En los rápidos tiempos del
presente, en los tecnológicos tiempos del presente, en los impersonales tiempos
del presente, pocos momentos hay para sentarse en la banca de una plaza y
entablar una conversación espontánea con alguien que te vaya enamorando tan
lentamente que la historia se hace imperceptible y la anécdota maravillosa. No,
hoy las almas solitarias abundan y miran sus manos vacías que sosteniendo un
aparato electrónico se han olvidado que les gusta más tomarse de otras manos. Y
así, como cuando el hombre tuvo sed a alguien se le ocurrió darle de beber
Coca-cola, un séquito de sanguijuelas, sin duda brillantes, inventó el mercado
del amor sintético.
“Somos Románticos (SOMRO)” fue el
primer emprendimiento del rubro y su idea era sencilla. Buscaban parejas de
enamorados, que hirvieran de amor, y les ofrecían grandes sumas de dinero para
extraerles un poco de ese sentimiento y llevarlos a sus fábricas en un proceso
patentado y bajo estricto secreto. En pocas semanas presentaron una botella de
refresco rojo, “The L-ixir”, que prometía al tan solo beberlo recrear el mismo
sentimiento de amor que experimenta una pareja de novios. Fue un boom.
Como la peste negra, las “start-up” románticas aparecían por todos lados y tantas fracasaron y tantas llegaron al éxito hasta finalmente consolidarse como una industria sería, respetada y poderosa porque después de todo ¿quién no querría un poco de amor al alcance de un anaquel de supermercado? La verdadera expansión del amor sintético no llegaría realmente hasta la creación de “LOSE”, Love Stock Exchange o Bolsa de Valores del Amor para los poco entendidos.
El 5 de marzo de hace cincuenta años se abrieron las primeras transacciones con aquellas empresas que habían logrado sintetizar diferentes formas de amor en variados productos como bebidas, dulces, chocolates e incluso ingredientes para comidas y pizzas congeladas. El mercado de acciones comenzó representado en ese entonces por cien compañías estando “Amor Filial (AMFIL)”, “Love To Give (LUV2G)” y “Abrazando con Cariño (ABRAC)” entre las tres que más transaron en la inauguración en un descontrol de ventas intrazable. También las empresas más modestas dentro del índice tuvieron un éxito descontrolado es cosa de ver el caso de la pequeña pero poderosa “Amor Secundario (AMOR2)” que partió con acciones a un valor de 12 dólares y solo ese día, prometiendo a sus clientes diez minutos de amor de amante sin tener amante con cada chicle, elevó su valuación a 1.000 dólares por acción. Los fundadores felices con sus triunfantes empresas y los solitarios rebosantes de alegría sabiendo que el tan esquivo amor estaba esperando florecer al destape de una botella. La industria perfecta.
Como la peste negra, las “start-up” románticas aparecían por todos lados y tantas fracasaron y tantas llegaron al éxito hasta finalmente consolidarse como una industria sería, respetada y poderosa porque después de todo ¿quién no querría un poco de amor al alcance de un anaquel de supermercado? La verdadera expansión del amor sintético no llegaría realmente hasta la creación de “LOSE”, Love Stock Exchange o Bolsa de Valores del Amor para los poco entendidos.
El 5 de marzo de hace cincuenta años se abrieron las primeras transacciones con aquellas empresas que habían logrado sintetizar diferentes formas de amor en variados productos como bebidas, dulces, chocolates e incluso ingredientes para comidas y pizzas congeladas. El mercado de acciones comenzó representado en ese entonces por cien compañías estando “Amor Filial (AMFIL)”, “Love To Give (LUV2G)” y “Abrazando con Cariño (ABRAC)” entre las tres que más transaron en la inauguración en un descontrol de ventas intrazable. También las empresas más modestas dentro del índice tuvieron un éxito descontrolado es cosa de ver el caso de la pequeña pero poderosa “Amor Secundario (AMOR2)” que partió con acciones a un valor de 12 dólares y solo ese día, prometiendo a sus clientes diez minutos de amor de amante sin tener amante con cada chicle, elevó su valuación a 1.000 dólares por acción. Los fundadores felices con sus triunfantes empresas y los solitarios rebosantes de alegría sabiendo que el tan esquivo amor estaba esperando florecer al destape de una botella. La industria perfecta.
