La tripulación de la pequeña nave de asalto estaba perdida. Frente a ellos, a unos 500 kilómetros, la poderosa y prestigiosa Aquarius había lanzado un mortífero misil hacia ellos. Faltaban 20 minutos para un impacto inminente. Cuando de eso se dieron cuenta se miraron entre los cinco, desesperanzados pero aceptando el destino y así apagaron todos los motores. El silencio volvía a apoderarse del espacio ante una cuenta regresiva de lapsos infinitos.
- Así que este es el final – murmuró Svrecic mientras soltaba el timón dejando caer sus brazos lánguidos y sin voluntad.
- Lo es – admitió finalmente el capitán Frelle después de un largo silencio.
- ¿Y qué haremos mientras corre el reloj? – preguntó de pronto la joven Zhang en un ánimo desentonado.
- No es tan malo después de todo, es una buena manera de acabar con nuestros problemas – opinó el viejo estratega Vent tomando el lado más amable de la situación.
- Eso lo dice porque ya no le queda mucho por vivir pero yo... ¡Yo no debería morir, no ahora! – rebatió Zhang enérgica, como queriendo derrochar toda la pasión que le quedaba por gastar antes de morir.
- ¡Oh vamos! Llevamos tanto tiempo en guerra que seguro no habría más vida para ti que calcular trayectorias de disparo – se burló Vent aprovechando el momento para olvidar la cuenta atrás. Un enojado refunfuñar fue toda la respuesta que recibió.
- No puedes ser tan pesimista Víctor – apuntó Frelle al discurso del viejo.
- Lo dice el capitán que va a perder su nave y su tripulación en 17 minutos – y Vent dio rienda suelta a una risotada, sin esconder algo de nerviosismo en ella.
- Tu genial estrategia nos trajo hasta acá anciano – Olivia Erols no había intervenido hasta ese momento. Siempre se ha destacado por mantenerse con inmutable frialdad ante situaciones de crisis. De pronto sonó la alarma de la puerta de la cabina, era Zhang que volvía de buscar refrescos para todos.
- Sería mejor tomarnos una soda y portarnos más amenos de una vez por todas. Si vamos a estallar al menos hagámoslo en paz – y con una señal de cabeza, los otros cuatro dieron su visto bueno a la propuesta.
Cada uno entonces se volvió a sus puestos respectivos en la cabina, preparándose para una nueva misión. Cada uno con una soda en la mano y controles ya inservibles al frente, se dedicaron a encarar al espacio, a beber su último trago, a pensar en todo aquello que iban a perderse.
- Al menos ya no tendré que cumplir con el sueño de mi padre – recordó Zhang luego de haber buscado una razón para que dejar todo atrás no fuera tan malo.
- ¿Y cuál es ese sueño? – Svrecic siguió el flujo de la nueva conversación.
- Quiere que me convierta en abogada. ¿Me imaginan a mí en la universidad? ¡Oh no! eso no es para mí – respondía lanzado la lata de soda al suelo.
- Lo que es yo me alegro de no tener que verle el rostro a mi ex-esposa – Svrecic lo decía como un triunfo – No más demandas, ni escándalos públicos, ni llamadas amenazantes... –
- A mi me están esperando prácticamente todos los bancos de vuelta a casa, hasta a algunos prestamistas ilegales les debo sus buenos billetes – Erols se recostaba en su silla, al fin aliviada de tantos años de interminables deudas.
- Quizás hubiésemos compartido celdas Olivia, el tribunal militar todavía me culpa de la muerte del sargento Heims. Estoy seguro me condenarían apenas terminada esta misión – y si había algo que aterraba al capitán era el encierro. La muerte se le presentaba de pronto como la liberación perfecta.
- ¿Y usted viejo? ¿alegre de que todo terminé también? – rió Zhang luego de escuchar al resto no sólo aceptar sino darle la bienvenida a ese misil que rápidamente acortaba distancias.
- Yo debería estar retirado a esta altura, condenado a vivir de una pensión y alimentando patos en la pileta de la plaza central. Si mi vida tiene que terminar mejor que sea sin pasar todos esos años de tedio infumable – De pronto todos parecían estar de acuerdo en que terminar como polvo espacial no era tan horrible, tanto así que Zhang recogió su lata de soda del suelo y propuso un brindis el cual tuvo la misma aceptación ahora que en vísperas de año nuevo.
Un pequeño punto blanco se asomaba a lo lejos. Cada uno entonces volvió a sus puestos, listos para la batalla una vez más. Cada uno hizo sus cálculos en silencio: un minuto restaba. Se despidieron de la gente que amaban, de los recuerdos atesorados, un repaso final mientras el punto blanco aumentaba su tamaño a la velocidad de la luz. Diez segundos y todos cerraron los ojos. Los reconfortaba saber el segundo exacto de sus muertes. Todos escucharon entonces un tronar fuerte pero lejos mucho más escandaloso que el leve tambaleo bastante distinto al imaginado a causa del impacto del misil. El anciano Vent entonces abrió tímidamente los ojos como enfrentando de cara al sol.
- ¿Qué diablos? – exclamó sorprendido.
- ¡El misil nos erró! – respondía Zhang incrédula.
