Estaba leyendo en un rincón del parque cuando dos niños (si, eso eran) se acercan y me dicen en ese tono tan amable y lenguaje tan versátil "ya, paha el reló, paha el reló" y con una obediencia impulsada por el filo de una navaja muy a mal traer pero agudamente agresiva entregue mi reloj. "El emepetré tamién" por supuesto mis audífonos al cuello me delataron y posiblemente funcionaron de carnada. Uno de ellos entonces toma mi bolso y comienzan a irse, ahí me acordé de mis libros. "¡Oye! dejame los libros, pa' qué los querís" le dije al que se llevaba mi bolso. "A la salida (del parque) te los dejamo" y se fueron caminando con la tranquilidad de un inocente. Los seguí de lejos y a la salida del parque, y como lo habían prometido, estaban mis libros tirados en un rincón mordiendo el polvo pero libres de las manos ignorantes de los niños y sus navajas. Mientras los recogía sonreía. Estaban todos, los de lectura y esos dos que llevaban dentro cuentos escritos por mí que no están reproducidos en ningún otro lugar de la galaxia. "¡Qué tontos estos rateros!" pensaba. Se llevaron mi mp3, mi reloj, hasta mi palm que dormía en un bolsillo del bolso, pero dejaron atrás libros con tantas historias y cuentos que jamás hubiera podido recuperar abandonados como si no tuvieran valor alguno. Al final volví a mi casa con los libros bajo el brazo y con esta emoción tan intensa y novedosa en mi mente se me vinieron a la imaginación miles de situaciones, trazos de cuentos y esbozos de personajes antes nunca vistos. Hace tanto que no caminaba por las calles tan inspirado y tanto rato mirando hacia arriba. Y en cuanto a lo otro... ya tengo pedido un mp3 para navidad, la palm ya ni la usaba tanto y el reloj del celular además viene con una alarma que de verdad me despierta.
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