OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

jueves, 30 de agosto de 2012

Vino Con Aroma A Guinda


Rincón de los Relatos

Sueño.
Todo es metálico y huele a humo. Edificios altos de cristal, opacos, está de día pero el sol ya escondido. Una mujer de pelo lacio baja de un avión escarlata y de golpe me encuentro adentro despegando directo hacia el cielo despejado.

Realidad.
Otra escena del crimen: un hombre muerto a balazos en la calle a las siete de la mañana. Apenas esté acordonada el área con cinta amarilla seguro apareces en primera fila micrófono en mano gritando preguntas a ver si alguno de nosotros se apiada. Te va a interesar porque viendo la cara de la víctima es un político, conocido, extraño homicidio en circunstancias más bien habituales. No te he visto pero sé que ya estás aquí.

Fantasía.
Doy vuelta la mirada a nuestro público y adiviné bien. Incisiva pero de sonrisa dulce en un rostro que más bien revela desesperación por conseguir una cuña. Me acerco a responderte, conversamos unos minutos sobre el pobre baleado y me pasas tu tarjeta con un guiño y un gesto coqueto de tu mano jugando con tu pelo. Terminada mi jornada en la escena marco tu número y me dices “sabía que me ibas a llamar” y quedamos de acuerdo en juntarnos en un café.

Realidad.
Me levanto luego de verificar los 5 balazos que mataron al político y observo el tumulto de gente que siempre está mirando. Y ahí estás colgada de la cinta amarilla y micrófono  en mano con tu siempre fiel camarógrafo detrás. Te das cuenta que te estoy mirando y aprovechas para llamar mi atención segura de que con un par de respuestas lograrás cumplir tu misión. Años en este empleo son suficientes para saber que tu hombre cámara es también tu compañero de vida.

Sueño.
En un segundo veo la Tierra desde arriba como en esas fotos donde los astronautas ven el planeta desde una estación espacial. Recuerdo entonces el sol perdido y dirijo el avión escarlata hacia donde yo estoy seguro lo voy a encontrar. Tengo la sensación que pasa mucho, mucho tiempo hasta que al fin veo los hilos de fuego que saltan de un lado a otro sobre la superficie del astro rey.

Realidad.
Me reconoces, investigador y reportera del crimen siempre se toparán. “La víctima es un varón de unos 35, aún no podemos corroborar su identidad” te respondo mecánico y me preguntas de la misma forma “¿alguna hipótesis sobre lo sucedido?” Entre formalidades y lugares comunes la entrevista termina, bajas el micrófono y haces apagar la cámara. Al no ser completos desconocidos me preguntas por mi vida, te pregunto por la tuya y me deseas un buen día.

Sueño.
Tu aroma proviene de tus labios color guinda de pronto el aroma del sol y del espacio. Aparezco descansando cubierto por la sombra bajo un árbol en un gran parque, acalorado por el mismo sol que hace poco trataba de visitar y envuelto por el mismo calor frutal que llenaba mi avión.

Fantasía.
Nos encontramos en el café pero en vez de unos capuchinos le exigimos al mozo un par de copas de vino porque el hombre que tocaba acordeón nos hace sentir como en París y cómo no estar a tono. A la tercera ronda perdemos la cuenta y logras que te cuente detalles sobre los homicidios más bizarros que he investigado y cambio me haces reír con tus aventuras bajo las lacrimógenas en protestas y las eternas esperas por cuñas de tres palabras.

Sueño.
Estoy solo y estás tú también, en cada rincón de mi imaginación. Cierro los ojos en un acto de conciencia dentro del sueño, queriendo vivirlo más a fondo, estar contigo un rato más porque retumba un tic-tac en el suelo, pequeños temblores avisando que pronto la alarma del reloj hará un escándalo ineludible.

Realidad.
Le revuelves el pelo a tu novio camarógrafo y se alejan hacia la camioneta del canal. Me devuelvo al centro de la escena para recoger el maletín con todas las muestras y rastros rescatados y entonces me dirijo a la camioneta de la unidad ya pensando en la utilidad de las pruebas a procesar. En un descuido me tropiezo justo con la médico forense antes de subir al auto y me señala “dicen que tienes algo para mí” le indico el cuerpo cubierto en una sábana plástica y le digo “un hombre como de mi edad, lo acaban de acribillar a balazos” y me mira desencantada “podrías tenerme alguna novedad para variar”.

