Rincón de los Relatos
Si existe algo que no tolero es el Sushi. Arroz comprimido alrededor de un pedazo de pescado o palta o qué se yo, servido frío y en rollitos muy cómodos para los palillos chinos. No sé qué me gusta menos: será ese sabor helado, amargo, un tanto ácido o quizás su consistencia ni sólida ni liquida sino una masa aireada y densa que la lengua le hace el quite y los dientes empujan hacia atrás para retirarla pronto. Pero es el favorito de mi novia. De esnobista que es o porque de verdad le gusta, la cosa es que le encanta.
Sin falta el fin de semana llego a su departamento y la encuentro en la cocina americana cortando pescado y triturando arroz. Trago un poco de saliva “otra vez ¿que acaso no sabe preparar carne, pollo, por último una ensalada?” y me sonríe porque está contenta de hacerme cariño con sus delicias culinarias. El maldito olor es insoportable, a peces latigueando el cuerpo tratando de respirar aire.
“Esta vez me quedó mejor que nunca cariño”. “Cariño”, es por esnobista estoy casi seguro. No tengo alternativa. Tomo con los palillos un rollito de centro verde y me lo trago entero de una sola vez. “Parece que tenemos hambre cariño” y de inmediato me tomo un buen sorbo de coca-cola. “Tanta coca-cola te va a hacer mal cariño” ya lo sé pero muchas alternativas no me dejas. Ni empapar el sushi en soya ni estamparlo en sal a hurtadillas mejora en algo su, si se puede llamar así, sabor.
“Tanto que te gusta el sushi, otra vez no dejaste ninguno cariño” un amigo me dijo que me acostumbraría al sabor y a la larga me terminaría gustando pero cada vez que termino de comer me dan ganas de echarme papas fritas a puñados ojalá embalsamadas en aceite para motor de camiones. No, esto ya no lo soporto: el pescado crudo, el arroz apretado, esa envoltura con pinta a escamas de lagartija, me dejan el resto del fin de semana con mi estómago convertido en un acuario repleto de criaturas molestas. Se lo diré.
“Tengo que decirte algo: la verdad es que me carga comer sushi” tal cual se lo dije y empezó el sermón porque nunca tanta suerte como para que sea una de esas historias que terminan: “a mí tampoco me gustaba sólo lo hacía por ti” y un montón de risas. “¡Pero y por qué no me lo dijiste, se supone que deberíamos tenernos confianza y…!” se me taparon los oídos y la miraba fijo mientras tomaba coca-cola a grandes sorbos para pasar el mal sabor. “¡y cómo yo te acompaño a tus películas de disparos y no reclamo nada!” y bla bla bla, ¡alguien que me salve! Supongo fue mi culpa haber terminado toda relación ese día.
No nací en un día 13 pero mi suerte es tal cual hubiera sido así. La primera vez que mi nueva novia me invita a comer y ¡zas! un sushi bar. “Ya sé que hacer” pensé y de entrada le dije “nunca en mi vida he comido sushi” así le diría que no me gustó y se acabó. Un garzón disfrazado de japonés nos trajo un par de bandejas con el suculento manjar y una vez más, palillos en mano derecha y el vaso de coca-cola firme en la izquierda. “¿Y te gustó?” y no lo podía creer “¡están maravillosos!” dije encantado y saboreando cada grano y cada escama del rollito nipón. “El secreto” decía ella “está en cómo cocinarlos”.
1 comentario:
muy buena la historia!
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