
Me llamo Héctor y vivo en una ciudad de la Tierra en el siglo 23. No, no es una broma. Encontré una manera de enviar pequeños objetos a algún momento del pasado a través de un invento propio. Es algo así como un microondas que modifiqué para enviar cosas hacia otros tiempos (no daré detalles por razones lógicas). La verdad no sé hasta que punto lo que envío llega exactamente a su época de destino pero le ruego a quién encuentre mi libreta con este relato, haga circular mi historia tanto como la tecnología de ese tiempo lo permita.
Revisando libros y revistas de hace dos siglos atrás me encuentro siempre con dos posturas. La primera, la del caos total. Gente conciente del problema ecológico de la Tierra vaticinaba un futuro absolutamente oscuro, llano, seco. Decían que las guerras de épocas venideras serían por litros de agua y hectáreas de tierra fértil todo bajo ambientes de temperaturas insoportables y combatientes repletos de enfermedades y mutaciones irreversibles. Eso no es todo pues al ritmo de nuestro consumo de animales acabaríamos con todas las especies del planeta y la mutación de las plantaciones con ingeniería genética destruiría no sólo la biodiversidad sino también nuestra salud.
Revisando libros y revistas de hace dos siglos atrás me encuentro siempre con dos posturas. La primera, la del caos total. Gente conciente del problema ecológico de la Tierra vaticinaba un futuro absolutamente oscuro, llano, seco. Decían que las guerras de épocas venideras serían por litros de agua y hectáreas de tierra fértil todo bajo ambientes de temperaturas insoportables y combatientes repletos de enfermedades y mutaciones irreversibles. Eso no es todo pues al ritmo de nuestro consumo de animales acabaríamos con todas las especies del planeta y la mutación de las plantaciones con ingeniería genética destruiría no sólo la biodiversidad sino también nuestra salud.

Era una guerra. Una batalla sin razón alguna. Ambas posturas eran tan distantes, tan irreconciliables. Diarios de la época comentaban acerca del poder económico de los países más contaminantes y su despreocupación por todo, cuentan sobre la incredulidad (parece que fuera por conveniencia más que real incredulidad) de aquellos países y personas sobre el problema de la Tierra en ese entonces sólo porque interfería con la rentabilidad de sus empresas.
En las páginas siguientes relatan sobre el accionar de los ecologistas: “amenazan de muerte a científico líder de farmacéutica por trabajar con animales de laboratorio”, “incendian granja de aves, se reportan diez muertos y al menos quince heridos, dos de gravedad”, “nuevamente cadena de comida rápida es víctima de alarmistas grupos ecológicos, el local quedó totalmente destruido y veinte personas pierden su fuente laboral”.
¿Qué a nadie se le ocurrió que esto no llevaría a nada? ¿Tan estúpidos éramos la humanidad entonces?. Lo peor de todo es que su lucha acabó con todo. Los poderosos nunca dejaron de contaminar pues como ceder a presiones de grupos que asesinan y destruyen (a esos los llamamos terroristas, no sé en su época). Así los cielos se llenaron de humo y las aguas de tóxicos. Al pasar de las décadas llevar una mascarilla en la cara se volvió tan común como llevar pantalones y la mortalidad comenzó a llegar cada vez a más temprana edad.

¿Quieren saber cómo es hoy? ¿Cómo es el lugar donde vivo?. No, el agua no escasea. Nunca ha escaseado y nunca lo hará, seamos realistas. No es cara tampoco y excepto por lugares muy recónditos es fácil conseguir. Volvimos ya hace siglos a comer carne de nuevo y la vida a mejorado en todo sentido, la guerra por tierras fértiles terminó (guerra pronosticada por ecologistas e irónicamente desatada por ellos) junto con la esclavitud y por supuesto cada cabeza de ganado es sacrificada con sofisticados anestésicos. Mueren sin dolor y eso, créanme, es absolutamente cierto. Pero el aire, es irrespirable. En mi ciudad es obligación portar mascarillas en todo lugar y las 24 horas. Y no, no desarrollamos ninguna capacidad para soportarlo biológicamente y no lo haremos.
La Tierra hoy esta casi destruida. Dejó de ser ese hermoso planeta azul y cada vez más se asemeja mejor a los rocosos planetas que nos rodean. Vivimos bien, pero no como deberíamos. Lo peor es que no importa cuanto hemos avanzado en tecnología, nadie ha descubierto como recuperar la Tierra. Lo único que podemos hacer es mantenerla como está. Como ustedes nos la dejaron producto de su “Eco-Guerra”.
Ojalá se den cuenta del error que cometen al tratar el medioambiente como un terreno de batalla. Los humanos somos mejores que eso. Mejores que tratar todo como un extremo. Mejores que poner el dinero y el lucro por sobretodas las cosas, mejores que destruir, amenazar y asesinar en busca de la solución. Si quieren salvar la Tierra por favor ¡Dejen de ser una raza de imbéciles! y conviértanse en ciudadanos del planeta, todos pertenecemos al mismo bando.

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