OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

martes, 10 de noviembre de 2015

Amor Sintético

Rincón de los Relatos

En los rápidos tiempos del presente, en los tecnológicos tiempos del presente, en los impersonales tiempos del presente, pocos momentos hay para sentarse en la banca de una plaza y entablar una conversación espontánea con alguien que te vaya enamorando tan lentamente que la historia se hace imperceptible y la anécdota maravillosa. No, hoy las almas solitarias abundan y miran sus manos vacías que sosteniendo un aparato electrónico se han olvidado que les gusta más tomarse de otras manos. Y así, como cuando el hombre tuvo sed a alguien se le ocurrió darle de beber Coca-cola, un séquito de sanguijuelas, sin duda brillantes, inventó el mercado del amor sintético.


“Somos Románticos (SOMRO)” fue el primer emprendimiento del rubro y su idea era sencilla. Buscaban parejas de enamorados, que hirvieran de amor, y les ofrecían grandes sumas de dinero para extraerles un poco de ese sentimiento y llevarlos a sus fábricas en un proceso patentado y bajo estricto secreto. En pocas semanas presentaron una botella de refresco rojo, “The L-ixir”, que prometía al tan solo beberlo recrear el mismo sentimiento de amor que experimenta una pareja de novios. Fue un boom.

Como la peste negra, las “start-up” románticas aparecían por todos lados y tantas fracasaron y tantas llegaron al éxito hasta finalmente consolidarse como una industria sería, respetada y poderosa porque después de todo ¿quién no querría un poco de amor al alcance de un anaquel de supermercado? La verdadera expansión del amor sintético no llegaría realmente hasta la creación de “LOSE”, Love Stock Exchange o Bolsa de Valores del Amor para los poco entendidos. 

El 5 de marzo de hace cincuenta años se abrieron las primeras transacciones con aquellas empresas que habían logrado sintetizar diferentes formas de amor en variados productos como bebidas, dulces, chocolates e incluso ingredientes para comidas y pizzas congeladas. El mercado de acciones comenzó representado en ese entonces por cien compañías estando “Amor Filial (AMFIL)”, “Love To Give (LUV2G)” y “Abrazando con Cariño (ABRAC)” entre las tres que más transaron en la inauguración en un descontrol de ventas intrazable. También las empresas más modestas dentro del índice tuvieron un éxito descontrolado es cosa de ver el caso de la pequeña pero poderosa “Amor Secundario (AMOR2)” que partió con acciones a un valor de 12 dólares y solo ese día, prometiendo a sus clientes diez minutos de amor de amante sin tener amante con cada chicle, elevó su valuación a 1.000 dólares por acción. Los fundadores felices con sus triunfantes empresas y los solitarios rebosantes de alegría sabiendo que el tan esquivo amor estaba esperando florecer al destape de una botella. La industria perfecta.

El Presidente ejecutivo de AMFIL, Gregorio Reyes, padre de 12 hijos, comienza relatando en una famosa entrevista: “tener doce hijos en tu casa cuando son chicos, cuando el mayor apenas está en primer año de universidad, demanda todo tu tiempo y tu cariño y créeme, yo los amo a todos y mucho” a dos meses de que LOSE empecerá sus funciones, y Reyes continuaba “pero cuando es tu hijo menor el que lanza el birrete al cielo para comenzar su propia vida, sientes nostalgia y te encuentras de sorpresa con una cantidad de tiempo y dedicación sin nadie a quién entregarla. De ahí nacieron las primeras luces de sintetizar el amor hacia los hijos y comencé a entender que el amor no se diferencia de ningún otro producto que produce placer. Porque dejémoslo en claro: el amor es algo bueno, un bien, y es intercambiable, es decir lo hacemos todos, todos los días cuando damos un beso, cuando tomamos la mano del otro, cuando palmoteamos una espalda en señal de aliento.”

El dilema para las fundadoras de LOSE nunca fue ético sino económico. ¿Cuánto vale una lata de refresco de amor filial sintético de AMFIL? ¿Cuánto amor representa una taza de café de ABRAC? Sin duda parece algo imposible de medir a primera vista pero Tanaka Natzumi, socia fundadora de “Soul Feed (SFEED)”, lo aclara muy buen en el artículo del “Journal” de Amor Económico. “Si bien el concepto Amor no se puede medir y por lo tanto tampoco transar, los gestos que uno interpreta como amor son más concretos. Por ejemplo, si usted observa a dos personas caminando por la calle, por separado, su valor de amor sin conocer otro antecedente, es cero. Pero si los viese caminar de la mano de inmediato supone la presencia de amor y si los ve besándose entonces ese valor sin duda aumenta, sin duda la pareja besándose representa un amor más ‘caro’ que aquellos que solo se toman de la mano.”

