
Durante mucho tiempo Ana hizo todo tipo de cosas para darle a entender a Esteban que quería que la invitara a salir. Al principio eran las típicas risitas ante cualquier palabra de él, luego se transformaron en cumplidos, “¡que eris chistoso!” era la más clásica acompañada a veces de un toque en los hombros.

“Si yo se que le gusto, lo veo en sus ojos” decía y contaba con la aprobación de sus amigas, “No puede ser tan quedao” pensaba con algo de lamento y con algo de rabia.

Esteban estaba sentado en la sala de estudios, Ana lo vio y mientras caminaba hacia él se detuvo en seco. “¡Eso es! ¡Cómo no se me ocurrió antes!” pensaba con una sonrisa de medio metro. Con la solución en la mente corrió hacia Esteban y le dijo: -¡Esteban! ¿Tienes algo que hacer el sábado por la tarde? -
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