Reims es
un hombre peculiar. Tomaba agua caliente directamente de la llave y el café
casi congelado. Su voz aguda, casi un chillido de tono sostenido, indefinido y
melancólico, se escucha por toda la nave y sus gritos aun peor parecen
desgarrar todas las paredes el laberinto interno de nuestros oídos. Lo entendemos
sin embargo. Es el único ser humano que ha atravesado la InterCaelum.
-Es la
muerte y luego regresar de ella- sus historias son capaces de hacer apetecible
la horrible comida congelada del almuerzo. Nadie había sido capaz hasta
conocerlo a él de explicarnos esta locura del viaje interestelar.
-Saben
que morimos una y otra vez- dice Reims cuyo juvenil rostro está escondido entre
cicatrices y espinillas muy mal escondidas tras una barba descuidada.
-Me
condenaron a muerte, es cierto, ¡pero cuántas veces he muerto ya!- el hombre
amaba la palabra muerte. Le permitía explicar lo que científicos concluyen en
kilómetros de matemáticas.
-No
debe ser tan malo- interrumpe Gabriel –prefiero ser un conejillo de indias aquí
antes que pasarme la vida en la prisión lunar.
-Yo
estuve un mes allí y es inaguantable- me permití opinar –acá es magnífico en
comparación. Nos miramos con Gabriel satisfechos de nuestra suerte pero Reims
no cambiaba el semblante.
-¡No
saben lo que dicen!- su voz hizo temblar el metal bajo nuestros pies.
-Cuando
mueran una vez como yo lo he hecho no querrán seguir viviendo, ni querrán morir
de nuevo.
Cuando
nos ofrecieron la alternativa de ser sujetos de experimentación nos explicaron
que sería para probar viajes interestelares en pequeñas naves para tres
tripulantes. Ya habían mandado perros y monos por supuesto pero todos volvían
con un comportamiento errático y eran incapaces de concluir más allá de las
consecuencias sicológicas. “Queremos saber qué pasa cuando la nave se traslada
de un punto del espacio a otro al usar el impulsor de velocidad luz”. Ni nos
importó qué diablos querían decir con todo eso o qué será un impulsor. Todo lo
que oímos fue la posibilidad de salir de la espantosa cárcel lunar. Ese momento
en el tiempo y en el espacio donde la nave desaparece de un punto del universo
y aparece en otro sin mediar una sola milésima de segundo en el intertanto. Ese
es InterCaelum.
-¡Ya
viene!- tembló Reims levantándose de la mesa de almuerzo corrió hacia la
habitación contigua para dejarse caer sobre los sillones de prueba que nos
mantendrían amarrados y seguros durante InterCaelum.
-¿Nervioso?-
me pregunta Gabriel mientras caminamos a ocupar nuestros asientos.
-Antes
no lo estaba pero este imbécil me tiene asustado- admití.
-¿Sienten
temblar el tiempo?- Reims mira para todos lados esperando que algo pase.
-Todo
lo que tiembla es su voz de pito- ríe Gabriel en mi oído.
La
habitación se cubre de luces rojas y parpadeantes. Finalmente se encienden sin
apagarse. El metal de la nave, ahora sí, comienza a rechinar.
-¡Ya
viene Dios mío, perdona nuestros pecados!- La voz de Reims comenzó a dar vueltas
por la habitación en un eco interminable y entonces todo desaparece. La luz
roja se consume al centro de la habitación en un remolino como de taza de baño
junto con los sonidos, la nave misma, todo.
Pensé
que sería distinto
¿Distinto
cómo?
Una
turbulencia violenta
Sin
embargo…
Siento
una paz inmensa
Es
porque estás en mis dominios
Quién
eres... es lógico en realidad
¡Ja! Me
hace gracia que siempre me definan como algo lógico
Nunca
creí
Nunca
he existido
Pero
estas aquí
¿Dónde?
¿Cuándo?
Esos
científicos dijeron que la nave aparecería de inmediato en otro lado del
universo
Comprendes…
un poco
Cómo
puedo razonar o… conversar contigo si no estamos en ningún lugar ni en ningún
tiempo.
¿Cuándo
fue la última vez que estuviste en un lugar o en algún tiempo?
(pasa
un tiempo indefinido, inmensurable pero definitivamente largo)
Fue
cuando asesiné a mi jefe, esa fue la última vez que me detuve a mirar al mundo
y me doy cuenta. No es mi culpa sin embargo, todos los somos cuando
interrumpimos los sueños con los corrosivos gritos de la realidad cíclica tan
adorada y nos dejamos aplastar por lo absurdo, por lo banal, por conformarse
con respirar y comer, respirar y comer, respirar y comer, es todo.
Hasta…
Mi
crimen, mi violación contra la sociedad me apartó de ella, me hizo verla en
realidad. Es esa cárcel bajo los cráteres lunares. Fría. Oscura. Fácil.
¿Crees
que vivir es fácil?
Cuando
eres una piedra que se deja llevar por el río…
¿Qué
harás?
Es esto
la muerte ¿verdad? Si permites que la humanidad triunfe con esta tecnología te
destruirán sin duda y se apoderarán de InterCaelum.
¿Lo
crees?
Siempre
hemos querido.
-¿¡Lo han
visto verdad?!- la nave vuelve al universo conocido junto con la desagradable
voz de Reims. Casi sin aliento miré a Gabriel y el me miró a mí. No tuvimos que
decirnos nada.
-¿Qué
hacemos ahora? ¿Qué diremos a los científicos?- pregunta Gabriel en voz alta
cuando ya todo se ha calmado.
-Lo
mismo que los perros, los monos y yo- replicó Reims con una voz de ultratumba
que parecía representar mucho más que a solo a él.
Siendo
de los primeros tres hombres que ha realizado un viaje interestelar con éxito,
comencé a beber agua caliente directo de la llave, a tomar café gélido, a
hablar con voz chillona, en un tono sostenido, imposible de definir,
melancólico. Errático. Rompiendo la rutina para convencer a los científicos que
nunca deben volver a InterCaelum.
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