- ¡Imposible! – dijo el resto al unísono. Entonces volvieron a mirarse estupefactos, al igual como lo hicieron cuando se enteraron del lanzamiento del misil. No sabían que decirse y hasta recuperaron esa desesperanza del comienzo. Todo aquello quedó plasmado en la frase de Olivia.
- ¿Y ahora qué hacemos? -
- Así que este es el final – murmuró Svrecic mientras soltaba el timón dejando caer sus brazos lánguidos y sin voluntad.
- Lo es – admitió finalmente el capitán Frelle después de un largo silencio.
- ¿Y qué haremos mientras corre el reloj? – preguntó de pronto la joven Zhang en un ánimo desentonado.
- No es tan malo después de todo, es una buena manera de acabar con nuestros problemas – opinó el viejo estratega Vent tomando el lado más amable de la situación.
- Eso lo dice porque ya no le queda mucho por vivir pero yo... ¡Yo no debería morir, no ahora! – rebatió Zhang enérgica, como queriendo derrochar toda la pasión que le quedaba por gastar antes de morir.
- ¡Oh vamos! Llevamos tanto tiempo en guerra que seguro no habría más vida para ti que calcular trayectorias de disparo – se burló Vent aprovechando el momento para olvidar la cuenta atrás. Un enojado refunfuñar fue toda la respuesta que recibió.
- No puedes ser tan pesimista Víctor – apuntó Frelle al discurso del viejo.
- Lo dice el capitán que va a perder su nave y su tripulación en 17 minutos – y Vent dio rienda suelta a una risotada, sin esconder algo de nerviosismo en ella.
- Tu genial estrategia nos trajo hasta acá anciano – Olivia Erols no había intervenido hasta ese momento. Siempre se ha destacado por mantenerse con inmutable frialdad ante situaciones de crisis. De pronto sonó la alarma de la puerta de la cabina, era Zhang que volvía de buscar refrescos para todos.
- Sería mejor tomarnos una soda y portarnos más amenos de una vez por todas. Si vamos a estallar al menos hagámoslo en paz – y con una señal de cabeza, los otros cuatro dieron su visto bueno a la propuesta.
Cada uno entonces se volvió a sus puestos respectivos en la cabina, preparándose para una nueva misión. Cada uno con una soda en la mano y controles ya inservibles al frente, se dedicaron a encarar al espacio, a beber su último trago, a pensar en todo aquello que iban a perderse.
- Al menos ya no tendré que cumplir con el sueño de mi padre – recordó Zhang luego de haber buscado una razón para que dejar todo atrás no fuera tan malo.
- ¿Y cuál es ese sueño? – Svrecic siguió el flujo de la nueva conversación.
- Quiere que me convierta en abogada. ¿Me imaginan a mí en la universidad? ¡Oh no! eso no es para mí – respondía lanzado la lata de soda al suelo.
- Lo que es yo me alegro de no tener que verle el rostro a mi ex-esposa – Svrecic lo decía como un triunfo – No más demandas, ni escándalos públicos, ni llamadas amenazantes... –
- A mi me están esperando prácticamente todos los bancos de vuelta a casa, hasta a algunos prestamistas ilegales les debo sus buenos billetes – Erols se recostaba en su silla, al fin aliviada de tantos años de interminables deudas.
- Quizás hubiésemos compartido celdas Olivia, el tribunal militar todavía me culpa de la muerte del sargento Heims. Estoy seguro me condenarían apenas terminada esta misión – y si había algo que aterraba al capitán era el encierro. La muerte se le presentaba de pronto como la liberación perfecta.
- ¿Y usted viejo? ¿alegre de que todo terminé también? – rió Zhang luego de escuchar al resto no sólo aceptar sino darle la bienvenida a ese misil que rápidamente acortaba distancias.
- Yo debería estar retirado a esta altura, condenado a vivir de una pensión y alimentando patos en la pileta de la plaza central. Si mi vida tiene que terminar mejor que sea sin pasar todos esos años de tedio infumable – De pronto todos parecían estar de acuerdo en que terminar como polvo espacial no era tan horrible, tanto así que Zhang recogió su lata de soda del suelo y propuso un brindis el cual tuvo la misma aceptación ahora que en vísperas de año nuevo.
Un pequeño punto blanco se asomaba a lo lejos. Cada uno entonces volvió a sus puestos, listos para la batalla una vez más. Cada uno hizo sus cálculos en silencio: un minuto restaba. Se despidieron de la gente que amaban, de los recuerdos atesorados, un repaso final mientras el punto blanco aumentaba su tamaño a la velocidad de la luz. Diez segundos y todos cerraron los ojos. Los reconfortaba saber el segundo exacto de sus muertes. Todos escucharon entonces un tronar fuerte pero lejos mucho más escandaloso que el leve tambaleo bastante distinto al imaginado a causa del impacto del misil. El anciano Vent entonces abrió tímidamente los ojos como enfrentando de cara al sol.
- ¿Qué diablos? – exclamó sorprendido.
- ¡El misil nos erró! – respondía Zhang incrédula.
- ¡Imposible! – dijo el resto al unísono. Entonces volvieron a mirarse estupefactos, al igual como lo hicieron cuando se enteraron del lanzamiento del misil. No sabían que decirse y hasta recuperaron esa desesperanza del comienzo. Todo aquello quedó plasmado en la frase de Olivia.
- ¿Y ahora qué hacemos? -
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