Creyendo firmemente en no ser la única raza inteligente de la galaxia, los Verkon iniciaron toda una rama de la ciencia para lanzar sondas y naves tripuladas en busca de aquellas civilizaciones. Sin llegar a resultados más allá de encontrar planetas repletos de insípidas muestras de vida, la ciencia de los busca vida entró en su fase de decadencia. A punto de caer en la vergonzosa categoría de las pseudociencias.
En la tripulación de la Hayot se rehusaban a aquél final tan insólito: simplemente les parecía imposible ser los únicos inteligentes.
- Me acaba de llegar por el etéreo que han cerrado el instituto de astrobiología en Relik – decía Vast con tono lastimero mientras sostenía la lámina del mensaje.
- Esto es increíble – lamentaba Broc – fue uno de los pioneros – agregaba para ilustrar la gravedad del asunto.
- Por eso debemos apresurarnos muchachos – decía Tanl, con su acostumbrado optimismo – tenemos varias coordenadas aquí, trabajemos sin descanso hasta dar con una roca de vida útil – ánimo que contagió al resto del equipo. El trío se sentó en el suelo, alrededor de la ya estandarizada pensotabla que permitía a quienes interactuaban en ella traspasar de manera más fluida y clara sus pensamientos al resto.
- “Hace un par de años investigamos un planeta parecido a este” – pensó Broc dibujando en la mente de los otros un mapa estelar comparando los planetas que señalaba – “como sensorizan, estos dos planetas tienen características demasiado similares y en el primero lo mejor que encontramos fueron medusas descerebradas” – reflexionó sin tropiezos.
- “Descartado entonces amigos” – y las tres mentes hicieron la posibilidad a un lado pasando a analizar la siguiente. Cientos de fórmulas pasaban de una mente a otra, sin interrupciones, en una armonía de ballet. Los tres habían llegado a tal punto de dominio de sus pensamientos y de la pensotabla que acompañaban sus ideas con arreglos estéticos, impulsos olfatorios diferentes acompañaban a cada número, ráfagas luminosas incendiaban las córneas cuando se imaginaba una estrella. Cada pensamiento lograba tener su identidad más allá de la simple diferencia en los tonos de “voz”.
- “Este es un buen candidato” – se palpó la inconfundible reflexión de Tanl mientras se formaba la imagen nítida de una estrella y sus consortes planetas – “el tercero desde la estrella, tiene bastante agua, atmósfera respirable, protección natural contra la radiación estelar...” – Tanl pensaba esto mientras el pequeño planeta se agrandaba en las cabezas de todos.
- “Se nota, es un fantástico ejemplar sin duda” – apoyó Vast con su brisa mental – “Sería de muy mala suerte no encontrar siquiera un mamífero simple” – y todos “rieron” al ver a una rata persiguiendo un pedazo de queso aportado por un laboratorista.
En la tripulación de la Hayot se rehusaban a aquél final tan insólito: simplemente les parecía imposible ser los únicos inteligentes.
- Me acaba de llegar por el etéreo que han cerrado el instituto de astrobiología en Relik – decía Vast con tono lastimero mientras sostenía la lámina del mensaje.
- Esto es increíble – lamentaba Broc – fue uno de los pioneros – agregaba para ilustrar la gravedad del asunto.
- Por eso debemos apresurarnos muchachos – decía Tanl, con su acostumbrado optimismo – tenemos varias coordenadas aquí, trabajemos sin descanso hasta dar con una roca de vida útil – ánimo que contagió al resto del equipo. El trío se sentó en el suelo, alrededor de la ya estandarizada pensotabla que permitía a quienes interactuaban en ella traspasar de manera más fluida y clara sus pensamientos al resto.
- “Hace un par de años investigamos un planeta parecido a este” – pensó Broc dibujando en la mente de los otros un mapa estelar comparando los planetas que señalaba – “como sensorizan, estos dos planetas tienen características demasiado similares y en el primero lo mejor que encontramos fueron medusas descerebradas” – reflexionó sin tropiezos.