Así SFEED se especializa en comercializar humus para el amor espiritual, LUV2G el amor sintético por el cuidado hacia las mascotas en chocolate, ABRAC en abrazos en bolsas de té y así. Es de memoria colectiva la publicidad de LUV2G donde aparece una niña alérgica a los pelajes de todas las mascotas que sus padres le llevan hasta que un día llegan con una caja con el logo de la empresa a la casa, la niña la abre y en su interior encuentra una suculenta barra de chocolate con forma de canino que al comer tan solo un cachito te impregna del mismo amor que sientes al tener y cuidar a un cachorro. No es tener un perro sin embargo la sensación es la misma y la niña no nota la diferencia y el precio, mucho más conveniente y el producto, mucho más duradero. “El amor de un ¡guau! ¡guau! en un ¡ñam! ¡ñam!”. La popularidad fue tal que los dueños de LUV2G rápidamente treparon a estar entre los más grandes millonarios ¡billonarios! del mundo.

El problema es que no era real y no se trata de un problema del alma ni mucho menos. AMFIL entrega amor de familia a las personas que no tienen familia y cada vez más las personas prefieren la sencilla y poco comprometida versión de AMFIL a una familia verdadera. El temor de algunos especialistas se basa en que todas las empresas usan como materia prima el amor real y si el crecimiento de compañías como AMFIL sigue a su ritmo actual el amor real se hará más escaso elevando los costos de producción y dejando entonces al amor como un producto lujoso solo disponible para los más ricos de la sociedad. A pesar de ello a las empresas LOSE le importa un rábano. En un panel de televisión, Geraldine Troper, sicóloga y enemiga pública de LOSE le hablaba de frente y agresiva al presidente de “Sincrolips (KISSX) Gabriel Stange: “usted cuenta con que vivamos cada vez más en un mundo impersonal y distante, por usted ojalá estemos conectados para siempre a nuestros computadores con una caja de besos lista para consumir a nuestro lado como si el amor y el cariño fuesen bienes de consumo reducibles a una pastilla de menta.”. El irónico e irritante Stange le contesta “digamos que quiero un abrazo suyo ¿cuánto debería pagarle?” indignada la sicóloga le responde “¡por nada del mundo le daría un abrazo a un tipo desagradable como usted!” entonces él le sonrió y le dijo “y si hacemos las paces, si decido cerrar mi compañía de 30 billones de dólares y unirme a su causa, ¿usted lo haría?” Geraldine lo pensó un momento y contestó “si usted se uniera de corazón a mi causa, le daría un abrazo” Stange se echó para atrás en su silla y triunfante y burlesco le respondió “¿lo ve? le hemos puesto un valor a nuestro abrazo”.

Debo reconocerlo, detesto tanto mi trabajo que recurrí a los suculentos productos de “Pasión Por Lo Que Hacemos (PPLQH)” cuya venta de amor por el trabajo sintético en ruedas de cereal me parece sumamente conveniente y bien pensado. Antes de PPLQH pensaba que para amar lo que uno hace había que pasarse la vida experimentando y buscando el trabajo ideal, la pasión por la profesión, la vocación, pero es tan simple como comprar unas cajas de amor para el desayuno y listo. Ahora amo lo que hago, me encanta ir a la oficina y pasarme horas frente al computador realizando las tareas más aburridas del planeta para hacer millonario al tipo que desprecio. También entendí a mi novia cuando me dijo que había comprado amor de amante brindado por AMOR2. No me está engañando, no está viendo a nadie más es solo un empaque con cariño falso. ¿O no? ¿Realmente amo mi trabajo es solo las deliciosas hojuelas con azúcar las que me hacen creer?

