OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

martes, 2 de marzo de 2010

Nunca Se Detiene

Desván Para Pensar

Hace ya muchos años que llegué a vivir a la capital desde una pequeña ciudad al sur y quizás lo único que aún me sorprende es la incapacidad para detenerse de esta ciudad, ni siquiera es que viva apresurada, es más bien un juego sin entretiempos único momento de replantear lo vivido, de planificar lo que viene. Me fui como todos los lunes al trabajo, el mismo tráfico de siempre, las calles, los edificios, la gente mendigando en los semáforos, un día cualquiera. Llegué a la hora de todos los días y me dirigí a mi oficina. Allí mi jefe me dio los saludos de rigor y luego de encender el computador nuevamente al trabajo mismo. Se apareció entonces la gerente de todo. Bastaron un par de palabras para entender que estaba más sedienta de dinero que nunca, Marzo le traía buenas vibras. La entrega del informe típico de los Lunes y los reclamos subsecuentes clásicos por descalces y otros pequeños detalles que urgen corregir.

Apenas desperté encendí el televisor. Los canales nacionales estaban metidos todos en el mismo baile, los conductores con rostros pesados por las horas ininterrumpidas y corresponsales transmitiendo desde lugares insólitos y remotos. Fue demasiado quizás, lo mismo una y otra vez, cifras que aumentan, caos que estalla, sifrimiento a destajo. Cuánta locura, estos caos demuestran el verdadero rostro del ser humano, aquél que sólo cuida de sí mismo, cuya supervivencia a toda costa es el fin último y la prioridad mayor. Cuán lejos estamos de esos mundos útopicos sostenidos por la colaboración, por el sentir a la humanidad como un ente único. La singularidad, la violencia, la avaricia, única combinación incrustada de verdad en el ADN de todos.

No dormí mucho la verdad, no porque estuviera asustado sino por dormirme demasiado tarde y por querer despertar demasiado temprano y no perder detalle de lo que en la madrugada se sabía la notica del año, de la década por seguro. Hay mucha confusión. Muchas zonas han perdido cualquier forma de hacer contacto y nada se sabe salvo el mapa con los sectores donde la catástrofe se expandía. La televisión mostraba imágenes de edificios a mal traer mientras periodistas más valientes (o más sometidos) se veían embarcados en lograr tener pistas de localidades más cercanas al epicentro mismo de todo el problema. Se veían imágenes y se escuchaban relatos de una capital cuya resistencia parecía ejemplar salvo aquellos puntos debilitados por seudo magnates sin escrúpulos. La realidad se hacía más cruda al pasar las horas y el televisor que se destruyó en mi casa cada vez más parecía una ridiculez comparado con el daño real al que nos enfrentábamos.

Plena noche, con la luz cortada, el suelo lleno de cosas lanzadas con violencia, respiraciones aún agitadas y recuperando algo el alivio, incredulidad ante todo. Empezó como un temblor ante el cual quedé congelado esperando a que se detuviera pero no fue así. Segundos despues la tierra se sacudía con fuerza esa mancha que no podía quitarse y con los consejos televisivos incrustados en el cerebro fui impulsado a colocarme debajo de la corniza de una puerta. Me afirme de ella mientras escuchaba el clamor de las profundidades del planeta y el chillido de los objetos que no comprenden porqué son tan violentamente asotados contra el piso. La luz estalló y se fue, los autos imploraban auxilio, mírabamos a todos lados como buscando algún techo caido o quizás una respuesta. Fue muy fuerte pero nada nos pasó y por lo que veíamos nadie había sufrido daños mayores, veía mi colección de latas de bebida en el suelo y me lamentaba profundamente tener que levantarlas todas de nuevo y así volver todo a la normalidad.

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