- “Descartado entonces amigos” – y las tres mentes hicieron la posibilidad a un lado pasando a analizar la siguiente. Cientos de fórmulas pasaban de una mente a otra, sin interrupciones, en una armonía de ballet. Los tres habían llegado a tal punto de dominio de sus pensamientos y de la pensotabla que acompañaban sus ideas con arreglos estéticos, impulsos olfatorios diferentes acompañaban a cada número, ráfagas luminosas incendiaban las córneas cuando se imaginaba una estrella. Cada pensamiento lograba tener su identidad más allá de la simple diferencia en los tonos de “voz”.
- “Este es un buen candidato” – se palpó la inconfundible reflexión de Tanl mientras se formaba la imagen nítida de una estrella y sus consortes planetas – “el tercero desde la estrella, tiene bastante agua, atmósfera respirable, protección natural contra la radiación estelar...” – Tanl pensaba esto mientras el pequeño planeta se agrandaba en las cabezas de todos.
- “Se nota, es un fantástico ejemplar sin duda” – apoyó Vast con su brisa mental – “Sería de muy mala suerte no encontrar siquiera un mamífero simple” – y todos “rieron” al ver a una rata persiguiendo un pedazo de queso aportado por un laboratorista.
Sin dudarlo más se apartaron de la pensotabla y transcribieron sus cálculos a una lámina que luego introdujeron en una especie de ranura, único componente de los mandos de la nave. Sin emitir sonido la Hayot enfiló hacia las coordenadas recibidas.
La energía emitida por aquel planeta se fundía en lazos indescriptibles de ondas vivas y rayos inquietos. “Lo encontramos” pensó Tanl abriendo su mente al resto “esta vez estoy seguro”. La nave se detuvo a una distancia donde el globo ocupaba la mayor parte de lo que se podía ver.
- Es de geografía muy variada – comentó Vast en voz alta.
- Observen las señales de la sonda – invitó Broc quien había enviado un robot al otro lado del globo. Estiró el visor flexible y vieron la señal más clara que pueda existir de la vida inteligente.
- ¡Ciudades! ¡Miles de ellas iluminadas para enfrentar la noche! – gritaba Tanl alterando sus ondas mentales hasta una excitación contagiosa.
- “¿Creen que sepan que estamos aquí?” – se preguntó Vast para todos.
Desde entonces se dedicaron a observar, a pensar, a recibir energías intentando descubrir los misterios de aquella raza inteligente que deambulaba en la superficie del planeta recién encontrado. Decepcionados, llegaron a la conclusión que las estrellas todavía les eran desconocidas. Simpleza se reflejaba en la sencillez del bautismo de su mundo: la Tierra.
Una vez más reunidos en la pensotabla compartían sus conocimientos terrestres después de un tiempo que nadie midió.
- “Estamos frente a una raza carente de iniciativa colectiva” – comenzó Tanl – “Se dedican a fabricar sus riquezas personales sin tomar en cuenta el hacer crecer las de los demás” –
- “Un comportamiento curioso y que me ha costado comprender” – apoyó Vast con la costumbre de siempre indagar más en las mentes que en los comportamientos –
- “Sin embargo se reúnen en familias tal como nosotros” – agregó Broc incluyendo en las mentes de sus compañeros imágenes y sensaciones familiares terrestres –
- “También lo había notado pero al entrar en sus mentes, sus impulsos parecen más inclinados hacía evitar la soledad, encajar en la sociedad, sentirse útil, como razón para formar familia. Me atrevería a decir que la colectividad, el sentido de cooperación no está entre las motivaciones humanas en lo absoluto” – pensó Vast en colores grises y nítidos.
- “Una sensación negativa del asunto pero que parece encajar perfectamente” – irrumpió Tanl con un leve aroma a lamento – “Concuerda con sus sistemas políticos y económicos” – y esta vez todos sintieron un aroma denso, amargo, decisivo.