Después de cuatro décadas de consumir cereal y yendo al mismo trabajo ¿qué ha cambiado? No sabría describirlo bien. Me recuerda a la época cuando el aire se apoderaba de las bolsas de papas fritas porque siento que debo comer más cada mañana para sentirme satisfecho, no de hambre sino de ganas por ir a mi trabajo. Manejar hasta la oficina se me hace difícil y ocasionalmente se me abre el apetito por bajar el vidrio del auto y gritar fuerte, no sé cómo describirlo, cómo llamarlo. A la hora de almuerzo un colega me pasó un pote lleno de humus de aspecto pálido y deslavado “un cucharón grande en la mañana y te vas a calmar” me dijo. Tres años después necesitaba de dos cucharones. Luego de tres.

Ya no puedo comprar más cereales de PPLQH o tendría que gastar más de un tercio de mi salario en desayuno y ni hablar del humus de SFEED que está a precio de diamantes. No queda de otra que comprar los productos más baratos fabricados con los remanentes de amor real de las grandes compañías. Las comidas “light” bajas en amor y las “zero”, ya puramente sintéticas, son casi lo único que se ve y aunque a la larga te acostumbras sabes que beber litros de jugo de naranja light de “Abrazos al Costo” para sentir un poco de cariño es humillante.

No recuerdo cual fue pero hace un mes la última compañía de la desaparecida LOSE se fue a bancarrota. La imposibilidad de conseguir materia prima, o sea amor real, fue una carga imposible de sobrellevar. ¿Qué hacer ahora? Apenas tenía cinco años cuando consumí mi primer pedazo de amor sintético y muy pocos deben recordar el mundo antes de eso. Ahora se ve a los jóvenes bebiendo litros de “Darling Spirits” que combina el amor sintético con alcohol para aumentar el efecto y a otros ensimismados con la nueva moda de conectarse a los simuladores de amor sintético disponibles en internet. ¿Cómo diantres se puede simular algo sintético? Me moriré sin saberlo, un viejo patético añorando en sus últimos días una tacita de té caliente de ABRAC.

viernes, 28 de agosto de 2015

Adormecida

Rincón de los Relatos

“¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Avísame si me escuchas… ¿alguien en casa?”
Aunque es imposible, él jura escuchar el sonido. Metal contra metal. En realidad es la imagen del contacto entre la pica y el mineral. Se imagina el ruido. Esas notas de guitarra solitaria al principio, la voz suave del cantante esperando explotar en medio de la canción. Se siente ahogado, entumecido, magníficamente bajo un manto de agua, dulce, pura.

“Relájate… necesito algo de información, nada más algo básico… ¿dónde te duele?”
El corazón, el centro mismo de la vida se ha ido y ahora soy una perla opaca, dura y tosca cuando es mis mejores tiempos… sí… azul, llena de sueños y esperanzas de un mundo de paz, uno eterno. Pero no fui capaz y ahora debo estirar mis brazos hacia la oscuridad gélida y aterradora en busca del color perdido. Para devolver a los rostros de mis queridos hijos el fuego de la vida que han perdido.

“No hay dolor, te estás desvaneciendo. Una nave humeando en el horizonte… solo llegas en pequeñas olas”
Él levantó la vista y la vio brotar del agujero. Había derrotado a la dura barrera de hierro del asteroide y desde su centro, un centro acaramelado, un centro con la fuente de la supervivencia. ¡Agua! Grita mientras manipula el tubo aspiradora que emerge desde su nave para llevarse la mercancía. Cada mililitro del suculento botín es un placer mil veces mejor que cualquier droga y cuando por la manguera corre el líquido presuroso hacia su tanque siente cómo penetra hasta su estanque y cierra los ojos imaginando humedecerse en una tina llena de agua hasta al tope.

“¿Te puedes poner de pie? Presiento que está resultando bien, tanto que puedes continuar tu show, ¡vamos! ¡Es tiempo de seguir!”
En mi superficie ya no es posible sustentar la vida. Lo hicieron, lo lograron, soy una extensa planicie de barro seco y fracturado. Cuánto rojo se ha derramado por un poco de transparente y ya no se trata de bombas y balas ya no hay para eso. Niños luchan con juncos muertos hasta dejarse paralizados, mujeres se golpean hasta perder el aliento, hombres se pasan el día recogiendo piedras que ayer fueron usadas para tumbar a otro. Es patético cuando se reúnen a esperar las naves que en ocasión vuelven del espacio con sus tanques llenos de agua cosechada en fríos campos rocosos. Elevan sus manos pidiendo piedad, perdón a un Dios que ya se aburrió de las súplicas, entonces los pilotos abren sus compuertas y dejan caer la lluvia vital y empiezan las pugnas porque ni en ese estado tan desesperado dejan de sonar los cráneos aplastados ¡qué sonido tan macabro! ¡La sangre a borbotones! ¡la piel desgarrada! ¡los brazos hechos trizas tratando de agarrar con el puño un poco de agua y llevársela a la boca para retenerla ahí por horas!

