OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

jueves, 26 de enero de 2012

Coincidencia Que Termina En Incomodidad

Rincón de los Relatos

Parte del grupo de historias Citas Sobre Malos Momentos En Citas (link)

La historia comienza así: Conocí a Cony en el cumpleaños de un amigo, su prima de hecho. Una conversación sobre nosotros dos viviendo alguna vez en el sur, un par de ciudades rurales y aburridas. Entrenamiento básico: 1) “no había ni cine para ir”, 2) “¿has ido al cine últimamente?”, 3) “¡me tinca buena! Podríamos ir a verla”. Dos días después entrábamos al cine en un día espectacular, frío y lluvioso más una película romántica y hablábamos de anécdotas de trabajo para entrar riendo a la sala cuando a medio camino nos tropezamos con el flaco Correa que andaba con su familia. Correa ella es la Cony una amiga, qué tal, gusto en conocerte, nos vemos luego compadre, hay que inventar un asaito por ahí, vale hablamos, ¿Correa?  es un amigo de universidad.

La historia sigue así, dos días después: A la Ale ya la conocía de hace rato pero comenzamos a salir hace un par de semanas así que la confianza y la amistad eran temas resueltos y el siguiente paso había que hacerlo inminente. Pasos evidentes: 1) engancharla del brazo y caminar juntos, 2) bajar el brazo hasta tomarle la mano, 3) seguir como si nada. Entramos tomados de la mano al salón del teatro, ella sorprendida porque nunca mencioné mi gusto por el teatro, yo porque no es algo que yo hubiera dicho. Fue entonces cuando me divisó el flaco Correa y se separó de sus amigos para correr a saludarme y sabiendo yo su tendencia al poco tino traté de esquivarle pero, cómo estamos nos vemos en todos lados, así parece… ella es la Ale una amiga, mucho gusto y el flaco me hace homónimo favor, a toda voz: ¿oye ella no es la misma del otro día verdad?

Defensa lógica: 1) respuesta refleja, era mi prima, consecuencia el flaco se retira; 2) respuesta judicial, jurar ante la corte y la biblia que sí era mi prima, consecuencia se calma pero no se convence; 3) respuesta contemplativa, dejar hablar mientras se piensa una buena salida, consecuencia... No tienes que salir conmigo si no quieres no entiendo si sales con otra porqué me invitaste, era mi prima (hasta la muerte), a muchos les gustan sus primas y las invitan a salir, (¡tanta imaginación! de esta no salgo), es esa que vive contigo porque no te conozco otra prima a menos que no me hayas contado todo, (estúpido Correa cómo tanta imbecilidad en un solo ser humano), mira si me dices la verdad no me voy a enojar, (o sea se va enfurecer). Consejo Básico: 1) Usar argumentos que ella usaría (¡eso!); 2) “Ale si no confías en mi entonces tienes razón no deberíamos salir”; 3) se quedó en silencio, piensa en qué decir (bingo).

Final: La Cony quedó como mi prima, la Ale me pidió disculpas por ser tan desconfiada y yo, la próxima vez que vea a Correa se va a ir de palmazo en la nuca porque de verdad, nadie puede ser tan pelotudo.

miércoles, 18 de enero de 2012

Humillación Que Termina En Sonrisas

Rincón de los Relatos

Parte del grupo de historias Citas Sobre Malos Momentos En Citas (link)

Tarde ya entrando la noche, segunda cita, clásico: una salida al cine con expectativas conservadoras pero optimista, al menos tomarle la mano, pasar del bostezo al abrazo, realista dada una primera cita increíble con todo eso de la química y la buena conversa y las risas y el “¡ay qué eres simpático!” con la palmada al hombro. Elegantes veinte minutos de atraso y la veo venir, de taco alto y mirada justo al frente y Francisca me canta al oído “esa mujer modelo mira sus labios mira su pelo” y aparecen los temblores y la mirada de tonto y con toda soltura me abraza y me dice “’¡hola!” y un par de cosas más que se comieron los nervios, últimas víctimas porque ella me relaja y vuelvo en mí y la cita comienza a salir bien.

