OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

domingo, 28 de noviembre de 2010

Madrid y Yo, el Pequeño Visitante

Desván Para Pensar

Estaba en la fila de policía internacional y delante mío un grupo de centroamericanas, baja estatura, piel tostada y acento llamativo. La última de ellas se presenta ante el oficial mientras yo escucho toda la conversación. Le preguntó de todo, con quién venía, cuánto tiempo se quedaría, motivos del viaje, cuánto dinero traía, documentos que acreditaran su viaje de vuelta y así y todo el policía no la deja pasar y la envía con otros oficiales a otro sector del aeropuerto. Me tocaba a mí, algo nervioso porque se mezclaban mis primeras horas en Europa con este antecedente migratorio. El policía mira mi pasaporte, me mira a mí, timbra el pasaporte y me deja pasar sin cruzar palabra. Luego seguí las direcciones a la cinta del equipaje y a medio camino me encuentro con que para ir a ese sector hay que tomar un tren subterráneo. ¡Un tren! ¡para ir de un lado a otro del aeropuerto! y descubrí que se trata solo de una cuarta parte del aeropuerto. No me había bajado totalmente del avión y ya estaba impresionado, Madrid es la puerta de entrada perfecta para impresionarse con Europa y con razón si ya en una hora había experimentado de primera mano su grandeza y su selectiva discriminación.

Fascinante desde el aeropuerto en adelante. Pensar que desde Chile somos tan engreídos como para decir que "son lo más malo de Europa" es como ser piedra y criticar un diamante ¿qué tanto si es el peor de los diamantes?" arrogancia que se termina apenas te das cuenta que para observarlo todo tienes que mirar hacia arriba porque te sientes pequeño en todos lados. Mi primera experiencia de ese tipo fue en el Museo Reina Sofía en el que tuve que hacer fila para entrar ¿en cuál museo de Santiago he hecho fila para entrar? no lo pude recordar. Había una biblioteca enorme, un café moderno y el museo en cuya entrada se encontraban disponibles las audioguías. La recepcionista de aquél puesto explicaba a una pareja en inglés cómo hacer funcionar el aparato y luego se lo explicó en francés a otra persona y después en alemán o algo así al anterior a mí. Otro golpe directo del primer mundo a mi latina forma de pensar porque ¿ella? ¿una simple encargada de audífonos? ¿para qué hablar inglés? y aunque después me referiré a este tema con más detalle si hay algo que me dejó esta visita es que a los 26 años yo me sorprendía y maravillaba con las mismas obras de arte que los niños pequeños que visitaban el museo ese día, escuchaban las mismas explicaciones que yo por audioguía y a diferencia mía ellos van a discutirlo en el colegio, el profesor les dará más detalles y van a volver con seguridad. Triste pensaba en Chile y en los niños que crecen viendo grafitis en las paredes de sus barrios.

Cae la noche y me dirijo a la Puerta del Sol y a recorrer sus alrededores, fue mi primera salida nocturna en el viejo continente y coincidió justo con Halloween así que me encontré con la plaza repleta, llena de vida, todo el mundo celebrando, personas de todos los colores, locales y turistas, algunos disfrazados, pero todo el mundo en la calle, esa noche los autos debían tener paciencia para circular por las calles aledañas y todo parecía tan normal que me dio la impresión de estar una noche de fin de semana cualquiera. Estoy seguro que así fue. hombres con hombres y mujeres con mujeres caminando juntos de la mano, gente tomando alcohol en la calle sin ponerse violentos, muchos comiendo en las calles, hasta prostitutas en plena calle "¿vamos a follar?", era Madrid diciendo Bienvenido a Europa. Y yo, con el cuello adolorido tanto mirar hacia arriba, asombrado de estar tan sorprendido.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Ponts de Paris


Desván Para Pensar

Caminar junto al Seine, junto a ese aire aromatizado, bajo nubes de algodón y al sol de calidez tímida, aficionados pintores empecinados en retratar el río, sillas de café mirando a la calle, las hojas otoñales caen como nieve, detenerse justo ahí, recostar los brazos mirando los barcos pasar lentos y maravillados, ninguno lo cree, ni yo, ni el sol, ni los pintores, ni los barcos. Cada centímetro de mi cuerpo invadido por la suave brisa que ha recorrido los puentes de París, viene, entra, enfría, roba mi aliento y se va a recorrer las calles de la ciudad ya inundadas por ese aire romántico enloquecedor  que hace a turistas novatos tomar fotografías sin revelar resultados.

Cruzar un puente sobre el Seine, piso de madera, barandas enrejadas, por ahí escondido su nombre  “Pont des Arts”. Sus rejas laterales colmadas de candados enganchados para siempre y es que la tradición cuenta que las parejas van al Pont des Arts a sellar su amor para la eternidad dejando un candado con sus nombres y lanzando juntos las llaves a la tranquila corriente del Seine. Nadie lo creería sin estar ahí pero así es todo París.  Recorrerlo a pie por horas, ir deambulando por sus calles al azar, te encuentras con fuentes llenas de arte, cafés encantadores, arquitectura tan única, tan “París”, tal como en el cine arte o en las caricaturas.

Finalizar el día navegando el Seine. Sobre un barco de techo abierto a un frío congelante, refrescante sin embargo. Parte junto a la Torre Eiffel iluminada y justo se encienden sus focos titilantes, miles de pequeños puntos de luz hacen arder la torre mágica y cómo pierdes la noción de todo con esa imagen, dónde estoy, cuándo estoy, ¡qué importa ahora! Comienza el recorrido y pasamos debajo de todos sus puentes, cada uno con su historia y época rodeados por monumentos fantásticos. La despedida perfecta de París.

Caer enamorado a los pies del Seine y de París, no lo comprendí entonces pero es una maldición bendita. Vuelves a casa y recién sientes nostalgia, de caminar, de navegar, de respirar París. Te dan ganas de volver y volver siempre, de quedarte tomando café con la sensación que no falta nada, que el tiempo no pasa, justo se pone a llover y anochece y los adoquines se iluminan y el café aun tibio y las mujeres mejor vestidas del mundo pasan raudas en sus motocicletas y alguien toca el acordeón ¡cuántas sensaciones en una sola ciudad! no sé cómo decirlo, tengo mil palabras en la mente pero no puedo escribir ninguna, quiero lanzarme a los brazos de París pero la realidad me lo impide, me tiemblan las rodillas, me confieso enamorado y ya lo sé: no importa cuántas veces regrese, París nunca va a ser mía pero siempre soñaré con ella.