OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

sábado, 8 de diciembre de 2007

Golpe de Gracia

El Rincón de los Relatos
Era fantástico ver volar a través de los ventanales de la estación móvil a Tatienne ‘Coup de Grace’ Virni, la mejor piloto jamás vista en la historia. Era una confusión de naves nuestras y las de los otros pero una brillaba por entre todas. “¡Allá está!” gritaban los niños sin dejarse engañar por los múltiples cascos, todos iguales, todos opacos, incluyendo el de Tatienne. “¿Dónde si son todas iguales?” me quejaba por no tener la misma claridad. “¡Allá! ¡Esa que parece un ángel!” y entendí a qué se referían.

Era fantástico verla volar. “¡De verdad es un ángel!” les respondía a esos niños cuando la identifiqué. Era única. Ningún rival soportaba más que segundos contra ella y poco a poco se iban aliando, de dos, de a tríos para derribarla. Sus elegantes saltos y graciosos quiebres simulaban un tango bailado con destreza y sus disparos certeros y ángulos diversos brindaban un juego de luces y explosiones sacadas de un libro de magia.

“¿Sabías que a Virni nunca le han atinado un solo disparo?” me decía un viejo a mi espalda. “¿De verás nunca? ¿Ni un abollón?” quise saber. “Ni un raspón siquiera muchacho, Virni es una leyenda” decía sin apartar la vista del espacio exterior. “Una leyenda” pensaba en lo afortunado de vivir aquél momento, de estar justo en esa estación, de ver a ‘Coup de Grace’ volar. Y no era el único. Esos niños, el viejo, el resto de los refugiados, todos enamorados de la misma leyenda, todos suspirando por cada enemigo derribado.

De pronto, un gran “¡OOOOOH!” se escuchó por toda la estación. Todos lo vimos. Una nave aún más compacta comparándola con la de ‘Coup de Grace’ se atrevió totalmente sola a enfrentársele. Y después de un minuto de acrobáticos quiebres y giros alucinantes un solitario disparo dio en la cabina de ‘Coup de Grace’ y vimos como estalló en luces descoloridas y destellos opacos.

Hubo un silencio sepulcral, tanto que se podían escuchar los gritos de los pilotos viajar por el espacio vacío. Seguíamos mirando a través del vidrio esperando algún milagro rearmase las piezas de la nave de Tatienne. “¡Allá está!” gritó un niño de pronto rompiendo el silencio. “¡Dónde, dónde!” rogábamos todos al pequeño. “¡Allá! ¡Ese que parece un ave de fuego!”.

Era fantástico verlo volar. “Ese es Erell ‘Phoenix’ Hert” aclaraba el pequeño sin dejar de ver al espacio. Todos mirábamos a la nave de ‘Phoenix’ dejando estelas de fuego por donde pasara. El viejo se acercó nuevamente a mi hombro y me susurró: “¿Sabías que a Hert nunca le han atinado un solo disparo?”. “¿De verás? ¿ni un abollón?” quise saber. “Ni un raspón siquiera, Hert es una leyenda”. Y todos parecíamos unos enamorados detrás del cristal.

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