OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Primogénito


Gira y gira sin controlar nada. Las estrellas se deshacen y se transforman en líneas de luz atravesando el universo de lado a lado. Soledad, diez mil trillones de kilómetros a la redonda de un vacío tan profundo que el golpeteo de un solo átomo en su espalda sería noticia. Gira y gira sin controlar nada. Las revoluciones aumentan, el calor se concentra, siente a sus entrañas pateando desde dentro buscando aliento. El aire de su traje espacial se agota, sus pulmones ruegan por soltar los seguros del casco e intentar buscar la última partícula de oxígeno de todo el cosmos.

“¡Es un niño!” grita su padre orgulloso, un hombre corpulento, de peinado regio y hombreras estelares “¡mi futuro general en jefe!” decía en posición militar frente a la primera ecografía. La madre llora emocionada, imaginando a su futuro hijo volar por los aires por primera vez como lo hizo su padre tanto tiempo atrás. Se toman las manos ya viendo al nonato siendo despedido de la vida con doce escopetazos al cielo rodeado por el cortejo marcial más destacado.

Gira y gira sin controlar nada.

“¡Mira su trajecito!” exclaman en el 'baby-shower' del futuro descendiente. Una polera del mínimo tamaño lo esperará por los siguientes 6 meses. “El estampado es perfecto” opina la amiga solterona revisando cada centímetro del diseño de camuflaje “se te va a perder a cada rato cuando aprenda a gatear” ríe una señora de cabellos tiesos sosteniendo a su propia recién nacida.

Gira y gira sin controlar nada.

“¡Va a superar mi record en vuelo!” aclama su padre al recordarlo en las barracas junto a sus camaradas. “Le darás tu nombre me imagino, como mi padre lo hizo conmigo por supuesto, te dará nietos voladores supongo, como mi padre lo hizo con su padre y éste con el suyo, irá a la batalla presumo, como un verdadero hombre lo haría, matará a cientos y morirá tal cuál héroe estimo, como lo haré yo cuando lo vea convertirse en mi digno heredero”.

Gira y gira sin controlar nada. El aire de su traje sigue débil pero no se agotará, ya lo entendió. Girará y girará sin control a menos que haga algo hasta que su cuerpo se consuma por completo en una agonía tortuosa cuyos gritos nadie escuchará. Recuerda su entrenamiento. Delante de su barriga está la manguera que une el tanque de oxígeno y el casco, es extensa y de un material que aguantaría un cataclismo. Pero es flexible. Su única alternativa.

Gira y gira sin controlar nada. Excepto sus manos que toman con fuerza la manguera de oxígeno para moverla hacia arriba. Con delicadeza ritualista, la enrolla, tres vueltas alrededor del cuello. Ya preparado, tira con fuerza hasta apretar la tráquea, hasta cerrar las vías, tan determinado que sabe que seguirá imprimiendo toda su fuerza hasta incluso después de morir. Sabe que de eso depende dejar de vagar en la soledad del centro de la galaxia.

Las estrellas desaparecen, el negro del espacio se torna rojo, intenso, cálido, líquido. “¡Rápido, llama a alguien que no aguanto el dolor!” Los últimos rumores de la existencia dejan de latir, puede vivir el momento, el momento exacto. “¡Se va, se va, siento que se va!” grita en un sollozo desesperado. El momento exacto donde está a punto de dejar este mundo, es tan satisfactorio. “Lo siento señora, señor, ya no podemos hacer nada”. Ya no gira. Ahora lo controla todo.