordó Sofía.
- Eso, tú no viniste pero si Karen, Mariana y Catalina –
- ¿Qué pasó entonces? – ahora si Sofía fue directo al grano más por su ansiedad que por notar a Constanza más serena.
- Nada realmente, tú sabes hablamos de chicos, vimos películas, hasta quedarnos dormidas. A la mañana siguiente todas se fueron y cuando quise buscar mi diario para escribir todo lo que hicimos ahí me di cuenta –
- De que tu diario no estaba – adelantó Sofía.
- Si, lo busqué por todos lados pero nada. Era obvio que alguna de ellas lo había tomado – concluyó triste al saber que una de sus amigas había cometido tal atrocidad.
- ¿Qué hiciste luego? –
- Las llame a todas, como no podía preguntarles por mi diario porque o no reconocían el robo o se sentían dolidas por la sospecha así que las invité a cenar – Coni se sentía algo orgullosa de este modo de actuar.
- Creo hubiese hecho lo mismo – comentó Sofía, - ¿Alguna confesó? –
- Nada, estaban tan sorprendidas como yo de hecho y hasta me ayudaron a buscarlo una vez más –
- Ahí fue cuando lo encontraron – afirmaba Sofía.
- ¡Exacto! mi diario estaba en uno de los cajones empotrados a mi cama –
- Muy bien, no hablemos más. Invita a las muchachas a tu casa para almorzar, nos veremos todas allí – propuso Sofía y colgaron.
Si bien estaba emocionada también se sentía un poco desilusionada, una de sus amigas había sido capaz de robarle el diario de vida a Constanza. Un robo mucho más criminal que cualquier otro. Con la mente llena de ideas llegó a la casa de su aproblemada compañera que tenía a las tres sospechosas ya instaladas en la mesa comedor.
- ¡Sofía! No me digas, viniste a resolver el caso – saludaba Catalina siempre muy alegre.
- ¡A cargo sin cargos me imagino! – clamaba Karen entre las risas de sus amigas incluida Sofía.
- Como siempre muchachas – siguió el juego, - pero esta vez – y se puso seria de inmediato – una de ustedes cometió el crimen – les dijo mirándolas una por una a los ojos. Su mirada parecía un radar, buscando cualquier indicio sospechoso en sus amigas y así se siente uno bajo su mirada, investigado, desnudado y cuando lo eres te asusta ser el culpable. Las cinco estaban entonces sentadas a la mesa.
- Coni me contó la historia así que partiré haciendo preguntas si les parece bien – comenzó Sofía.
- No puedo creer que sospeches de nosotras, el diario estaba acá en la casa de Coni – decía Karen algo molesta, - simplemente olvidó donde lo dejó, es todo – terminó tajante.
- ¿Qué piensas de eso? – Sofía se dirigió a la afectada.
- Estoy segura de haber revisado ese cajón mil veces, no daría mi diario por perdido sin dar vuelta mi habitación dos veces – aseguraba Coni con firmeza.
- Si a mi se me perdiera el mío haría lo mismo – apoyaba Mariana.
- El que lo hayas buscado y no lo hayas encontrado no significa que no siguiese perdido Coni – rebatía Karen.
- De acuerdo en eso – secundó Sofía – pero de ser así Coni lo habría encontrado, en la segunda búsqueda, en un lugar impensado, en un rincón a bajo una pila de cosas – Sofía descartaba así una simple desaparición.
- No te lo habrá sacado tu hermano o tu mamá – propuso Catalina.
- A mi hermano no le interesan esas cosas y mi mamá, ella fue quién me regaló el diario porque también tuvo uno. Sabe eso de la privacidad – aclaró Coni.
- Bien, tengo una pregunta Coni ¿Qué decía la página que te tocó leer? – todas quedaron en silencio.
- Era sobre el chico de las botas – dijo Coni - ¿lo recuerdas? –
- Claro, lo vimos ese día de lluvia con unas botas vaqueras – se contuvo de continuar – pero sigue, que decía –
- Decía que hace un par de semanas nos encontramos solos en el paradero de micro, en realidad contaba de lo que sentía en ese momento tu sabes nervios, ganas de hablarle y todo eso. Al final decía que el me saludaba, le devolvía un atragantado “hola” y el resto sigue en las hojas siguientes –
- Y como las reglas del juego del diario son no contar lo que viene no contaste nada de lo sucedido luego – completó Sofía.
- Así es, no dije una sola palabra a pesar de las insistencias – decía Coni con un poco de misterio en su sonrisa.
- ¡Chicas! no me van a decir ahora que no tienen ganas de saber lo que pasó – la detective se dirigió al resto como cómplice.
- ¡Ay si! – gritó la siempre efusiva Mariana – pero no hubo caso, no nos dijo nada – lamentó.
- Entonces alguna de ustedes no resistió la tentación. Esperó a que todas se durmieran y metió el diario en su mochila para leerlo después – miró a todas buscando reacción.
- ¡Oye! Está bien, reconozco que soy copuchenta pero no una ladrona – Karen se defendía con una clara sensación de enfado.
- Además eso no sirve de nada, seguimos siendo todas sospechosas – aclaró acertadamente Catalina.
