Dónde vas. A trabajar. No, “dónde vas”. No lo sé. Para qué caminas si no sabes dónde vas. Tengo que hacerlo. Quién te obliga. Nadie. Y por qué vas. Qué otra cosa puedo hacer. Lo quieres hacer, eso es. Qué ridiculez nadie podría querer esto, quererlo de verdad. Eso quiere decir. Que me da lo mismo perderlo. Tanto así. Tanto así. Y por qué no lo dejas. No puedo. Quién te obliga. Es como la marea, te lleva donde su voluntad quiere ir. Intenta nadar, ahógate en última instancia. Nadie sabe nadar y ahogarse. Nadie lo sabe tampoco, entiendo.
No sé qué día es ni el mes ni el año. No tiene importancia, desde hace mucho que no la tiene. Es decir llevo años yendo y viniendo a la misma ridícula oficina, día a día oxidándose más y más y sin embargo está ahí metálica y reluciente como recién pulida. ¿Sueños? Todos los tenemos pero hasta eso se ha vuelto igual “Tener una bonita familia, linda casa, que no nos falte nada” ideales convergentes de la humanidad corporativa cuyos sueños se resumen a una fotografía en pareja, un par de niños y un perro de buena alcurnia.
A eso vas. Cada uno debe perseguir sus sueños. “El” sueño querrás decir. Lo reconozco. Porqué le llaman sueño a algo que no lo es. Necesitamos un sueño y dejamos de creer en los reales hace mucho. Cuáles son esos. No lo sé, viajar por las estrellas por ejemplo. Ridículo. Te lo dije.
Ahí viene otra vez la desquiciada de mi jefe. Solterona a los cuarenta, dicen que su casa está llena de gatos y plantas y que los trata como a niños. No es tan tonto después de todo mejor ese placebo a quedar a la deriva en la vida sin cumplir el gran sueño. Después de todo no está tan desviada, peor está mi colega al otro lado del cubículo. Solo y sin gato que le maúlle y ya pasó los treinta hace tanto. “Maricón debe ser” se ríe el pelado del cubículo de en frente. “Otra explicación no hay” me río con él porque eso de no tener familia, hijos y perros en esta época es de maricón o desquiciado.
Me suena a intolerancia. Al principio suena así. Y luego. Luego te das cuenta que si alguien no persigue sus sueños. “El” sueño. Eso, si alguien no lo persigue debe ser porque algo anda mal. Qué será. Para eso estamos acá: ir y venir del trabajo, criar una familia, hacer de tus hijos mejores personas que tú. Cómo puede ser eso posible. No entiendo. Bueno, tus hijos tendrán el mismo sueño que tú así que cuán más lejos podrían llegar. Estudiar más que yo, ganar más dinero que yo. Ah, claro.
“¡Muak!” mi cheque del mes, gracias al sistema por el día de pago. Es poco, siempre es poco pero ya saldré de esta pocilga y volaré a un trabajo mejor donde este pedazo de papel valga de verdad. Ahí va pasando la secretaría, pobre: más vieja que yo y mi salario pesa el doble si tiene suerte. “¡Aaaah!” aroma extraordinario a papel moneda entintado a cilindradas de cobre movilizando el motor de la vida. Mientras más denso más arriba te deja, mirando a los de abajo con displicencia y a los de arriba con envidia. Y vamos soplando el globo de helio a ver si llega un poco más cerca del sol.
Cómo puedes vivir así. Respirando, ya sabes, captando aire limpio y botándolo sucio.
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