El Presidente ejecutivo de AMFIL,
Gregorio Reyes, padre de 12 hijos, comienza relatando en una famosa entrevista:
“tener doce hijos en tu casa cuando son chicos, cuando el mayor apenas está en
primer año de universidad, demanda todo tu tiempo y tu cariño y créeme, yo los
amo a todos y mucho” a dos meses de que LOSE empecerá sus funciones, y Reyes
continuaba “pero cuando es tu hijo menor el que lanza el birrete al cielo para
comenzar su propia vida, sientes nostalgia y te encuentras de sorpresa con una
cantidad de tiempo y dedicación sin nadie a quién entregarla. De ahí nacieron
las primeras luces de sintetizar el amor hacia los hijos y comencé a entender
que el amor no se diferencia de ningún otro producto que produce placer. Porque
dejémoslo en claro: el amor es algo bueno, un bien, y es intercambiable, es
decir lo hacemos todos, todos los días cuando damos un beso, cuando tomamos la
mano del otro, cuando palmoteamos una espalda en señal de aliento.”
El dilema para las fundadoras de LOSE nunca fue ético sino económico. ¿Cuánto vale una lata de refresco de amor filial sintético de AMFIL? ¿Cuánto amor representa una taza de café de ABRAC? Sin duda parece algo imposible de medir a primera vista pero Tanaka Natzumi, socia fundadora de “Soul Feed (SFEED)”, lo aclara muy buen en el artículo del “Journal” de Amor Económico. “Si bien el concepto Amor no se puede medir y por lo tanto tampoco transar, los gestos que uno interpreta como amor son más concretos. Por ejemplo, si usted observa a dos personas caminando por la calle, por separado, su valor de amor sin conocer otro antecedente, es cero. Pero si los viese caminar de la mano de inmediato supone la presencia de amor y si los ve besándose entonces ese valor sin duda aumenta, sin duda la pareja besándose representa un amor más ‘caro’ que aquellos que solo se toman de la mano.”
Así SFEED se especializa en comercializar humus para el amor espiritual, LUV2G el amor sintético por el cuidado hacia las mascotas en chocolate, ABRAC en abrazos en bolsas de té y así. Es de memoria colectiva la publicidad de LUV2G donde aparece una niña alérgica a los pelajes de todas las mascotas que sus padres le llevan hasta que un día llegan con una caja con el logo de la empresa a la casa, la niña la abre y en su interior encuentra una suculenta barra de chocolate con forma de canino que al comer tan solo un cachito te impregna del mismo amor que sientes al tener y cuidar a un cachorro. No es tener un perro sin embargo la sensación es la misma y la niña no nota la diferencia y el precio, mucho más conveniente y el producto, mucho más duradero. “El amor de un ¡guau! ¡guau! en un ¡ñam! ¡ñam!”. La popularidad fue tal que los dueños de LUV2G rápidamente treparon a estar entre los más grandes millonarios ¡billonarios! del mundo.
El dilema para las fundadoras de LOSE nunca fue ético sino económico. ¿Cuánto vale una lata de refresco de amor filial sintético de AMFIL? ¿Cuánto amor representa una taza de café de ABRAC? Sin duda parece algo imposible de medir a primera vista pero Tanaka Natzumi, socia fundadora de “Soul Feed (SFEED)”, lo aclara muy buen en el artículo del “Journal” de Amor Económico. “Si bien el concepto Amor no se puede medir y por lo tanto tampoco transar, los gestos que uno interpreta como amor son más concretos. Por ejemplo, si usted observa a dos personas caminando por la calle, por separado, su valor de amor sin conocer otro antecedente, es cero. Pero si los viese caminar de la mano de inmediato supone la presencia de amor y si los ve besándose entonces ese valor sin duda aumenta, sin duda la pareja besándose representa un amor más ‘caro’ que aquellos que solo se toman de la mano.”
Así SFEED se especializa en comercializar humus para el amor espiritual, LUV2G el amor sintético por el cuidado hacia las mascotas en chocolate, ABRAC en abrazos en bolsas de té y así. Es de memoria colectiva la publicidad de LUV2G donde aparece una niña alérgica a los pelajes de todas las mascotas que sus padres le llevan hasta que un día llegan con una caja con el logo de la empresa a la casa, la niña la abre y en su interior encuentra una suculenta barra de chocolate con forma de canino que al comer tan solo un cachito te impregna del mismo amor que sientes al tener y cuidar a un cachorro. No es tener un perro sin embargo la sensación es la misma y la niña no nota la diferencia y el precio, mucho más conveniente y el producto, mucho más duradero. “El amor de un ¡guau! ¡guau! en un ¡ñam! ¡ñam!”. La popularidad fue tal que los dueños de LUV2G rápidamente treparon a estar entre los más grandes millonarios ¡billonarios! del mundo.
