Desván Para Pensar
De Ámsterdam sabía lo que todo el mundo que no ha estado en la capital Holandesa sabe: El libertanaje, el barrio rojo, los cafés donde se fuma marihuana, la casa de Ana Frank. También algo de información por todos conocida adicional como que el fumar marihuana es permitido para bajar el consumo de drogas duras y no por las libertades individuales y que el gobierno ya ha reconocido que el tráfico de personas debido a los barrios rojos es un problema a gran escala y que ha traído además tráfico de drogas y otros crímenes. Todo ese panorama por el cual Ámsterdam es famosa iba a enfrentarme, era la única ciudad en todo mi itinerario que visitaría sin estar un 100% convencido de querer ir. Pero tenía que ir.
Eran algo así como las 11 cuando el tren se detuvo en la Centraal Station y lo primero que uno debe saber es cómo llegar de las estaciones o aeropuertos a tu hotel, hostal o lo que sea, yo tenía dos alternativas: o caminar las 20 cuadras hasta mi destino o tomar el Tram, ambas alternativas interesantes para comenzar a conocer la ciudad. Al salir de la estación noté un puente y caminé hacia él mientras trataba de adivinar dónde pagar y subirme al Tram. Sin embargo apenas llegué al puente se me olvidó lo de ir pasear en tranvía y de inmediato me puse a caminar por las calles de Ámsterdam. Un río cristalino, plácido, a ambos lados veredas no más anchas que un auto servían para acompañarlo a una altura no más de un metro de poder tocar sus aguas. Por él transitaban las personas con una calma más allá de cualquier meditación oriental en un silencio suavizante y cientos de bicicletas aparcadas en las paredes de las altas y delgadas casas que son las que describiría en una utopía soñada, preciosas, de cuento, frente a un río transparente y un ambiente relajante. Todo el trayecto fue así. Todo era tan puro, tan pacífico, uno creería que la gente sólo se dedica a pasear, a conversar un té, a sentarse y mojarse los pies en el canal, a recorrer kilómetros en bicicleta con toda la familia o tomados de la mano con el amor de tu vida. Muy pocas veces en la vida había sentido tanta paz, tan cerca de estar caminando sobre nubes.
Me preguntaba durante el trayecto ¿Esto es Ámsterdam? no lo podía creer, toda esa publicidad se me hacía tan falsa imposible de creer ¿en esta ciudad? y sin duda vinieron a mi mente por primera vez cuestionamientos a mi propia manera de pensar y de ver la vida y la libertad. Disfrutaba esta ciudad de día y no pude sacarme de la mente la idea de que en la noche o en cierto barrio Ámsterdam fuera la ciudad de las luces rojas y los cafés verdes, el símbolo de las libertades. Ese contraste me descolocó. Viviría aquí con gusto, pero es la misma ciudad donde encerraron a los fumadores de canabis en cafés para evitar disturbios en las calles, me imagino ir al trabajo en bicicleta por estos senderos, pero el barrio rojo contaminado por el tráfico de personas, qué arquitectura encantadora, no, no me molesta en lo absoluto que la gente fume lo que quiera y compre los servicios que quiera esa es y será siempre mi visión de mundo. Pero trae consecuencias y por primera vez me daba cuenta de ellas.
Pensaba en el lejano Santiago de Chile, allá sí, me convencí, De Wallen, cafés, allá no hay problema total es una ciudad cualquiera donde nadie sueña con vivir. ¿Pero por qué acá en Ámsterdam? El malestar filosófico hacia mis propias reflexiones se convertía en una lucha sin salida y me lo planteé tal cual "El barrio rojo y la marihuana destruyeron esta ciudad" y fue como si me pusieran un fierro caliente al cerebro, dudaba de todo en ese momento, de lo que siempre defiendo, de lo que veía. No hay otro lugar donde se viva más libre, reflexionaba, pero cuánta coincidencia en que los costos de aquello los tiene que asumir Ámsterdam que me tenía maravillado con su paisaje y su armonía.
Una de las cosas que me quedó más plasmadas de mi viaje ha sido esta discusión con mi yo mismo. Hasta hoy no la he resuelto, nunca la resolveré porque representa el combate de dos conceptos de los cuales estoy muy convencido. Ámsterdam sería la ciudad donde la humanidad debería terminar luego de morir pero la siento destruida por su propia libertad / Si alguien quiere fumar, que fume, si alguien quiere una prostituta, que la tenga, cuándo quiera, dónde quiera. Y al leer esto amigo lector debe estar pensando "cómo tan pacato, Ámsterdam es para ir de fiesta y hacer todo lo que en mi país no se puede" y yo creo eso, no, es así, el mundo debería ser un lugar donde cada uno haga lo que quiera, ¿aborto? ahí tienes, ¿eutanasía? tómala, ¿marihuana? yo tengo fuego. A pesar de todo eso pienso en Ámsterdam, en ese blanco y negro, en esa ciudad que encantado viviría todo el resto de mi vida pero no, no puedo porque se siente ultrajada no se merece todos los costos de la libertad. Ámsterdam no.
No puedo resolverlo aunque seguro, lector, usted ya lo hizo. "Soy un liberal, soy un conservador" y ya resolvió el problema. Así de fácil me resultaría "Soy un liberal" pero fui a Ámsterdam y me enfrenté al lugar más pacífico, más desenfrenado del planeta y sencillamente se me hace imposible poner a ambos en la misma ciudad. En esta ciudad.
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