“Cuando era un niño, vi un destello fugaz pasar por el borde de mis ojos… pero cuando me di vuelta ya se había ido”
El piloto se queda con un poco de agua para él y sin tocar suelo vuelve a elevarse para buscar más. Lleva años yendo y viniendo en ese pedazo de chatarra móvil que no ha dejado de oler a orina y a mierda y a transpiración y él mira sus manos sucias y su cuerpo con escaras de mugre y sus pies negros y rostro triste, miserable. Desde que recuerda nunca ha pisado suelo más que el oxidado metal de su nave extractora. Nunca ha visto más que negro y gris, debe ser mudo porque nunca ha hablado, debe ser uno de los últimos humanos porque nunca podrá interactuar con otro. Sabe que es peligroso. La mitad está esperándolo en Tierra para acribillarlo por un centilitro de agua y la otra para embestirlo con su nave hasta dejarlo varado en el espacio para apropiarse de un suculento y mojado asteroide.

“El niño ha crecido, el sueño ha terminado… y me he vuelto cómodamente adormecida”

Me pensaron generosa, me creyeron enorme. Me pensaron enorme, me creyeron infinita. Me pensaron infinita, me creyeron inagotable. Se pensaron únicos, se creyeron invencibles. Escupieron en mi piel su avaricia desmedida, su enervante ritmo taciturno me volvió también melancólica y me hizo pensar en la vida como una sucesión de cosas y eventos al azar sin sentido ni dirección, me convertí en una esfera girando a lo loco, moviéndose sin rumbo. Era poderosa, era respetada por todo el universo menos por estos necios autofílicos que se apoderaron de mi prestigio. Les di todo y ya no puedo más. Estoy helada por dentro, seca por fuera. Ya no puedo respirar. Mis preciosas montañas ahora son líneas planas, negras. Un silbido agudo y constante emerge por mis grietas adormecidas. Un par de naves regresan. Es darle sangre a gotas a un hombre que le han cortado los brazos y las piernas.

martes, 5 de mayo de 2015

El Hombre Que Podría Destruir Al Mundo

Rincón de los Relatos

La velocidad es fascinante, el viendo atraviesa mi mente desatando ideas extraordinarias, la lluvia vertical sobre mi cabeza me recuerda que esta las leyes universales son flexibles y entonces supe cómo hacerlo. Entre los gritos envidiosos de las máquinas móviles mi plan cuadraba, tan fuerte como el rugido de la inmensa velocidad, tan cierto como mi vida en riesgo al filo del suave asiento de mi caballo metálico. Despierto.

¿Qué tal si tuvieses entre tus manos la idea más grandiosa de todas? ¿No saldrías a correr a toda velocidad? ¿y si esa idea se tratara de cómo destruir el mundo? ¿te negarías a llevarla a cabo? ¿de verdad desecharías lo mejor que jamás se te ocurrirá en la vida solo porque acabarás con todo? Ese sueño lo recuerdo siempre, representa el mundo destruido decenas de miles de años más adelante.

“Es un sueño que te promete un futuro brillante, pero corto Karak” me dijo el druída del clan y le creí, es decir, yo también lo siento así. A esa velocidad, con esa altanería frente a la naturaleza y tanto desprecio por la vida quién no moriría en su juventud. Pero Sheneg se le olvidó una predicción, ese futuro tan al borde del olvido será culpa mía.

“¿Qué sacas con eso si no verás los resultados?” criticó Chascán cuando le confesé que si decidía destruir al mundo, no pasaría hasta miles de años después. Ningún otro hombre podrá dejar un legado como el mío por más bien o mal que haga durante su vida porque el final de la historia ya lo habré decido yo.

¿Dejarías pasar la oportunidad de dejar un legado para toda la eternidad? Serás simplemente un hombre cualquiera, carne y luego polvo y tan fácil que se lo lleva el viento pero mírenme arriba del caballo metálico, el viento me ama, me idolatra mientras se lleva todo el polvo de los hombres que agacharon la cabeza y fijaron sus miradas en el concreto que juran se mueve hacia atrás sin descanso.