- Tengo una duda Coni, cuéntame exactamente el episodio de cuando encontraron el diario – quiso saber Sofía.
- De acuerdo – Coni pensó por un momento – estábamos todas encargadas de un rincón de la habitación cuando Mariana grita “¡Acá está! ¡En el cajón de la cama!”. Corrimos todas a verlo y allí estaba como si nunca hubiese salido de la habitación. Inmediatamente abrí el candado y revise si es que tenía hojas arrancadas, rayones o alguna otra cosa. Pero nada, me alivió el que no tuviera un solo rasguño –
- No pensarás que lo robé yo sólo porque lo encontré – actuó Mariana a la defensiva.
- Eso sería muy sencillo – rió Sofía – la verdad no tengo idea quién lo robó. Las tres querían saber que pasaba con el niño de las botas y las tres estaban en la habitación cuando el diario fue encontrado – Sofía hablaba mirando hacia abajo con su mano derecha rascándose la mejilla.
- Un caso sin resolver entonces, aparentemente sólo perdiste el diario Coni – dijo Catalina.
- ¡No del todo! – dijo de pronto Sofía con el tono de voz con que probablemente Arquímides exclamó “¡eureka!” – no sé quién lo hizo, es cierto, pero sé como saber quién fue – estaba completamente segura de ello.
- No me digas que vas a comparar nuestras huellas dactilares con las del diario – bromeó Karen.
- ¡Eso es para tarados! – infló el pecho la orgullosa detective – supongo que han traído sus mochilas – miró a un rincón del comedor y ahí estaban las tres mochilas. Fue ella misma a buscarlas y a pasárselas a sus respectivas dueñas.
- Quiero que cada una vacié sus cosas en la mesa – ordenó Sofía.
- ¡Eeh! El diario ya lo encontramos Sofía – recordó la dueña del diario.
- Lo sé – aclaró – igualmente, qué esperan – las tres amigas se miraron dubitativas. Mariana fue la primera en vaciar su mochila y así, con toda confianza, las otras la siguieron.
- Yo… yo… no sé que decir – Catalina lloraba – de verdad lo siento Coni – las demás, excepto Sofía, lloraban junto a ella.
- Te conozco hace tantos años Cata y a ustedes también amigas – se abrazaron las cuatro en un mar de lagrimas de chiquillas – te perdono si prometes nunca más volver a hacerlo – Catalina asintió con la cabeza y todo quedó resuelto.
- Gracias Sofía, esto nos ha enseñado una lección a todas – decía Karen – ¡ven acá detective endemoniada! – le gritó y las cinco terminaron entonces tan o mejores amigas de lo que siempre lo han sido.
- Supongo que no me vas a cobrar – decía Coni entre risas y sollozos.
- ¡Sofía Virgo, detective a cargo sin cargos! – gritaron las tres antes sospechosas.
- Especialmente para las amigas – dijo Sofía cerrando otra de sus exitosas investigaciones.
¿Cómo lo descubrió Sofía?
Ella siempre ha sabido que por más experto sea, el ladrón siempre deja alguna pista, una evidencia. En este caso la rapidez y los nervios fueron la clave para Sofía. Amigo lector: ¿puedes descubrir qué delató a la culpable antes de seguir?
Entonces fue cuando se le ocurrió que vaciaran todas sus mochilas. En ese momento el objeto de la culpa caía de la mochila de Catalina.
- Según Coni – decía Sofía con la culpable recién identificada – cuando encontró su diario se apresuró a abrirlo y revisar que todo estuviera en orden. Ahora bien, Coni, ¿de dónde sacaste la llave? -
- Del cajón de mi velador – respondió la amiga.
- Siendo así la culpable debió abrir el diario con otras llaves pues el apuro de no ser descubierta haría imposible dejar el diario en un lugar y las llaves en otro – Sofía tomaba las pequeñas llaves de entre las cosas de Catalina.
- Al relajarse por sentirse ya fuera de sospecha – continuó Sofía - Catalina olvidó por completo que se quedó con una copia de las llaves. Era fácil suponer – le decía ahora a Catalina – que con el apuro devolviste el objeto buscado pero olvidaste por completo que en realidad robaste dos cosas, el diario y las llaves. Como Coni no tardó más de un segundo en encontrar un par extra tampoco te diste cuenta de que las originales aún seguían perdidas.
- Según Coni – decía Sofía con la culpable recién identificada – cuando encontró su diario se apresuró a abrirlo y revisar que todo estuviera en orden. Ahora bien, Coni, ¿de dónde sacaste la llave? -
- Del cajón de mi velador – respondió la amiga.
- Siendo así la culpable debió abrir el diario con otras llaves pues el apuro de no ser descubierta haría imposible dejar el diario en un lugar y las llaves en otro – Sofía tomaba las pequeñas llaves de entre las cosas de Catalina.
- Al relajarse por sentirse ya fuera de sospecha – continuó Sofía - Catalina olvidó por completo que se quedó con una copia de las llaves. Era fácil suponer – le decía ahora a Catalina – que con el apuro devolviste el objeto buscado pero olvidaste por completo que en realidad robaste dos cosas, el diario y las llaves. Como Coni no tardó más de un segundo en encontrar un par extra tampoco te diste cuenta de que las originales aún seguían perdidas.
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