OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

viernes, 30 de abril de 2010

Intento Fallido de Poema 1

Rincón de los Relatos

Antes de irnos cruzamos miradas por un segundo, fue como ser atacado a metrallazos por sus ojos fusileros, implacables… no, no, ¡no! Otra vez con esa comparación simplona, asonante, comparar sus ojos con un arma. Arranca la hoja, un muñón y al basurero, hoja en blanco. Podría titularlo “Medusa” y hablar de su mirada congelante cuya potencia convierte mi cerebro en piedra, mi mente en roca, no puedo pensar, hablar, balbucear, nada mientras medusa me observa… “Medusa” la palabra es un problema, la detesto no por su sustantivo sino por su estética y un poema sin estética es como pisar excremento: suave para la planta del pie pero una humillación vomitiva del talón hacia arriba. Necesito un trago.

Trece pasos a la cocina. Suenan botellas de vidrio chocando. Se cierra el refrigerador y trece pasos de vuelta. La botella pierde volumen en cuestión de segundos. ¿Para qué escribo esta basura? Mejor le digo todo de una y ya, qué es lo peor que puede pasar. ¡Ah! claro puede pasar lo de Sofía que en cuanto le canté una prosa y solté el “todo de una” apenas la volví a ver un par de veces ¡Dios mío cómo me gusta todavía esa mujer a pesar del tiempo! Diecisiete pasos a la cocina. Menos escándalo de botellas. De golpe se cierra el refrigerador y diecisiete pasos de vuelta. Una más, debo olvidar este recuerdo de primera botella.

Aromas florales, belleza infinita, iluminación estelar, ojos oceánicos y otras perfecciones. Cada vez peor esto, pura basura, basura. El papelero se llena. ¿Tan difícil es inspirarse en ella? Es imposible reducir su belleza incluso en el verso más extenso. ¡Ah! una buena, a ver, a ver: Ni un millón de blancas palomas podrían emular la paz que siento cuando estoy cerca de ti. ¡Vaya cursilería! Cómo me encantaría ser fumador ahora y ahogar en alquitrán esas frases baratas de adolecente idiotizado.

Diez pasos, un descanso, diez pasos más y a la cocina. Ni un ruido de vidrio chocando. Se cierra el refrigerador ¿o no? Diez pasos de vuelta, un descanso, diez pasos de vuelta. Trinidad fermentada casi consumida. Apenas puedo hilar dos palabras, a lo mejor así resulta algo. Lanzar frases tratando de dar en el blanco a ciegas. Cuarteto de cuerdas, campos de frutillas, helado de menta, adoquines franceses, lluvias y acordeones… si no tomo otro trago caeré otra vez en lo obvio, vacía botella última. Dulce como la miel... ¡Maldita sea, ni siquiera es así! Un fósforo y a fumarme esa última hoja.

Dos pasos y a la cama. Boca arriba mirando un cable suelto donde solía haber una ampolleta. ¿Qué hora es? Qué importa la hora cuando pienso en ti. ¡Mierda! Esa no es mala y justo se me ocurre cuando me voy a dormir. Si al menos fuera agricultor para compararla con la flora y fauna o astrónomo para hacer un buen uso de las estrellas, mi profesión no permite nada, qué podría decir: “… Misteriosa belleza, incalculable como la superficie de una función infinita, algebra de mil incógnitas, poliedro irregular de aristas convexas” ¡qué porquería! daría mi vida por ser historiador y hacerte justicia con princesas medievales y musas griegas.

Horas pensando y terminé con nada o tal vez un par de frases de densidades dispares. Mientras me quedo dormido llego a la conclusión de que sólo tengo el título, es perfecto porque resume todas esas metáforas inexistentes, esas comparaciones mágicas escondidas en el sombrero. El título será tu nombre.

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