- “No esperaba encontrarme con esta clase de sociedad” – el desprecio de Broc se palpó rugoso, incluso filoso.
- “¿Una tan inferior Broc?” – reía Vast – “supongo que no, como también supongo que algún día lo entenderán” – pensaba Vast con ternura.
- “¡Oh vamos! sus mentes están llenas de temor, se miran entre ellos como enemigos cuando son diferentes en aspecto, irradian una energía que se cree superior pero que sucumbe por su densidad tímida y pavorosa y termina desparramada por el suelo, casi como un charco de agua” – visualizó Tanl para sus amigos calles atestadas de humanos caminando cabeza agachada, observando sus propias energías, ignorando las del resto.
- “Ni siquiera merecen vivir” – comentó Broc asqueado ante aquella muestra colectiva de individualismo inerte – “daremos cuenta de este planeta y su gente para intervenirlos por completo – al pensar esto indujo en las mentes de los otros un humo negro, furioso, de partículas inquietas y armónicas sin embargo. Vast y Tanl compartieron cada uno su acuerdo con esta opinión y desde la ranura de la pensotabla apareció una lámina flexible con las coordenadas de regreso a su mundo superior. La nave entonces comenzó a chillar desesperada sin que ninguno de los tres se lo haya ordenado.
- ¡¿Qué diablos pasa?! – gritó Tanl con espanto. Y los tres sintieron de golpe el venir de una energía inmensa, sólida y contenida, concentrada para un propósito.
- ¡La energía viene hacia acá! – exclamó Vast sin dudarlo. Los tres entonces se agolparon hacia la ventana que daba en dirección hacia la nueva energía y vieron como se acercaba una luz explosiva, veloz y muy segura cuya estela venía desde la superficie de la Tierra.
- “¿Nos han visto? ¿ellos la han lanzado?”- pensó Broc, sin compartir sus pensamientos esta vez.
La energía emitida por aquel planeta se fundía en lazos indescriptibles de ondas vivas y rayos inquietos. “Lo encontramos” pensó Tanl abriendo su mente al resto “esta vez estoy seguro”. La nave se detuvo a una distancia donde el globo ocupaba la mayor parte de lo que se podía ver.
- Es de geografía muy variada – comentó Vast en voz alta.
- Observen las señales de la sonda – invitó Broc quien había enviado un robot al otro lado del globo. Estiró el visor flexible y vieron la señal más clara que pueda existir de la vida inteligente.
- ¡Ciudades! ¡Miles de ellas iluminadas para enfrentar la noche! – gritaba Tanl alterando sus ondas mentales hasta una excitación contagiosa.
- “¿Creen que sepan que estamos aquí?” – se preguntó Vast para todos.
Desde entonces se dedicaron a observar, a pensar, a recibir energías intentando descubrir los misterios de aquella raza inteligente que deambulaba en la superficie del planeta recién encontrado. Decepcionados, llegaron a la conclusión que las estrellas todavía les eran desconocidas. Simpleza se reflejaba en la sencillez del bautismo de su mundo: la Tierra.
Una vez más reunidos en la pensotabla compartían sus conocimientos terrestres después de un tiempo que nadie midió.
- “Estamos frente a una raza carente de iniciativa colectiva” – comenzó Tanl – “Se dedican a fabricar sus riquezas personales sin tomar en cuenta el hacer crecer las de los demás” –
- “Un comportamiento curioso y que me ha costado comprender” – apoyó Vast con la costumbre de siempre indagar más en las mentes que en los comportamientos –
- “Sin embargo se reúnen en familias tal como nosotros” – agregó Broc incluyendo en las mentes de sus compañeros imágenes y sensaciones familiares terrestres –
- “También lo había notado pero al entrar en sus mentes, sus impulsos parecen más inclinados hacía evitar la soledad, encajar en la sociedad, sentirse útil, como razón para formar familia. Me atrevería a decir que la colectividad, el sentido de cooperación no está entre las motivaciones humanas en lo absoluto” – pensó Vast en colores grises y nítidos.