Lo haré, destruiré al mundo.


-¡Sebhk! ¡Sebhk! Ven aquí… no lo mires ahora pero Chascán cree que tus moras son más deliciosas y vendrá a quitártelas en la noche- era imposible en un clan como el nuestro donde las moras sobran a destajo pero un sentimiento de miedo se apoderó de Sebhk ante la idea de perder sus moras a pesar de que las sacamos todas del mismo arbusto y las escogemos al azar y al mismo tiempo. Ahora el mundo esta siendo destruido, ahora Sebhk recoge una piedra del suelo y la lleva consigo adonde vaya.

martes, 28 de abril de 2015

Abrumador

Rincón de los Relatos

Al recorrer las calles camino a comprar pan no puede evitar volver a su pueblo natal, Víctor recuerda la antigua de infancia donde su madre le daba unas monedas oxidadas porque fueron acuñadas siendo viejas. Le decía “compra pan hijo, del especial y un litro de aceite” y para ello una botella de vidrio vacía. A una cuadra de su casa y sin cruzar una sola calle estaba “Chile Chico” el almacén de la esquina hacia el cuál Víctor caminaba impulsando una cajita de cartón celeste, y por tanto de leche, en todo el recorrido demorándolo el doble, triple del tiempo necesario. “Especial o corriente” decía la señora Leonor que siempre era añosa y se le notaba en el delantal los rastros polvorientos de su honesto y tradicional trabajo. Y el aceite luego era bombeado de un enorme tarro verde y no había equívoco, con el pan podía errar y llevar corriente pero el aceite era el mismo de toda la vida. Al llegar a la casa, el pan con el manjar del frasco café era su premio junto con la historieta de sus dibujos favoritos. El tiempo pasaba lento pero no en vano, había tiempo para reír, recuerda Víctor, tiempo para mirar el techo y contar las manchas dejadas por las arañas aplastadas por la pala y la escoba y para distinguir los profundos ojos de las tablas de madera del piso.

Ahora Víctor, con canosas reminiscencias de su otrora abundante cabellera y la lentitud del tiempo pasado, camina hacia el supermercado de la gran ciudad a comprar el pan para colaborar con la casa de su hija, sentirse útil ya que ella y sus nietos y su yerno lo han acogido con aceptación e indiferencia. “Trae del pan que nos gusta, tu sabes” y Víctor piensa en el camino “pan especial” para no olvidarlo “y té, una caja de bolsas de té” le pidió y se acordaba de su madre y de la señora del almacén “bolsitas de té señora” le decía y no había más preguntas porque la caja azul siempre fue la de té.
El enorme supermercado lo recibe abriéndole las puertas antes que pudiese tocar las manillas. “El té primero, el té primero” se decía a sí mismo pero entre tanto mar de colores y formas nunca los pudo encontrar “¡joven! ¡joven! ¿dónde están las cajitas de té?” y el joven de camisa presuntuosa y corbata gris le indica con el dedo y le dice “unos dos pasillos más allá” le da las gracias con una reverencia sumisa porque sin errores, un hombre con camisa y corbata siempre ha sido importante. Llega al pasillo de té y es una estantería repleta de suelo a techo, a lo largo y lo ancho, de cajitas, cajas y cajotas que reclaman ser té. Comienza a leer la cantidad de apellidos. Hierbas de todo tipo, frutas exóticas, geografías lejanas, cientos de colores y tamaños y propiedades que su perfecta salud jamás necesitó. “Azul, azul, azul” y había decenas de cajas azules y se empezó a sentir nervioso de no poder contar con la señora Leonor y su sapiencia en las artes de las hojas de Ceilán. Inseguro ante tantas opciones tomó uno azul cualquiera sabiendo que siendo té, sería bueno.

“Pan especial, pan especial” se repetía por miedo a que su torpe memoria lo traicionara en el momento justo. Varios pasillos más allá estaba el sector panadería con una innumerable cantidad de panes a disposición del cliente y nadie detrás del mostrador para preguntarle por un kilo de pan especial. Miraba y miraba y una mujer joven con cara de niña al verlo perdido le pregunta qué busca y dice “el pan especial” y ella naturalmente le dice “de este cajón para allá son todos los especiales”. Largos, cortos, aplastados, blancos y oscuros, algunos manchados otros con pepitas negras y otros con rojas y escritos en cada cajón nombres extranjeros ilegibles. Pasó largos minutos mirando y mirando la diversidad de la panadería y a desesperado tomó una bolsa y echó el pan que le pareció el más especial de todos.


