OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

viernes, 16 de noviembre de 2007

Descongesticidio (La Solución al Transantiago)

El Rincón de los Relatos
La última reforma del transporte público aplicado a la ciudad dejo un caos aún mayor al anterior: una ciudad totalmente congestionada donde los tacos están por doquier, en las calles, en los paraderos de autobús, en el tren subterráneo, en todos lados. La capital se ha vuelto lenta, más estresada, más impuntual si es que cabe decir. Hay momentos en que el sistema simplemente colapsa y la gente se queda congelada durante horas antes de poder seguir su camino al trabajo o de regreso a casa. Tal cual esas películas futuristas que muestran ciudades hiperpobladas al borde del apocalipsis.

Como no puede haber vuelta atrás el gobierno creó un comité secreto a cargo de solucionar este problema. Seis de las mentes más brillantes del país en temas de tránsito y urbanidad estaban en su primera reunión discutiendo como salir de tan enredado problema.
- Creo que lo más inmediato es sencillamente aumentar el número de micros en las calles – opinaba uno.
- Si pero ¿qué hacemos con esos sectores que han quedado sin recorridos? No es la idea llenar la ciudad de miles de recorridos y hacerlo todavía más confuso – recordaba otro.
- Claro, la solución no va por ahí – apoyó un tercero.
- Mmm… ¿y qué con el metro? la gente no dejará de subirse al metro – planteó el cuarto miembro
- El problema aquí es la cantidad de gente viajando, pero no podemos disminuir eso – pensó el quinto experto. La discusión entre esos cinco se puso acalorada, llena de ideas y sus correspondientes objeciones y mientras esto ocurría el sexto del grupo parecía concentrado en alguna otra idea, parecía luchar contra sus propios pensamientos.

De pronto entre las fuertes voces de los demás interrumpió:
- ¡Señores! Creo tener la solución – dijo con firmeza. Los otros callaron y lo miraron sorprendidos. Le dieron la palabra con sus gestos de ansiedad por saber que tenía en mente.
- Bien, al parecer esto no se soluciona ni poniendo más recorridos, ni más micros en las calles, ni subiendo el precio del metro, el único problema solucionable aquí es “descongestionar a la gente” – su planteamiento parecía ridículo y los otros lo hicieron notar:
- ¿Y cómo piensas sacar a la gente de las calles? – refutó uno
- Meterlas en autos no es la solución, el tráfico en las calles ya es horroroso – interpuso otro. El gestor de la idea defendió su moción:
- Es muy sencillo compañeros. El hecho es que no toda la gente que viaja en transporte público es útil para la sociedad, bastaría con hacer una lista de la gente más inútil de la ciudad y simplemente “suprimirlas del sistema” – los otros cinco se quedaron en silencio no por la sorpresa sino porque comenzaron a encontrar ésta como una solución viable. El inventor siguió:
- Haremos una lista que llamaremos “Nominados para Descongenticidio” donde se encontrará toda la gente potencialmente inútil para la sociedad. Los elegidos serán llevados a un centro de salud público donde se les inducirá a una indolora y placentera muerte – los otros ya parecían aceptar la idea
- Lo que tenemos que hacer ahora caballeros es ver cómo seleccionamos a estas personas, eso si aceptan mi propuesta – terminó dejándole la palabra al resto. Uno de ellos habló.
- Creo que esta no es una mala idea, la ciudad hace tiempo necesita una buena limpieza – dijo sin asco.
- Cierto ¡Cierto! – se entusiasmó otro.
- Propongo partir con la gente vieja, no sólo ocupan espacio además alentan todo el tráfico del sistema – empezó un tercero con ideas de selección dando pie a las opiniones de los otros que se lanzaron en picada.
- Los escolares de bajo rendimiento, todos aquellos de establecimiento público que además tengan problemas de conducta –
- Y los estudiantes de periodismo, derecho y psicología, ya son demasiados –
- Los inválidos: ocupan el doble de espacio y deben ser mantenidos por el resto de la sociedad –
- Cualquiera con más de dos detenciones penales, leí un articulo demostrando con casi un 90% de certeza que reincidirán en el delito –
- A los que se quedan esperando en la estación del metro para irse sentados, esos sólo colapsan el sistema –
- Y los que se suben por atrás de las micros sin pagar -
- ¡¡Caballeros!! ¡Comencemos la investigación de inmediato! –

Así pasaron dos meses de trabajo para que al fin estuviese terminada la lista de “Nominados para Descongenticidio” quienes pasarían por diversos test derivando a una lista de seleccionados finales para la muerte asistida. La lista fue aprobada por el congreso pleno y por cuanto organismo tenía voz y voto en el asunto. En una semana las listas estaban pegadas en cada paradero y disponibles en internet.