El problema es que no era real y
no se trata de un problema del alma ni mucho menos. AMFIL entrega amor de
familia a las personas que no tienen familia y cada vez más las personas
prefieren la sencilla y poco comprometida versión de AMFIL a una familia
verdadera. El temor de algunos especialistas se basa en que todas las empresas
usan como materia prima el amor real y si el crecimiento de compañías como
AMFIL sigue a su ritmo actual el amor real se hará más escaso elevando los
costos de producción y dejando entonces al amor como un producto lujoso solo
disponible para los más ricos de la sociedad. A pesar de ello a las empresas
LOSE le importa un rábano. En un panel de televisión, Geraldine Troper,
sicóloga y enemiga pública de LOSE le hablaba de frente y agresiva al
presidente de “Sincrolips (KISSX) Gabriel Stange: “usted cuenta con que vivamos
cada vez más en un mundo impersonal y distante, por usted ojalá estemos
conectados para siempre a nuestros computadores con una caja de besos lista
para consumir a nuestro lado como si el amor y el cariño fuesen bienes de
consumo reducibles a una pastilla de menta.”. El irónico e irritante Stange le
contesta “digamos que quiero un abrazo suyo ¿cuánto debería pagarle?” indignada
la sicóloga le responde “¡por nada del mundo le daría un abrazo a un tipo
desagradable como usted!” entonces él le sonrió y le dijo “y si hacemos las
paces, si decido cerrar mi compañía de 30 billones de dólares y unirme a su
causa, ¿usted lo haría?” Geraldine lo pensó un momento y contestó “si usted se
uniera de corazón a mi causa, le daría un abrazo” Stange se echó para atrás en
su silla y triunfante y burlesco le respondió “¿lo ve? le hemos puesto un valor
a nuestro abrazo”.
Debo reconocerlo, detesto tanto
mi trabajo que recurrí a los suculentos productos de “Pasión Por Lo Que Hacemos
(PPLQH)” cuya venta de amor por el trabajo sintético en ruedas de cereal me
parece sumamente conveniente y bien pensado. Antes de PPLQH pensaba que para
amar lo que uno hace había que pasarse la vida experimentando y buscando el
trabajo ideal, la pasión por la profesión, la vocación, pero es tan simple como
comprar unas cajas de amor para el desayuno y listo. Ahora amo lo que hago, me
encanta ir a la oficina y pasarme horas frente al computador realizando las
tareas más aburridas del planeta para hacer millonario al tipo que desprecio.
También entendí a mi novia cuando me dijo que había comprado amor de amante
brindado por AMOR2. No me está engañando, no está viendo a nadie más es solo un
empaque con cariño falso. ¿O no? ¿Realmente amo mi trabajo es solo las
deliciosas hojuelas con azúcar las que me hacen creer?
Después de cuatro décadas de
consumir cereal y yendo al mismo trabajo ¿qué ha cambiado? No sabría
describirlo bien. Me recuerda a la época cuando el aire se apoderaba de las
bolsas de papas fritas porque siento que debo comer más cada mañana para
sentirme satisfecho, no de hambre sino de ganas por ir a mi trabajo. Manejar
hasta la oficina se me hace difícil y ocasionalmente se me abre el apetito por
bajar el vidrio del auto y gritar fuerte, no sé cómo describirlo, cómo
llamarlo. A la hora de almuerzo un colega me pasó un pote lleno de humus de
aspecto pálido y deslavado “un cucharón grande en la mañana y te vas a calmar”
me dijo. Tres años después necesitaba de dos cucharones. Luego de tres.
Ya no puedo comprar más cereales
de PPLQH o tendría que gastar más de un tercio de mi salario en desayuno y ni
hablar del humus de SFEED que está a precio de diamantes. No queda de otra que
comprar los productos más baratos fabricados con los remanentes de amor real de
las grandes compañías. Las comidas “light” bajas en amor y las “zero”, ya
puramente sintéticas, son casi lo único que se ve y aunque a la larga te acostumbras
sabes que beber litros de jugo de naranja light de “Abrazos al Costo” para
sentir un poco de cariño es humillante.
No recuerdo cual fue pero hace un
mes la última compañía de la desaparecida LOSE se fue a bancarrota. La
imposibilidad de conseguir materia prima, o sea amor real, fue una carga
imposible de sobrellevar. ¿Qué hacer ahora? Apenas tenía cinco años cuando
consumí mi primer pedazo de amor sintético y muy pocos deben recordar el mundo
antes de eso. Ahora se ve a los jóvenes bebiendo litros de “Darling Spirits”
que combina el amor sintético con alcohol para aumentar el efecto y a otros
ensimismados con la nueva moda de conectarse a los simuladores de amor
sintético disponibles en internet. ¿Cómo diantres se puede simular algo
sintético? Me moriré sin saberlo, un viejo patético añorando en sus últimos
días una tacita de té caliente de ABRAC.
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