Entramos a la sala riéndose ella de alguna tontera que dije “¡qué eres tonto!” y ya me creía ganador mientras buscábamos buenos asientos, ojalá algo atrás, ojalá bien al centro. Encontramos entonces bueno lugares y mientras ella se acomodaba con el sigilo entrenado levanté el brazo entre nuestros asientos preparando el terreno para ese objetivo simple pero vital. Todo iba increíble, pensé que estaría ansioso y errático en este punto pero nada, la fluidez se daba demasiado natural e invitaba a tomarle la mano de una vez y a buscar el bostezo simulado. Desde ese momento, la tormenta. Le tomé la mano entre risotadas y boberías.

“¡Oye! ¡¿Qué te crees?!” me gritó con una voz que no le conocía y sacó su mano de la mía como quien la aparta de un sartén hirviendo y con resortes se puso de pie y atrajimos la atención de toda la sala, repleta “¿¡Crees que porque acepté venir y nos reímos un rato puedes propasarte conmigo?!” qué fuerte sonó ese propasarte ni que hubiera subido por su muslo más de la cuenta “¡No te quiero ver más, ni te atrevas a llamarme!” y la gente murmuraba y se reía y se asombraba y yo la veía con la cabeza hacia arriba de tan hundido que estaba en la butaca y juro que nunca había transpirado tanto sudor helado. Ella agarró su bolso con la fuerza de un portazo y salió digna y elegante de la sala mientras el público volvía la vista al frente mientras se divertían con mi humillación letal y los más modernos #pobretipodelcine.

“¿No creo que haya sido para tanto, verdad?” me habló una voz al lado mío que me devolvió al mundo real aunque no lograba sacarme ni del asombro ni de la boca abierta. “Sólo le tomé la mano” le respondí a la mujer de lentes a mi lado con la voz en un hilo, rompiéndose porque trató de ser fuerte para dar una excusa al respetable. “A veces es mejor venir al cine sola” reía y cuando se dio cuenta mi miró “no me río de ti, es feo lo que te hizo” aunque no dejó de reír del todo y me terminó contagiando y para rematar la confusión le dije con toda sinceridad “¿cómo se llama la película que vine a ver?” y estalló en risas mientras la luces se apagaban porque ahora comenzaba la verdadera trama y respondió entre risas y susurros “debe ser porque es cine arte alemán, ¿begrepen?” y la cinta germana y el silencio comenzó y sin proponerlo y sin realmente entenderlo nos pusimos a ver la película juntos a pesar que nunca levantamos el brazo entre nuestras butacas.

jueves, 12 de enero de 2012

Desde Aquí al Espacio Exterior

Rincón de los Relatos

Orbita
El cielo estelar brillaba gracias a una Tierra en pleno día con el sol lejano pero iluminando intensamente su rostro azulado, calmo, puro desde esta distancia. El transbordador lentamente ajusta su órbita con la estación bencinera, los pasajeros estamos en silencio algunos viendo el repostaje y otros maravillados con la vista de nuestro planeta. En este punto me gusta cerrar los ojos y tratar de sentir los leves movimientos de la nave. Son casi imperceptibles, la lentitud, la ingravidez, se escucha a los propulsores respirar pausados, metódicos, en armonía con las estrellas que aún se ven imposibles de alcanzar. Al mirar la Tierra lo primero que haces es buscar tu hogar. Cuesta encontrarlo. No se ven fronteras, un único territorio compartido por todos y le sonríes al planeta y se ríe de vuelta entendiendo la ironía, compartiendo el deseo mundial que ninguno quiere conseguir.

