Rincón de los Relatos
-¡Eres una sucia!- Le repitió sin contemplación mientras sus músculos se contraían y distendían desesperadamente. Estaba roja de ira.
-¡Hipócrita!- devolvió la otra
sin poder esconder su azul avergonzado de que tantos escucharan esta discusión sin sentido. –Si no fuera por mi vivirías en chiquero, te sacó todo el tiempo
de problemas y así me lo agradeces-
-¿De qué hablas?- su cuerpo se
hinchó como un sapo y prefirió calmarse y liberar presión antes de estallar. –De
las dos yo soy la que más se esfuerza, tengo el trabajo más duro mientras que
tú, con tu desesperante calma y lentitud me tienes los nervios de punta- Un
cosquilleo hizo subir su temperatura y tembló imperceptiblemente. Hubiera
odiado que se notara.
-¡Y aún te quejas!- se sorprendió sintiendo acelerar sus latidos, perdiendo la serenidad que la destaca. –Escúchame
una cosa, las dos nos complementamos bien y tenemos una vida juntas- como de
costumbre trataba de reconciliar las rabias a pesar de siempre recibir primero
los insultos.
-¿Por qué siempre haces esto?-
preguntó ya más calmada, con el ritmo descansado, más liviana. –Quedo yo como
la mala, todos me ven como la explosiva, la que grita y despide a chorros su
enojo cuando es herida. En cambio tú, siempre más profunda, dejas salir tus
penas con una serenidad casi artística- ahora estaba lánguida, dejaba la vida
pasar más lentamente.
-Querida mía…- le tomó la mano en
una unión perfecta, ambas se ruborizaron en sus tonos característicos y crearon
una mezcla perfecta tal rojo y azul es púrpura. Pequeñas líneas de calor
llenaron los espacios de esa unión y su alrededor la vida tenía sentido, aire,
vida.
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