Rincón de los Relatos
Sagradamente, todos los meses se reunen cuatro de los más poderosos empresarios de la galaxia, no a discutir sobre negocios precisamente. Todos se conocen desde que juntos estuvieron en la escuela de negocios de la Universidad de Surfís en Sentra. Desde entonces nunca han dejado de verse cada último sábado del mes.
Macarena Del’Tier, directora del gigantesco holding Del’Tier, llegaba tarde como de costumbre. A cambio siempre traía lo último en programación de decoración y la edición del mes de “House & Housing” que acreditaba a su regalo como el grito de la moda.
- Cortesía de Del’Tier S.A. – bromeaba elegantemente Macarena mientras repartía a sus amigos la novedad que les traía como pago por su atraso.
- Es muy bueno que seas tan impuntual, mi señora se pone feliz cuando llego con una nueva decoración y ya saben a lo que me refiero – Y con un levantamiento de cejas y una bocanada de su puro, Frank Reginald principal accionista y dueño de Industrias Fellercaer, daba a entender su punto.
- Ojala tú llegaras atrasado alguna vez, no te quedaría otra que traernos un “Stardom” a cada uno – reía Elías Carión, presidente de Empresas Galliar, imaginándose arriba del mejor aeromóvil de lujo del mercado.
- Y ojala tú no te retrases nunca o estaremos obligados a fumarnos tus exitosos cigarrillos acaramelados – la ironía de Elías desató las carcajadas en el grupo y una sonrisa complaciente de Frank que escondía su vergüenza.
- No seas así, al menos tuvo una buena idea... hacer desaparecer esas cosas del mercado – el remate de Alysson Crenshaw, presidenta de GalactiCom, dio rienda suelta a una estruendosa risotada grupal, incluido el aludido que se divertía con sus propios fracasos.
En ese momento llegaba un mozo del restaurante, ya sede oficial de las reuniones mensuales, con una sopa de cebollas como entrada. Entonces lo típico, historias familiares, enredos en la oficina, recuerdos universitarios. Buena comida, excelentes vinos de las viñas de Frank, chistes sobre las constantes dietas de Macarena y una sobremesa de pastelillos y café jamás aburrían a los poderosos de los negocios. El remate, la parte favorita de todos, una ronda de sus tragos favoritos por cortesía del dueño del restaurante cuyos ingresos sonreían cuando sus mejores clientes se reunían.
- ¡Carión! – Alysson tomaba la palabra luego de tomar un trago de Jazz-razz, la especialidad de la casa – leí en un periódico sobre una protesta frente a uno de tus locales – puso el tema sobre la mesa.
- En una de mis farmacias acá en Surfís para ser más preciso – completó el aludido.
- Eso no lo sabía – se sorprendió Frank.
- Sin duda fue una de esas protestas “anti empresas” – refunfuñó Macarena ya acostumbrada a ese tipo de manifestaciones.
- Bueno así fue – corroboró Elías – pero lo interesante es cómo me deshice de los rebeldes – y se preparó para ser el centro de atención de la cena del mes.
- Daban alrededor de las seis de la tarde – partió contando - cuando el administrador de la farmacia del centro me llama por una pequeña protesta que estaba frente a la entrada. Para mí este local tiene un significado especial, es el número cien mil que inauguré de la cadena “Su Salud” –
- ¡Cien Mil! alucinante incluso para nosotros – se asombró Alysson.
- La publicidad fue un acierto, aún la recuerdo – interrumpía Frank - un hombre enfermo le hablaba a su amigo y le decía “no se cómo voy a salir de esta amigo mío” y luego aparecía un idiota lleno de serpentinas y con una champaña en la mano y decía “¡A Su Salud, Compadre!” entonces se iban a la farmacia y el enfermo se mejoraba tan sólo con comprar allí y la fiesta ahora era para los dos – a Frank le encantaba resaltar los buenos comerciales como publicista de profesión que es.
- Lástima que esos locos no captaron el mensaje de “Su Salud”. En todo caso se veían bastante sanos así que para qué gastar esfuerzos en ellos – fue el comentario profesional de Elías quien continuó con su historia:
- Resolví ir personalmente a resolver el problema. Procuré vestir casual para no llamar la atención de los dos protestantes (si, eran dos pero vaya ruido que hacían) y observar sus movimientos –
“Tenían un cartel desaprobando a las grandes multiplanetarias, mi farmacia como el blanco escogido para la ocasión. Después de un rato me acerqué a ellos.