Fantasía.
Cuando vamos camino a mi auto vas haciendo bromas en el camino, entre porque es tu personalidad y porque así tu mareo pasa desapercibido. Parecemos niños jugando por la calle, empujándonos y riendo a carcajadas, tú ya que te diviertes recordando la primera vez que me entrevistaste y lo nervioso que me puse y cómo gozas recordando haberme puesto en vergüenza. Manejando hacia tu casa nos vamos cantando la fiestera música de esas radios para dos e insistes en que yo sé dónde vives, que ese es mi trabajo. Sin recordar intermedios te abro la puerta de mi auto y te vas cantando a tu departamento. La mejor noche que he tenido en meses.

Despierto en mi cama recordando el día anterior, recordando haberte visto y sentirme un poco más feliz sólo por eso. Sol con sus hilos de fuego escapando del centro. Compañera de acordeones y vino. Reportera en mis escenas del crimen.

martes, 14 de agosto de 2012

Fábrica de Jalea

Rincón de los Relatos


Surtida por una única fábrica, los habitantes de ciudad Conforme suelen incluir al final de sus comidas una porción de la deliciosa Jalea “Bin”, cien centímetros cúbicos envasados en potes plásticos y en sus dos exquisitas variedades: naranja y piña. No hay postre más consumido, más reclamado ni que dure tan poco en las estanterías de Conforme por su dulzura familiar y consistencia impecable. Tanta es la relevancia de las jaleas “Bin” que amistades, socios y parentelas se reúnen en torno a un sabor y es así como quienes prefieren piña rara vez se juntan con los naranja y entre ellos se sienten demasiado a gusto, literal y figurativamente hablando.

-¿Cómo puedes preferir naranja sobre piña? es desabrida, casi incolora, ¡aburrida!-
-Por favor ¿sabes cuánta azúcar le ponen a la jalea de naranja para darle buen sabor? pura ficción, una lista de ingredientes mentirosa- Así de sencillo se arman peleas en el colegio local mientras los compañeros rodean el ring y azuzan “¡naranja!, ¡piña!” y tienen que llegar dos profesores a parar la riña porque si llega sólo uno es capaz de aforrarle al alumno de sabor contrario. En la plaza, en las oficinas, en las calles, donde sea, si un piña provoca a un naranja comienzan las discusiones, verbales o físicas, con tal de defender la jalea favorita los conformistas son capaces de todo. Como esa vez cuando los Medina en su totalidad fueron a tirarle pintura naranja a la casa de los Pineda o cuando un grupo desconocido reemplazó todos los naranjos por amarillos en los focos centrales de cada semáforo de la ciudad. Conforme ha estado siempre dividida en dos.

Desde su mansión en las afueras de la ciudad, el dueño de la fábrica de Jaleas Bin revisa sus generosos estados financieros mientras espera a su chofer en la terraza bebiendo un té londinense. Sin apuros se acomoda en los acolchados sillones traseros del auto y enciende un habano regalado por un amigo cubano, una delicia. Ya entrando a su fábrica sonríe siempre frente a sus dos líneas productivas, una línea de ensamblaje naranja y al frente una idéntica solo que de color amarillo. Y el dueño las mira a ambas, abre sus manos para abrazarlas y recién entonces se dirige a su oficina. Allí su secretaria le avisa que su consultor de mercado lo espera desde hace algunos minutos.

-¡Qué me cuentas hombre, cómo te trata la vida!- lo saluda con un fuerte apretón de manos que deja aún más pequeño al enclenque consultor.
-Le traigo algunas noticias interesantes esta vez, un recorrido por los nuevos barrios- dijo con la firmeza de un hombre corpulento.
-¿Nuevos barrios? La ciudad crece ¡fantástico!- se alegra golpeando el escritorio -¿Naranja o piña?- pregunta inmediatamente levantando una botella de su licor favorito listo para brindar.
-La verdad, con esto de internet y la apertura al mundo he escuchado que los más jóvenes andan en la busca de jalea de frutilla- y justo se lo dice al dueño cuando tomaba una pinta de su mejor cerveza la cual como fuente de plaza salió a brotes de su aturdida garganta.
-¿¡Frutilla!?- repetía -¿¡Frutilla?!- y no lo creía -¿¡pero quién diablos podría querer jalea de frutilla!?-
-Es lo que la gente pide, debería considerar al menos una pequeña…- furioso lo interrumpió el dueño.
-¡No sabes de lo que hablas! la gente siempre va a decir tonterías, frutilla, guinda, limón, al final siempre terminaran comiendo naranja o piña. Ya verás, el tiempo me dará la razón-

