OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

domingo, 5 de octubre de 2008

Sofía Virgo en: Desayuno Con Sus Primos

Rincón de los Relatos

Una de las tantas ocasiones donde Sofía mostró su habilidad detectivesca fue un fin de semana que se quedó a dormir en casa de sus primos. Ella y su tía se arreglaban en el baño con gran esmero. Mientras, sus primos ya se habían dado un festín con el desayuno.
-Eso nos pasa por quedarnos charlando antes de venir a desayunar – notó la tía de buen humor cuando llegaban justo al levantarse sus hijos de la mesa. Sin embargo esa buena disposición cambió de inmediato cuando vio cómo su puesto no sólo había sido ocupado sino que su jugo especial y el último trozo de pastel reservado para ella ya alguien los había consumido.
-¡¿Pero qué pasó acá!? – chilló furiosa - ¡Cabros de porquería, me dejaron las puras migas! – y antes que reaccionaran sentenció - ¡Ni se atrevan a correr, nadie se mueve hasta que me digan quién fue! – los tres sospechosos quedaron congelados y asustados pero ninguno estaba dispuesto a delatar al culpable. La tía entonces, como Sofía misma ya esperaba, se le quedó mirando.
-Querida tía – respondía solemnemente – no esperarás que yo delate a uno de mis primos.
-Si quieres irte al colegio tienes que tratar al menos de sacar la verdad – rebatió muy seriamente.
-Haré lo que pueda – respondió entonces la detective de mala gana y miró atentamente el puesto de su tía. Al centro, un plato lleno de migas y el último trozo de pastel dejado ahí prácticamente como una abierta burla a la dueña de casa. También, a la izquierda del plato, había un vaso con su contenido totalmente vaciado. Luego miró de reojo a sus primos, sentados en fila según su madre se los ordenó. Parecían sospechosos listos para ser interrogados. Pero en vez de eso se dedicó a observarlos. Martina, la menor, sólo le devolvía una sonrisa destacable siempre por sus eternos dientes de lata. José, el hermano de al medio, ni siquiera parecía poner atención tenía una lata de conservas en su mano y peleaba con el inútil abrelatas para zurdos que compró su mamá. Tomás, el mayor, jugaba con su celular mientras todo se arreglaba.
-¡Pregúntales quién fue de una buena vez! – la tía perdía la paciencia al ver que Sofía sólo se dedicaba a observar.
-Para qué si no van a decir nada – entonces tomó su mochila y de ella sacó la más común de las lupas aunque la mejor en sus manos. Se acercó entonces al pastel, comido a la rápida y con las manos. Fijó el lente en el borde del trozo dejado. Una mordida perfecta casi como si fuera la marca dejada por el criminal a propósito remarcando la habilidad de su fechoría. Miró luego el vaso. La huella de pulgar por el costado derecho del vaso evidenciaba que el culpable debió comer el pastel primero y beber luego, era más bien una mancha de chocolate con forma de dedo.
-Supongo – se dirigió a sus primos – que ninguno tiene las manos sucias– automáticamente los tres mostraron sus manos por ambos lados. Todas estaban limpias y bien cuidadas, incluso las uñas.
-Querida tía – dijo Sofía – pensé que podía encontrar al culpable si tenía las manos sucias pero ya ve que no es así. Era mi única pista – terminaba levantando los brazos en señal de derrota.
-¡Cabros de porquería serán estos! ¡Váyanse al colegio de una buena vez!– la tía no tuvo remedio, aceptó quedarse sin nadie a quien culpar. Mientras decía esto Sofía miró a sus primos y sin que la afectada lo notara les guiñó un ojo para darles a entender que estaba de su lado.

¿Será posible? ¿Sofía Virgo derrotada por un caso tan simple a primera vista? De un principio Sofía advirtió a su tía que no delataría a sus primos. Tal vez sí dio con el culpable pero cumplió con su promesa de no delatarlo. Cualquiera sea la verdad hay una único hecho real: uno de los tres se comió el desayuno especial de su madre. Amigo lector, antes de seguir: ¿Te crees capaz de deducir quién se comió el pastel de la tía?

Sofía y sus tres primos se habían alejado ya dos cuadras de casa. José entonces se atrevió a decir: - Prima, estoy seguro que sabes quién fue – los cuatro se detuvieron en seco y los tres hermanos miraron atentamente a su familiar con complejo de detective.
-Por supuesto que lo sé. ¿Fuiste tú verdad Tomás? –
-Pero ¿cómo te diste cuenta? me limpié muy bien las manos para borrar toda evidencia -
-Cierto y es una suerte que hayas puesto cuidado en eso, así pude utilizarlo como escusa para no delatarte – explicó Sofía – Pero se te olvidó la evidencia en la escena misma del crimen – los hermanos guardaron total silencio esperando la explicación.
-Verás – comenzó – Si bien eran tan sólo un plato y un vaso habían dos importantes evidencias allí. Primero el pedazo de pastel, claramente no usaste los cubiertos para comerlo así que quedó una marca de mordida en ese último trozo. Segundo, el vaso puesto a la izquierda y con una mancha de pulgar por el lado derecho. Esto último no pudo haber sido hecho sino por una persona zurda, basta con hacer el ejercicio práctico de sentarse y dejar el vaso a la izquierda con la mano izquierda. Puede tratarse de una coincidencia pero lógicamente toda la fechoría fue hecha apresuradamente por lo que el vaso y la mancha quedaron en “sus posiciones naturales” sin dejar lugar a un montaje más elaborado.
-No pensé que sabías que yo soy el único zurdo de los tres – comentó Tomás y al mismo tiempo desafió: - pero sin embargo el culpable no sería necesariamente zurdo. Cualquiera pudo tomar el pastel con la derecha y el vaso con la izquierda.
-¡Oh claro! pero la huella del pulgar izquierdo en el vaso estaba manchada con chocolate por lo tanto hiciste todo con la mano izquierda – fue en este punto cuando Sofía se dio el tiempo de disfrutar los rostros de asombro y contrariedad de sus primos.
-Y sobre si eres el único zurdo, la verdad, no necesitaba saberlo. Es ahí cuando entra la importancia de la mordida. Mientras José intentaba abrir ese tarro recordé cuantas veces reclamaba porque no le servía ya que esta diseñado para zurdos, por lo tanto José quedó descartado. Mi fijé entonces en lo perfecta de la mordida del pastel, incluso visto con lupa parecía una obra de arte cosa imposible viniendo de alguien que lleva frenillos montados en sus dientes.
-Supongo que te debo una Sofi – dijo al fin el culpable al verse totalmente descubierto a lo que ella respondió como siempre:
-No me debes nada primo, recuerda: Sofía Virgo, detective a cargo sin cargos.

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