OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

miércoles, 27 de enero de 2010

El Director

El Rincón de los Relatos
La ciudad comienza a moverse, es temprano en un día cualquiera y el ajetreo se siente cada vez más fuerte. Gente caminando rápido y con los ojos pegados al suelo, autos forzando el tráfico a bocinazos. Dentro de todo el barullo el Director se dirige a su escenario a las orillas de un puente bajo el cual pasa un río contaminado de ciudad y despreciado por la rutina.
Va con unos enormes audífonos, de chaqueta negra a pesar del intenso calor veraniego, camina ansioso, nervioso, mueve sus manos repasando los últimos movimientos, recordando tiempos y compases, va con los ojos cerrados visualizando cada nota y soñando con los aplausos. Se detiene en medio del puente y se sitúa en una terraza que sobresale levemente de la estructura, hecho a su medida, perfecto. Con un gesto toma la batuta invisible y comienza el concierto.
Personas pasan a su lado y observan su locura, un tipo en las primeras horas del día esta ahí en el puente moviendo las manos, algo perdido, confundido quizás. El Director no ve a nadie, está concentrado en dirigir su sinfonía hacia el torrente denso del río. ¿Será un director de filarmónica retirado? ¿Un esquizofrénico tal vez? la gente ríe mientras ven al loco con sus aletazos sin sentido otros le toman fotografías a tan pintoresco espectáculo.
Me quedé mirándolo un rato, tratando de adivinar que obra dirigía. Al final me pareció más bien orquestaba su propia obra, algo novedoso, su regalo para la ciudad tan acostumbrada a los ruidos agresivos y monótonos. Entré en su locura entonces porque por primera vez ponía atención a los tacones de los transeúntes chocar contra el suelo y seguían un compás aterradoramente perfecto. El Director enloquecía, movía la cabeza como estrella de rock, en su casi calvicie estoy seguro imaginaba una cabellera larga y canosa que le daba fuerza a su dirección orquestal. Las sintéticas bocinas del tráfico pronto sintieron el yugo del director, se rindieron ante su batuta mágica y sintonizaron en una melodía nunca antes escuchada que sin embargo creaba las ilusiones más fantásticas, rival digna de la música de siglos atrás.
Tapé mis oídos un momento para salir de esa droga mental, era imposible lo que estaba viviendo. Saco entonces mis manos y no sólo el caminar, ahora la respiración de las personas estaban siguiendo una serie de corcheas y negras, un ritmo que contagiaba al corazón y lo volvía loco, lo sacaba de sincronía para volverse una bomba latiente a voluntad del Director. Hasta el río cambiaba la velocidad de su caudal según las leyes de aquel hombre envuelto en misterio.
De pronto, con un batir violento de ambos brazos, el Director termina su acto. De golpe volví a la realidad y al mirar a mi lado un gentío improvisado se restregaba los ojos y picaba los oídos en incredulidad colectiva. El Director entonces hacía reverencias hacia el río, dándonos la espalda, y nosotros aplaudimos su acto sinceramente maravillados. Estoy seguro que, cuando volvimos a nuestra rutina todos nos dimos cuenta que sólo el Director llevó audífonos todo el tiempo, fue el único entre todos que escuchó todo el tiempo música real.

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