Las correas de ensamblaje siguieron su ritmo amarillo-naranja sin cesar, sin variar. Sin embargo las voces disidentes no quedaron mudas. En los diarios, columnas hablando maravillas sobre la jalea de frutilla comenzaron a brotar y aunque los insultos les llovían de a poco fueron ganando adeptos y gente dispuesta a probar el nuevo postre. Mucho más impactante resultaría la marcha en bicicleta a favor de la frutilla realizada un día domingo con muchos asistentes molestos porque ni las fábricas ni los almacenes eran capaces de hacer algo para cambiar la sapidez dual.

-¡… y vamos exigir que cambien el sistema de dos líneas de producción, vamos a presionar al empresario, supermercados y todos aquellos que tienen que ver con esta imposición de la sobremesa. Tienen que ser capaces de cambiarlo!- gritaba por un alta voz el líder de la marcha acompañado de efusivos vitoreos. Así, la apatía crecía y aunque siempre minoría ciudad Conforme tenía clara la existencia de una jalea de frutilla más allá de las fronteras acostumbradas del dulce y gelatinoso bajativo. La nueva generación decidió protestar. Se alejaron de todos los supermercados y almacenes y se negaban en sus casas a comer de postre la jalea impuesta por sus padres y los padres de ellos. Llenaron peticiones en línea y tapizaron en agravios a los férreos defensores del postre en dos sabores y para qué mencionar el odio sacramentado hacia el retail y la fábrica de jalea Bin. Enemigos de los nuevos tiempos. No les queda alternativa, tienen que ceder.

-Se lo dije, la jalea de frutilla está instalada en la ciudad- dijo el consultor triunfante frente al experimentado empresario.
-¡Vamos hombre, no sabes nada de nada!- respondió justo cuando a la oficina entraba un tercer actor.
-¡Amigo mío!- saludó el dueño afectuoso al director de los supermercados y almacenes de ciudad Conforme.
-Cuéntame, las ventas, cómo van- preguntó con naturalidad rutinaria para sorpresa de un preocupado consultor.
-Bueno, la jalea de piña sigue en sus mismos niveles de venta al igual que la jalea de naranja, la diferencia entre ellas sigue siendo mínima, en algunos almacenes gana la de piña y en algunos supermercados la de naranja pero en promedio está todo bien controlado-
-¿Pero... pero y la jalea de frutilla?-
-¿Qué dice este hombrecito?- notó de pronto el dueño del retail al pequeño consultor.
-Mi consultor, un exaltado. Dice que la gente quiere jalea de frutilla y que hasta protestas ha habido para que se produzca y se venda- explicó casi susurrando, ignorando adrede la presencia del consultor.
-¿Jalea de frutilla? Es extraño, en ninguno de mis locales alguien a preguntado por jaleas de frutilla y mucho menos han dejado de comprar las que ya hay- y se dirigió al consultor –Hijo, debes estar alucinando- tratándolo con el desprecio al ignorante.
-Entonces no hay razón para fabricar de ese sabor, si nadie la ha ido a comprar…- y quedó cerrada la reunión de ese día sin apelación por parte del consultor quien ante la abrumadora evidencia tuvo que tragarse sus análisis y volver a las estanterías a contar cuántos potes de naranja y piña desaparecían al día para no perder rastro a la siempre eficiente contabilidad de la empresa.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Denébola

Rincón de los Relatos


¿De verdad eres tú?
El termostato estalla.
No sabes cuánto quería estar contigo.
La rasgadura en el metal se hace evidente, importante.
Deja quedarme, al lado de tu sonrisa de niña.
Una alarma insoportable, un destello rojo que va y viene.
Usas el perfume que imaginé, puedo volar donde sea sin subir a una nave.
El vacío violenta desde el exterior al oxígeno indefenso.
Escucho tu risa, me haces reír, me hablas al oído “no te preocupes, abrázame, nada te pasará”.
Entre escombros metálicos y aire muerto él cae presa del espacio exterior.
¿Nos vamos juntos al paraíso verdad? ¿Nos vamos hasta lo más alto del cielo?
No importa cuántos miren hacia arriba ni tampoco qué modernos aparatos usen, ninguno alcanza a ver hasta dónde se han ido.