“¡Pero papá!” exclamó su hija al revisar la mercadería “¡trajiste de este pan integral con semillas que no le gusta a nadie!” a Víctor le temblaron las orejas que nunca olvidaban el castigo de su madre enojada cuando niño y agachó la cabeza como pidiendo perdón. “¡Pucha mamá!” alega su nieta mayor “¿quién compró este té de arándanos?... ¡Sí sabes que el tata no sabe! ¿para qué lo mandan a él?” avergonzado se retiró arrastrando sus pies mientras imaginaba patear una cajita que ya podía ser azul o verde o blanca y eso lo mareó y se sentó en el enorme sillón de la sala de estar que nadie ocupaba nunca mientras escuchaba “Ya hija, no vamos a mandar más al tata a comprar” y el viejo Víctor se imaginaba ese pan con manjar del tarro café que nunca volvería saborear y se entristecía al saber que no se enteraría si ese gato roñoso se vengaría del astuto ratón.

miércoles, 22 de abril de 2015

InterCaelum

Rincón de los Relatos

Reims es un hombre peculiar. Tomaba agua caliente directamente de la llave y el café casi congelado. Su voz aguda, casi un chillido de tono sostenido, indefinido y melancólico, se escucha por toda la nave y sus gritos aun peor parecen desgarrar todas las paredes el laberinto interno de nuestros oídos. Lo entendemos sin embargo. Es el único ser humano que ha atravesado la InterCaelum.

-Es la muerte y luego regresar de ella- sus historias son capaces de hacer apetecible la horrible comida congelada del almuerzo. Nadie había sido capaz hasta conocerlo a él de explicarnos esta locura del viaje interestelar.
-Saben que morimos una y otra vez- dice Reims cuyo juvenil rostro está escondido entre cicatrices y espinillas muy mal escondidas tras una barba descuidada.
-Me condenaron a muerte, es cierto, ¡pero cuántas veces he muerto ya!- el hombre amaba la palabra muerte. Le permitía explicar lo que científicos concluyen en kilómetros de matemáticas.
-No debe ser tan malo- interrumpe Gabriel –prefiero ser un conejillo de indias aquí antes que pasarme la vida en la prisión lunar.
-Yo estuve un mes allí y es inaguantable- me permití opinar –acá es magnífico en comparación. Nos miramos con Gabriel satisfechos de nuestra suerte pero Reims no cambiaba el semblante.
-¡No saben lo que dicen!- su voz hizo temblar el metal bajo nuestros pies.
-Cuando mueran una vez como yo lo he hecho no querrán seguir viviendo, ni querrán morir de nuevo.

Cuando nos ofrecieron la alternativa de ser sujetos de experimentación nos explicaron que sería para probar viajes interestelares en pequeñas naves para tres tripulantes. Ya habían mandado perros y monos por supuesto pero todos volvían con un comportamiento errático y eran incapaces de concluir más allá de las consecuencias sicológicas. “Queremos saber qué pasa cuando la nave se traslada de un punto del espacio a otro al usar el impulsor de velocidad luz”. Ni nos importó qué diablos querían decir con todo eso o qué será un impulsor. Todo lo que oímos fue la posibilidad de salir de la espantosa cárcel lunar. Ese momento en el tiempo y en el espacio donde la nave desaparece de un punto del universo y aparece en otro sin mediar una sola milésima de segundo en el intertanto. Ese es InterCaelum.

-¡Ya viene!- tembló Reims levantándose de la mesa de almuerzo corrió hacia la habitación contigua para dejarse caer sobre los sillones de prueba que nos mantendrían amarrados y seguros durante InterCaelum.
-¿Nervioso?- me pregunta Gabriel mientras caminamos a ocupar nuestros asientos.
-Antes no lo estaba pero este imbécil me tiene asustado- admití.
-¿Sienten temblar el tiempo?- Reims mira para todos lados esperando que algo pase.
-Todo lo que tiembla es su voz de pito- ríe Gabriel en mi oído.

La habitación se cubre de luces rojas y parpadeantes. Finalmente se encienden sin apagarse. El metal de la nave, ahora sí, comienza a rechinar.
-¡Ya viene Dios mío, perdona nuestros pecados!- La voz de Reims comenzó a dar vueltas por la habitación en un eco interminable y entonces todo desaparece. La luz roja se consume al centro de la habitación en un remolino como de taza de baño junto con los sonidos, la nave misma, todo.