Preparación
Desacoplados de la estación bencinera la nave se traslada a velocidades impresionantes hacia su primer punto de salto. Nadie queda indiferente a la sensación de inmovilidad, sin árboles o asfalto, sin costa ni mar, sin nubes ni aves es imposible dar cuenta del avance. Todo está detenido, la Tierra, las estrellas y la nada misma imponen su vasta enormidad y comprendemos que sin violar las leyes del universo nunca nos dejará escapar. La azafata recorre el pasillo ligera y certera, maestra en el uso de las suelas velcradas y los pasamanos del techo “señor su cinturón… gracias” nunca me abrocho el cinturón sólo esperando a que ella me hable.

Pre-Salto
Me gusta mirar las reacciones y los rostros y tratar de identificar a los primerizos, el salto pone nerviosos a aquellos que sin experiencia se basan en los mitos y las desgracias oídas por ahí. Se imaginan a la nave destrozada y nuestros cuerpos muriendo lentamente en el vacío, quince segundos que equivalen a una doble eternidad de gélidos espasmos y dolores insoportables. Recrean esas historias donde modernos aparatos quedan atrapados dentro de un sol o en un lugar perdido de la galaxia por microscópicos errores del astrónomo a bordo. Todos resultan en muertes espantosas porque el espacio, indomable, impredecible, a veces decide tomar venganza de quienes desafían sus infinitas dimensiones.

Salto
Si lo ves desde el exterior la nave sin dar señal alguna desaparece e inmediatamente se traslada a otro punto de la galaxia sin mediar tiempo alguno. Pero como pasajero pasan días, hasta semanas si el viaje es largo. Nadie lo comprende con exactitud ni los físicos más renombrados y aun así nos lanzamos a esa aventura inexplicable sin dudar, sin vacilar, un acto de fe, el costo que hemos asumido por cubrir grandes distancias en tiempos tan cortos. ¿Cuántas cosas hacemos en nuestras vidas cuya única certeza es la fe? Esa brisa de tranquilidad que nos llega del alma y nos dice que todo saldrá bien, ese impulso eléctrico del no cuestionarse nada, de presionar el botón esperando el mejor resultado.

Post-Salto
Tampoco el final del viaje es un gran alboroto aunque para algunos es un alivio que vacía los pulmones y los llena de tranquilidad y el ruido de conversaciones fluye entre “no era tan terrible” y “puras mentiras” y “pensé que sería más agitado”. La nave otra vez toma actitud pasiva y se une a la tocata espacial de luces sordas y movimientos paulatinos. La salida del salto es un momento que nunca se logra superar, ver el espacio sin la Tierra, sin las estrellas de siempre, resulta aterrador en un primer respiro y luego desconsuelo como si de pronto te abandonaran en medio de un desierto.

Estrella
Cuando el capitán nos avisa todos giramos la vista hacia la estrella reinante del sistema, Kullat Nunu, tan extraña como su nombre, tan ajena, fuera de este mundo como dijo un pasajero de más atrás. Casi treinta veces más grande que el Sol me dice la azafata y de inmediato lo establecido como enorme se derriba y se transforma en algo de veras inconmensurable. Se me viene a la mente la Tierra, tan pequeña pero tanta vida que contiene. Trescientos años luz nos separan del Sol me dijo mi compañero de asiento y qué ridículo me siento al recordar lo largo que me parece el camino de casa a la oficina.

Subluz
Tres días más hacen falta para completar el viaje a velocidad subluz, el universo vuelve a su indiferencia, las estrellas a su inacción. ¿Subluz? una expresión injusta para una velocidad abrumadora. De la Luna a la Tierra en 2 horas. Pero bastó que algo la superara para pasar a ser irrelevante.

Tráfico
Después de tres días tenemos a la vista el astropuerto del planeta Uylia siguiendo su órbita con esmero pero complicado al tener que recibir tantas naves, una fila se apresta para dejar pasajeros y carga y lentamente nos acoplamos detrás de una enorme nave anillo. Preciosa en todo sentido, fascinante ingeniería y belleza de ensueño todos quisiéramos viajar en una alguna vez, el enorme anillo giratorio de cristales transparentes deja ver hermosos bosques, ríos calmos y una ciudad encantadora. El espacio clama por atención pero todos nuestros ojos están pegados en esa nave.