La llevo para todos lados, una fotografía de una hermosa playa bajo la estrella Denébola, arena blanca, aguas turquesa, un pequeño muelle de madera adornado con plantas marinas y ella en el centro, de pie con un vestido celeste apenas llevado por el viento. Quisiera abrazarla, contarle al oído cuánto me inspira cada día, subyugar mis dedos a su liso cabello que coquetea con el viento sacándole risas a sus hombros.

La misión, absurda sin duda. Una estación abandonada alrededor de rocas secas y huecas. Según el director hay algunos documentos importantes ahí dentro y la promesa de un tesoro escondido bajo una clave encriptada endulza el trato aunque no lo suficiente. Quién dejaría algo de valor en un lugar así. Iluso. Sabe que le basta sólo con su autoridad para arrastrarme hasta aquí, el resto son solo promesas para él sentirse mejor al enviarme a una muerte probable.

Si supieras que te la robé de tu escritorio.
Acaricia la foto y abre la escotilla de entrada dejando salir aire, un alivio.
¿Notaste el mechón que arranca hacia arriba de tu cabeza como un cohete despegando de algún planeta?
Inspira una y otra vez asegurándose de tener aire fresco, al menos respirable.
No me dejes, te lo pido.
Guarda la foto en su chaqueta y comienza a recorrer los pasillos de la estación.

Veamos, dos corredores y a la izquierda. Luego una escalera hacia arriba y llegaré al puente. Llegando allí, justo al frente otra escotilla, otro pasillo, y hasta el final, el camarote del capitán. Es un desastre, no queda nada, se llevaron hasta el último perno que pudieron sacar sin destruir la estación. Qué pérdida de tiempo además hace un frío espantoso ya me dan ganas de salir de aquí y refregarle en el rostro al director su inservible misión.

Lo sé, tal vez te vi tarde, tal vez tú nunca me viste, tal vez nunca nos miramos a los ojos al mismo tiempo.
Cada vez se movía con mayor lentitud sin embargo no lo notaba, pensaba en la mujer de la foto.
Una oportunidad, tan solo una de verte una vez más y hubiera bastado.
La escotilla roída por el abandono y la palabra “capitán” grabada sobre ella derretía sus últimas letras.
Dicen que el dolor es la sensación perfecta, te avisa cuándo estás en peligro, cuándo debes llorar y luego se va, se va y es imposible recrearlo de la nada.
Dos giros a la manivela y la puerta cede entre metal crujiente y aire sofocado.
Pero el dolor de no compartir contigo el brillo de Denébola lo llevo día a día. Me equivoqué porque pensé que el tiempo sería nada pero fue tanto para ti que me olvidaste.
La habitación estaba vacía, una casa abandonada por siglos por alguien tan avaro que se llevó hasta la última losa del suelo.

¡Cómo no! Llevaré de vuelta un registro de cada milímetro de este lugar y mandar al director a recoger tesoros a algún hoyo negro. También es culpa mía, soy un desastre. No debería estar aceptando trabajos que me lleven por semanas a través del espacio hacia lugares recónditos y absurdos. Al fin y al cabo la única razón es deshacerme de lo que llevo en el bolsillo. A veces ni yo mismo puedo creer qué absurda es mi vida ahora.

¿Y si te prometo que estaremos juntos toda la vida será suficiente?
Comenzaba a correr una brisa fría dentro de la habitación del capitán.
Te ves linda con el pelo corto ¿te lo he dicho?
Pequeños pedacitos de metal forman remolinos y  se dispersan por todo el lugar.
El aire marino está perfecto, aunque tu aroma color frambuesa con lunares blancos se roba la escena.
No se ha dado cuenta aún pero una milimétrica falla en el casco comienza a cobrar vida.
¿Sientes el arena en tu piel blanquecina?
Una falla y el resto se desatan en cadena, la temperatura pierde el control y la seguridad, curiosamente en línea, bloquea la puerta.

¿Es esa la alarma de despresurización? ¡No, imposible! La puerta se bloqueó, siento cómo el oxígeno es arrastrado hacia el espacio y no traje nada para reparar la fisura que acabo de descubrir, mi sentencia de muerte. Querido, amado universo ahora serás la tumba de mi cuerpo inerte cuya lucha eterna será encontrar la forma de descomponerse y volver a formar parte de la vida. Me sentaré a esperar el final y… tú foto, es lo último que me queda. Qué calor, un sol abrazante. ¿Eres tú sentada a mi lado?

¿De verdad eres tú?
El termostato estalla.
No sabes cuánto quería estar contigo.