El caos se instauró de inmediato. Ancianas que se desmayaban al encontrar su nombre en la lista, asociaciones y grupos de nominados surgieron para salir a destruir la ciudad, gente que entraba en estados de locura al saberse nominados, en fin todo tipo de reacciones negativas. “Era lo que esperábamos” decía uno de los seis del consejo a la prensa, “es justamente la gente que reacciona de esa manera la que debe ser descongesticidada” decía con firmeza y terminaba: “esto demuestra lo acertado de nuestra selección”.

Los medios en masa se dedicaron a cubrir esta noticia día a día convirtiéndose en un tormento para la población. En un reporte de un canal de televisión comenzó el rumor de que existía una “Lista de Espera” que correría si algún nominado resultaba rechazado para la muerte asistida. Luego una emisora radial esparció el supuesto retiro de la lista de una jóven de veinte años. Un diario capitalino logró entrevistarla y declaró: “Yo estaba en la lista por ser de las que esperaban en los andenes (del metro) por un asiento vacío. Simplemente dejé esa maña y me llegó una notificación de perdón”. Un pobre treintón que subía a las micros por atrás pasó a ocupar su lugar.

La reacción fue de inmediata. En una semana ya nadie esperaba el siguiente metro para poder ir sentado, todos se subían al que les correspondía aliviando considerablemente tanto el tráfico como los tiempos de partida de los trenes y todos fueron perdonados. Al final de esa misma semana ya no se encontraban candidatos por razones de “espera por un asiento”. Al notar el hecho las personas nominadas se interesaron más por superar las razones de su inclusión en la lista. Rápidamente ya nadie se subía por la parte de atrás de las micros sin pagar y la disposición y amabilidades de los usuarios se elevó a niveles insólitos.

Los de situaciones irremediables como ser estudiante de periodismo empezaron a comportarse de manera ejemplar: llamaban a la calma a la hora del caos, nunca más salieron a protesta, saludaban de “buenos días” al chofer, se convirtieron en personajes expertos en el uso de las distintas líneas de micros. Hasta los discapacitados inventaron maneras de salir de la lista como utilizar furgones compartidos. La lista de “Nominados para Descongenticidio” rotaba rápidamente, primero semana a semana y luego cada dos días.


Dos meses después de la publicación de las listas el sistema funcionaba como reloj, los tiempos de espera disminuyeron de manera considerable y el metro dejó en el olvido los atochamientos del pasado. Los transeúntes utilizaban la nueva red de transportes con una pericia sin precedentes creando una fluidez que se veía utópica a los comienzos de la implementación del sistema. Diversos índices internacionales clasificaban al transporte público de la ciudad como uno de los mejores del mundo.

Los seis gestores de la lista de “Nominados para Descongenticidio” estaban reunidos en la misma sala de hace cuatro meses, tan solitarios como aquella vez. En cuanto llegó el último reinó un silencio cómplice y sentados alrededor de la mesa se intercambiaban miradas que pronto se convirtieron en risas y finalmente en risotadas, ruidosas, histéricas, insoportables. Finalmente el sexto, el que había planteado la idea al principio, se dirigió a sus compañeros con los ojos llorosos y espasmos en el estómago:
- ¡¡Caballeros!! ¡Les dije que era una excelente idea! –
- Esto debe ser lo más inteligente que se ha hecho jamás en la historia de la humanidad – reía otro orgullosísimo.
- ¡Así es señores! ¡realmente lo hicimos! – celebraba otro repartiendo champaña.
- ¡¡Salud!! ¡¡Salud por el Descongenticidio!! –
- ¡¡¡¡SALUD!!!! – brindaron al unísono. Bebieron llenos de dicha hasta que la calma finalmente llegó, posiblemente por los efectos del alcohol.
- ¿Saben muchachos? – dijo uno, - creo que ya debemos quitar las listas, la gente ya aprendió la lección –
- Es cierto – lo secundó un colega, - No vayan a creer de verdad que los vamos a matar a todos –

1 comentario:

hechas para caminar dijo...

jajajaja eso de verdad sería una solución
ayer fue mi peor día de transantiago
tuve que ir a la empresa esa a buscar mi finiquito y estuve como 40 min esperando la 403, despues de vuelta el mismo hueveo
y al final ni me pasaron el finiquito
ayer fue mi peor día de transantiago y de todo! XD