Pensé que sería distinto
¿Distinto cómo?
Una turbulencia violenta
Sin embargo…
Siento una paz inmensa
Es porque estás en mis dominios
Quién eres... es lógico en realidad
¡Ja! Me hace gracia que siempre me definan como algo lógico
Nunca creí
Nunca he existido
Pero estas aquí
¿Dónde? ¿Cuándo?
Esos científicos dijeron que la nave aparecería de inmediato en otro lado del universo
Comprendes… un poco
Cómo puedo razonar o… conversar contigo si no estamos en ningún lugar ni en ningún tiempo.
¿Cuándo fue la última vez que estuviste en un lugar o en algún tiempo?
(pasa un tiempo indefinido, inmensurable pero definitivamente largo)
Fue cuando asesiné a mi jefe, esa fue la última vez que me detuve a mirar al mundo y me doy cuenta. No es mi culpa sin embargo, todos los somos cuando interrumpimos los sueños con los corrosivos gritos de la realidad cíclica tan adorada y nos dejamos aplastar por lo absurdo, por lo banal, por conformarse con respirar y comer, respirar y comer, respirar y comer, es todo.
Hasta…
Mi crimen, mi violación contra la sociedad me apartó de ella, me hizo verla en realidad. Es esa cárcel bajo los cráteres lunares. Fría. Oscura. Fácil.
¿Crees que vivir es fácil?
Cuando eres una piedra que se deja llevar por el río…
¿Qué harás?
Es esto la muerte ¿verdad? Si permites que la humanidad triunfe con esta tecnología te destruirán sin duda y se apoderarán de InterCaelum.
¿Lo crees?
Siempre hemos querido.

-¿¡Lo han visto verdad?!- la nave vuelve al universo conocido junto con la desagradable voz de Reims. Casi sin aliento miré a Gabriel y el me miró a mí. No tuvimos que decirnos nada.
-¿Qué hacemos ahora? ¿Qué diremos a los científicos?- pregunta Gabriel en voz alta cuando ya todo se ha calmado.
-Lo mismo que los perros, los monos y yo- replicó Reims con una voz de ultratumba que parecía representar mucho más que a solo a él.

Siendo de los primeros tres hombres que ha realizado un viaje interestelar con éxito, comencé a beber agua caliente directo de la llave, a tomar café gélido, a hablar con voz chillona, en un tono sostenido, imposible de definir, melancólico. Errático. Rompiendo la rutina para convencer a los científicos que nunca deben volver a InterCaelum.

martes, 10 de febrero de 2015

Mendigos

Rincón de los Relatos

Ese pobre infeliz de la silla de ruedas, el viejo de traje con cara de lástima, el de piernas cortadas sobre la patineta y ese malabarista sin talento de la esquina. Cada día bajo el sol infernal del verano contando los pesos regalados por conductores indiferentes ante el tránsito atestado que los obligo a detenerse. Cierran los ojos por momentos y ven directo al cielo buscando paz en la sombra roja que traspasa los párpados y vuelven a la carga con sus rostros pedigüeños escondiendo la vergüenza que no se les quita como piojos de infante, pobres diablos ¡cuánta miseria por un par de pesos! Ya no recuerdo cuántas monedas de esas sin valor le pasé al sujeto de la esquina que ya ni se si hacia piruetas con una pelota desinflada o caminaba cojo regalando lástima al taco matinal.

Aunque es un estacionamiento público, él se estaciona siempre en el mismo lugar y se incomoda un tanto cuando lo encuentra ocupado así, toma la precaución de llegar un poco más temprano a la oficina. La rutina le hace olvidar el número de piso y simplemente aprieta el botón del elevador por costumbre, con la posición de la tecla memorizada mientras busca en su bolso la tarjeta de acceso para no perder tiempo buscándola parado frente a la puerta. Camina directo a su escritorio saludando por reflejo a quien sea se encuentre en su camino. Se sienta frente a su ordenador y mientras se enciende cierra los ojos para descansar un segundo mientras el blanco ejecutivo y pulcro de la pantalla llega como un rayo escarlata a través de sus párpados.