- “Una sensación negativa del asunto pero que parece encajar perfectamente” – irrumpió Tanl con un leve aroma a lamento – “Concuerda con sus sistemas políticos y económicos” – y esta vez todos sintieron un aroma denso, amargo, decisivo.
- “No esperaba encontrarme con esta clase de sociedad” – el desprecio de Broc se palpó rugoso, incluso filoso.
- “¿Una tan inferior Broc?” – reía Vast – “supongo que no, como también supongo que algún día lo entenderán” – pensaba Vast con ternura.
- “¡Oh vamos! sus mentes están llenas de temor, se miran entre ellos como enemigos cuando son diferentes en aspecto, irradian una energía que se cree superior pero que sucumbe por su densidad tímida y pavorosa y termina desparramada por el suelo, casi como un charco de agua” – visualizó Tanl para sus amigos calles atestadas de humanos caminando cabeza agachada, observando sus propias energías, ignorando las del resto.
- “Ni siquiera merecen vivir” – comentó Broc asqueado ante aquella muestra colectiva de individualismo inerte – “daremos cuenta de este planeta y su gente para intervenirlos por completo – al pensar esto indujo en las mentes de los otros un humo negro, furioso, de partículas inquietas y armónicas sin embargo. Vast y Tanl compartieron cada uno su acuerdo con esta opinión y desde la ranura de la pensotabla apareció una lámina flexible con las coordenadas de regreso a su mundo superior. La nave entonces comenzó a chillar desesperada sin que ninguno de los tres se lo haya ordenado.
- ¡¿Qué diablos pasa?! – gritó Tanl con espanto. Y los tres sintieron de golpe el venir de una energía inmensa, sólida y contenida, concentrada para un propósito.
- ¡La energía viene hacia acá! – exclamó Vast sin dudarlo. Los tres entonces se agolparon hacia la ventana que daba en dirección hacia la nueva energía y vieron como se acercaba una luz explosiva, veloz y muy segura cuya estela venía desde la superficie de la Tierra.
- “¿Nos han visto? ¿ellos la han lanzado?”- pensó Broc, sin compartir sus pensamientos esta vez.
En un abrir y cerrar de mentes, aquella energía concentrada impactó de lleno con la Hayot haciéndola estallar con la forma de un hongo de dos cabezas. Los cuerpos desmembrados de los tres científicos Verkon se desparramaron sobre el espacio. A pesar de ello aún les quedaban a los tres algunos segundos para pensar antes de apagarse para siempre.
- “¿Habrán pensado en nosotros como una amenaza?” – pensó Tanl con un débil hilo de humedad.
- “No puedo creer que esos nos hayan asesinado” – Broc emitió sus últimos aromas de impotencia.
- “Simplemente hicieron lo que su esencia les dijo que hicieran” – Vast compartió con sus amigos el último descubrimiento que hizo sobre la humanidad: la imagen de un hombre apretando un botón, una emisión encapsulada disparada al espacio para destruirlos, la energía de ese hombre que se volvía vapor y se levantaba del suelo en una expresión llameante, viva por vez exclusiva.
- “¿Habrán pensado en nosotros como una amenaza?” – pensó Tanl con un débil hilo de humedad.
- “No puedo creer que esos nos hayan asesinado” – Broc emitió sus últimos aromas de impotencia.
- “Simplemente hicieron lo que su esencia les dijo que hicieran” – Vast compartió con sus amigos el último descubrimiento que hizo sobre la humanidad: la imagen de un hombre apretando un botón, una emisión encapsulada disparada al espacio para destruirlos, la energía de ese hombre que se volvía vapor y se levantaba del suelo en una expresión llameante, viva por vez exclusiva.
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