- ¿Contra qué protestan? – les pregunté al estilo del transeúnte cualquiera
- Queremos detener a las multiplanetarias y a quienes están detrás de farmacias monopólicas como ésta – respondió enérgico uno de los sujetos.
- ¿Por qué? – y me dio esa plática trillada del capitalismo y la pobreza y los extranjeros y los monopolios y bla bla bla. Y aquí señores, mi jugada maestra: le tendí la mano y me presenté.
- Elías Carión, dueño de farmacias “Su Salud”. Gusto en conocerte – el tipo quedó paralizado, tanta entereza para protestar y se desvanecía con mi presencia. Fue la reacción perfecta para lo que tenía planeado.
- ¡Tranquilo muchacho! - le dije con una palmada en el hombro. Saqué mi inalámbrico, la compuplaca y llamé a mi secretaria para pedirle me enviara un documento de traspaso de propiedad.
- Mira – le indiqué al ya no tan animado protestante que mirara el documento en la compuplaca – estos son los documentos de la farmacia, firma acá y te entrego su propiedad, es en serio – y entonces tomé la pluma óptica y firmé el documento.”
- Oye pero... – interrumpió Alysson - ... el documento ¿era real? – preguntó incrédula.
- ¡Tan real como este fantástico whisky terrícola! – afirmó Elías Carión alzando su vaso.
“El tipo me miró asustado e insistí en que firmara, que le regalaba la sucursal para convertirse así en un locatario independiente, competencia de las grandes corporaciones y, vale mencionar, con una ubicación privilegiada. Su respuesta fue como esperaba.
- Yo... yo no sé manejar una farmacia señor, no puedo firmar eso – supe entonces lo acertado de mi proceder.
- No lo comprendo, tienes las agallas para protestar pero no para tomar la responsabilidad de una verdadera acción a favor de tu causa – y me apresuré en ofrecerle otra propuesta, no quería que tuviera tiempo para pensar, - te diré que haremos: te doy hasta las diez de la noche para que le ofrezcas a cualquiera que pase caminando por acá, la propiedad de esta sucursal. Si logras que alguien firme, le regalaré la farmacia a esa persona más un presupuesto generoso para su campaña de marketing – Ahora que el tipo tenía en sus manos la posibilidad de llevar su protesta más lejos sin hacerse responsable, recobró fuerzas y junto con su compañero invitaban a todo el mundo a ser dueños de mi excelente farmacia.
Los manifestantes llegaban a su hora límite cuando una señora pareció interesarse en mi farmacia. Los tipos prácticamente le tomaban la mano para que firmara el documento. De haber conocido su habilidad comercial los hubiera hecho firmar un contrato para la gerencia de ventas.”
- No me digas nada, ¡¿perdiste tu mejor sucursal de “Su Salud”?! – se adelantó Macarena estupefacta, muy interesada en la historia como sus otros dos amigos.
- Efectivamente, los tipos convencieron a la señora y con una simple firma se hizo dueña de una mina de oro de veinte millones de Esteds de ventas al año – la confesión de Elías dejó a todos helados, incrédulos ante esa extraña maniobra financiera si cabe decir.
- Pero no se adelanten. En cuanto la señora obtuvo la propiedad me le acerqué y le dije: - señora mía, le ofrezco cien mil Esteds, ahora y en efectivo, a cambio de su farmacia – y le enrostré el fajo de billetes a sus ojos golosos.
- ¡Cien mil! ¿¡Le ofreciste cien mil por la farmacia!? – exclamaron todos al unísono y muy bien coordinados. Les parecía ridícula la cifra, mejor sería abandonar la propiedad antes que aceptar una oferta sin escrúpulos.
- ¡Cien mil, constantes y sonantes! Seguro que aquella señora nunca había visto tantos billetes juntos –
- ¿Y entonces? – quiso saber Frank
- Entonces, sin dudarlo, la señora me devolvió la compuplaca, firmamos los documentos y recuperé mi propiedad. Toda aquella singular transacción frente a los ojos de mis amigos los protestantes – con aires triunfantes, Elías bebió de un sorbo el resto de su trago mientras sus compañeros se miraban y comenzaban a esbozar sonrisas.
- Me parece genial, nada más a comentar – dijo Frank saliendo de su impresión, echando la silla hacia atrás.
- Y lo mejor de todo – decía Elías para terminar – es que el tipo quedó tan enrabiado que sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo fumó a impetuosas bocanadas, cómo no si era uno de los excelentes cigarrillos mentolados Galliar de Frank.
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