¡Pobre torpe! Todo el día lanzando pelotitas de tenis al aire y se le caen igual, sonríe graciosamente antes de caminar a través de los autos a pedir colaboración. Debe ser un soñador si cree que le daré algo, por último que lo haga bien. El flojo de la silla de ruedas hoy no está, se quedó dormido seguramente y se perdió los cien pesos que le doy todos los días porque no vaya a pensar que le daré doscientos mañana. Dos minutos tarde ¡dos! Y ya está el tipejo del auto chico ocupando mi lugar.

Él se fue contento de mi oficina, casi me hace una reverencia por un aumento de un décimo de su salario actual. Trabajaré más duro jefe, me decía mientras caminaba hacia atrás poniendo cuidado en no darme la espalda. Y lo tengo ahí, todos los días arrinconado en una silla de escritorio con el respaldo torcido y un computador antiguo y sin embargo se sienta ahí todos los días esperando por las monedas que le doy a fin de mes porque si fuera más astuto vería que su salario significa menos de cinco minutos de ganancias.
Ya, le di cincuenta extras. Como no viniste ayer, le expliqué, estaba demasiado agradecido casi que me besa la mano. Pobre gentuza que se vuelve loca con tan poca propina.

Lo pasé a ver lo primeros días después del aumento y trabajaba como nunca, se quedaba hasta más tarde y llegaba más temprano.

Me saluda ahora con más alegría, ¡cómo está! me saluda amistoso y sonriente y le paso los cien de siempre y ¡hasta mañana! y vuelve a estirar los brazos para darle cuerda a su silla de ruedas.

Pero siempre funcionan igual. De a poco comenzó a volver a su rutina y rendimiento acostumbrado.


Ya no me saluda tan efervecente, me mira y me reconoce pero apenas ya me da las gracias. Por cientocuenta pesos fue mi amigo un par de semanas.

Así que lo llamé a mi oficina y le dije, he visto los resultados de tus reportes y estoy muy contento, mi miraba cual perro adiestrado antes de correr a atrapar la varilla que agitas en la mano.

Le di los mismos cien y un cigarrillo. Me da gracia verlo casi saltar de la silla de ruedas a ver si ahora no me saluda todas las mañanas.

Y con eso lo tendré por el siguiente mes sonriente a pesar de ser un pobre bastardo atrapado en su miseria de rutina.

Cierra los párpados. Deja que la luz blanca, plana, sea una sombra roja dentro de tus ojos por unos segundos... ¿Por cuánto sonreirás hoy?

lunes, 12 de enero de 2015

¿Para Qué Pelear?

Rincón de los Relatos


-¡Eres una sucia!- Le repitió sin contemplación mientras sus músculos se contraían y distendían desesperadamente. Estaba roja de ira.

-¡Hipócrita!- devolvió la otra sin poder esconder su azul avergonzado de que tantos escucharan esta discusión sin sentido. –Si no fuera por mi vivirías en chiquero, te sacó todo el tiempo de problemas y así me lo agradeces-

-¿De qué hablas?- su cuerpo se hinchó como un sapo y prefirió calmarse y liberar presión antes de estallar. –De las dos yo soy la que más se esfuerza, tengo el trabajo más duro mientras que tú, con tu desesperante calma y lentitud me tienes los nervios de punta- Un cosquilleo hizo subir su temperatura y tembló imperceptiblemente. Hubiera odiado que se notara.

-¡Y aún te quejas!- se sorprendió sintiendo acelerar sus latidos, perdiendo la serenidad que la destaca. –Escúchame una cosa, las dos nos complementamos bien y tenemos una vida juntas- como de costumbre trataba de reconciliar las rabias a pesar de siempre recibir primero los insultos.

-¿Por qué siempre haces esto?- preguntó ya más calmada, con el ritmo descansado, más liviana. –Quedo yo como la mala, todos me ven como la explosiva, la que grita y despide a chorros su enojo cuando es herida. En cambio tú, siempre más profunda, dejas salir tus penas con una serenidad casi artística- ahora estaba lánguida, dejaba la vida pasar más lentamente.

-Querida mía…- le tomó la mano en una unión perfecta, ambas se ruborizaron en sus tonos característicos y crearon una mezcla perfecta tal rojo y azul es púrpura. Pequeñas líneas de calor llenaron los espacios de esa unión y su alrededor la vida tenía sentido, aire, vida.

Más arriba, mucho más lejos, aliviado, latía el corazón con seguridad taurina ahora que arterias y venas volvían a estar en armonía.