Astropuerto
La nave abre sus puertas para salir casi flotando por el túnel de ajuste hacia el astropuerto, de a poco se siente cómo la gravedad aumenta y la frustración de casi no controlar el cuerpo desaparece. El viaje termina entonces. Cada pasajero toma su propio camino, en busca de un vagón-veloz que lo acerque a su destino dentro del planeta que se ve allá “abajo”. Y es aquí donde el viaje termina y curiosamente todos estiran sus cuerpos y dicen “al fin con los pies de nuevo en la tierra”.

lunes, 2 de enero de 2012

Puerta 19

-¿Maletas para facturar?- Le dejé mi única maleta para estamparla con la marca del aeropuerto de llegada, el momento en que el viaje se vuelve irreversible.
-Puerta 19, abre a las doce en punto- Tenía unas tres horas antes de que el vuelo abriera sus puertas, todo ese largo tiempo para esperarte mirando la pizarra de vuelos viendo al nuestro aproximarse. El viaje que soñamos tantas veces y todavía no te apareces.

Te va a encantar volar. Máquinas enormes y pesadas capaces de levantar vuelo con pasajeros y carga arriba, ahí ya empieza lo asombroso. Ni hablar de mirar la tierra desde arriba, pasar a través de las nubes y ver cielo por todos lados, anticipando las maravillas esperando en el punto de destino. Te puedes cansar de viajar por tierra, por mar, pero nunca del aire, un abierto desafío a la naturaleza humana, el sueño de cruzar el cielo y dormir sobre nubes.

Así de rápido pasó ya una hora y todavía no apareces. Nuestro vuelo ya está estacionado y ansioso por volar y cumplir su misión. No era un destino planificado, fue tu idea, cuando mencionabas cuánto te gustaría ir me contagiaste de a poco y recién imaginé la posibilidad y de a poco descubría con tu entusiasmo lo increíble de ese lugar, lo diferente, lo interesante, de pronto estaba recorriendo guías turísticas en internet y preguntando a todo conocido si alguna vez lo habían visitado. Me imagino debes venir corriendo, o tal vez confiada de tanto que insistí en eso de lo exagerado que es llegar tan anticipado al aeropuerto.

Falta una hora para subir al avión y no respondes tu celular, seguro vienes corriendo y agitada tanto como para no prestar atención a tu teléfono. Este rato me he divertido escuchando a una pareja de franceses (o canadienses de Montreal, quién sabe) él está sentado en el suelo con todas las maletas abiertas buscando algo desesperado y ella le recrimina, por el tono debe ser algo que él olvido y ella lo culpa furiosa. Su drama hizo que yo mismo revisara una y otra vez mi pasaporte en correcto orden, mi billetera, mi pase de abordaje así como varios otros que estaban ahí invadidos por ese temor de última hora que no dejara subirse al avión.

Ya es casi hora y llega el momento de tomar la decisión: sigo esperando y arriesgo dejar ir el vuelo o continúo esperando a que de pronto aparezcas. Tengo la extraña sensación que no vendrás.

Con la puerta de abordaje frente a mí, quedan diez minutos para que cierre. Y tú ausente, como si nunca hubiésemos planeado el viaje juntos, desapareciste y no volarás conmigo. Te esperé, no solo ahora, hace casi un año hablamos por primera vez de ir juntos, desde entonces estoy sentado junto a la 19 con mi pasaporte en la mano y nos vayamos juntos. No voy a estar aquí toda la vida, es hora de tomar el avión. Me iré sin ti.

Es como lo repasé tantas veces. El aeropuerto es enorme, una metrópolis repleta de rostros multicolor, acentos de todo tipo y letreros incomprensibles pero piadosos con su inglés pequeñito.
-Travelling alone?- miré hacia atrás por última vez y no dude en responder.
-Yes, just me- y es que te demoraste tanto el llegar, o quizás nunca quisiste venir. Y ahora, ¿cómo es que se llega desde aquí a la ciudad?...