- No deberías consumir esas cosas – aconsejaba Armando a su amigo de infancia José Miguel cuando este tomaba una cajetilla de cigarros cuyas caras gritaban “Advertencia: el tabaco puede producir cáncer” en letras doradas y gigantescas junto con la fotografía de unos pulmones carbonizados.
- ¡Ja! ¡y mira quién lo dice! – reía José Miguel indicándole la caja de hamburguesas con un texto diciendo “Advertencia: el consumo de comida chatarra puede producir ataques al corazón” acompañado de un joven obeso fotografiado post-mortem.
- ¡Oye! No es lo mismo, comer es vital. Fumar es sólo vicio – se defendió José Miguel.
- Da lo mismo, a la larga tu hamburguesa y mi cigarrillo nos van a matar antes de tiempo igual – Armando le bajaba el perfil a la discusión. Un mozo del pub donde ambos se reunían todos los sábados a charlar de la vida se acercaba a su mesa.
- ¿Desean pedir algo más? – preguntó amigablemente.
- Un par de gaseosas estaría excelente – dijo José Miguel.
- Muy bien, pero antes debo advertirles que… - Armando lo interrumpió hastiado.
- Oiga, ya sabemos todo eso. Sólo tráiganos las gaseosas ¿quiere? –
- Lo siento pero la ley me obliga – refutó, eso si amable, el mozo.
- Bien bien, ya dígalo – se rindió Armando.
- Debo advertirles – recitaba el mozo – que las gaseosas pueden producir diabetes – terminó la frase legal sin emociones y se largó a la cocina a buscar las gaseosas.
- Es increíble que crean que esa frase pueda persuadirme de tomar una gaseosa – reclamaba Armando mirando al techo justo cuando el teléfono celular de José Miguel comenzaba a sonar.
- Espera, contesto rápido – al abrir la tapa del celular y antes de dejar hablar una voz fría y mecánica recitó “Advertencia: el uso de celulares emite ondas que pueden producir cáncer” y una vez que se calló José Miguel pudo contestar.
- ¡Ja! ¡y mira quién lo dice! – reía José Miguel indicándole la caja de hamburguesas con un texto diciendo “Advertencia: el consumo de comida chatarra puede producir ataques al corazón” acompañado de un joven obeso fotografiado post-mortem.
- ¡Oye! No es lo mismo, comer es vital. Fumar es sólo vicio – se defendió José Miguel.
- Da lo mismo, a la larga tu hamburguesa y mi cigarrillo nos van a matar antes de tiempo igual – Armando le bajaba el perfil a la discusión. Un mozo del pub donde ambos se reunían todos los sábados a charlar de la vida se acercaba a su mesa.
- ¿Desean pedir algo más? – preguntó amigablemente.
- Un par de gaseosas estaría excelente – dijo José Miguel.
- Muy bien, pero antes debo advertirles que… - Armando lo interrumpió hastiado.
- Oiga, ya sabemos todo eso. Sólo tráiganos las gaseosas ¿quiere? –
- Lo siento pero la ley me obliga – refutó, eso si amable, el mozo.
- Bien bien, ya dígalo – se rindió Armando.
- Debo advertirles – recitaba el mozo – que las gaseosas pueden producir diabetes – terminó la frase legal sin emociones y se largó a la cocina a buscar las gaseosas.
- Es increíble que crean que esa frase pueda persuadirme de tomar una gaseosa – reclamaba Armando mirando al techo justo cuando el teléfono celular de José Miguel comenzaba a sonar.
- Espera, contesto rápido – al abrir la tapa del celular y antes de dejar hablar una voz fría y mecánica recitó “Advertencia: el uso de celulares emite ondas que pueden producir cáncer” y una vez que se calló José Miguel pudo contestar.
El resto de la velada pasó entre humoradas de la oficina, problemas familiares y recuerdos de “hace treinta años atrás cuando éramos universitarios”. Recién amanecía cuando decidieron regresar a casa con unos cuantos tragos en el cuerpo.
- ¡Y qué más quieres que hagamos! – Armando le gritó bromeando al letrero a la salida del pub que decía “Advertencia: el aire exterior contiene partículas que pueden causar diversas patologías pulmonares”.
- Corramos al auto aguantando la respiración entonces – reía José Miguel orgulloso de su brillante solución. Como siguiendo la broma corrieron hasta el auto de Armando, no sin tambalearse, y cuando este presionó el botón de la alarma para abrirlo una voz profunda, masculina y corporativa interrumpió la tranquila mañana “Advertencia: Cada año más de mil personas mueren conduciendo” seguido de un “clic” que abría las puertas.
- ¡Estas advertencias ya me tienen harto! – alegaba Armando – Con esa estupidez hasta me dan ganas de manejar ebrio y a exceso de velocidad con los ojos cerrados.
- Te bastaría sólo manejar rápido borracho de porquería – decía José Miguel abriendo la puerta del auto a duras penas.
- ¡Ebrio insolente! – y los dos se fueron en un rumbo zigzagueante y a exceso de velocidad en una dirección desconocida.
- Sabes Armando, toda esta mierda de las advertencias podría solucionarse con una sola para todo y listo – José Miguel rompía súbitamente un silencio de minutos.
- ¿De qué hablas? – balbuceó Armando sin dejar de conducir.
- ¿Tienes un pedazo de papel en el auto? – preguntó el de la idea y el conductor sacó uno de su propio bolsillo que se podía utilizar por un solo lado porque al reverso unas letras impresas anunciaban “Advertencia: Por cada papel utilizado, un árbol menos brindado oxígeno al aire”. José Miguel se esforzaba por escribir algo, luchando contra el mareo del auto y el suyo propio.
- ¡Mira esto! ¡con esto bastará para arreglarlo todo! – le dijo a Armando pasándole el trozo de papel. Armando lo leyó sin detener su conducción.
- ¡Increíble! ¿pero dónde lo colocamos? – al conductor le encantaba la frase de su amigo.
- Vamos al hospital donde trabajo, sé exactamente dónde debe ir esto – y a toda marcha se dirigieron al lugar donde José Miguel opera a sus pacientes.
- Es por acá – susurraba José Miguel a Armando cuando ya estaban deambulando en los pasillos de un hospital recién despertando. Corriendo en puntillas llegaron a un gran ventanal interior. José Miguel sacó el papel y una cinta adhesiva que sacó de un estante de la recepción.
- ¡Perfecto! – decía José Miguel mirando el pequeño papel pegado en el vidrio.
- Con esto dejarán de molestar con sus advertencias – afirmaba Armando y así, caminando tranquilamente y con la hazaña realizada, se fueron a sus casas.
Esto ocurrió hace años atrás y si hoy van al hospital de José Miguel aún pueden corroborar la veracidad de esta historia por ustedes mismos. Basta con ir a la sala de maternidad, al ventanal desde donde se pueden ver las cunas de los recién nacidos. Ahí, torcido pero firme, se encuentra un pequeño trozo de papel que recita en tiritonas pero muy legibles letras “Advertencia: Disfrutar de la vida puede causar la muerte”.
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