OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

jueves, 21 de febrero de 2013

Sala De Urgencias

Rincón de los Relatos


La sirena acercaba su escándalo. El doctor de turno y una enfermera se ponen guantes de látex y salen a la entrada de urgencias para recibir al paciente y atenderlo lo más rápido posible. La ambulancia aparece veloz y de un violento frenazo se detiene justo donde debe hacerlo. Los paramédicos se bajan corriendo y abren las puertas traseras de la ambulancia con habilidad acostumbrada. Acomodan las patas con ruedas de la camilla y en ella se ve a un hombre recostado de unos treinta con la mirada perdida en el cielo, los ojos llorosos y el aspecto cansado. El doctor lo mira y gracias a su experiencia sabe de inmediato el mal que le aqueja.

-Al box tres- le indicó a los paramédicos quienes empujaron corriendo la camilla hacia el interior de la sala de urgencias y luego de la atestada sala de espera, en el pasillo de la izquierda la tercera puerta.
-Pobre muchacho- dice el doctor a la enfermera quien asiente con semblante comprensivo.
-¿Cómo te llamas?- le pregunta ella suavemente.
-Gabriel- responde con un nudo en la garganta, síntoma ya previsto por los dos especialistas.
-Cuéntanos, cómo te pasó- pide el doctor quien con un gesto le da a entender a Gabriel que comprende perfectamente su malestar.
-Es… es esta mujer doctor, esta mujer la que me tiene mal- la enfermera le mide el pulso y toma algunas notas. Gabriel voltea sus ojos hacia atrás tratando de ver el cielo en la ventana  de la pared por encima de su cabeza.
-¿Novia?- pregunta el doctor, Gabriel lo mira desconsolado.
-No. Me hubiera gustado que lo hubiésemos intentado- el doctor y la enfermera se miran de reojo, al comprender el mensaje esta última sale del box.
-Te rechazó entonces- dice el doctor a modo de conclusión posible.
-Ni siquiera, es decir al menos el rechazo es una certeza pero yo con ella tengo ninguna. Es del todo impredecible, a veces me pone mucha atención y otras nada. Sabe estoy seguro hay algo entre nosotros y no es solo una idea mía- el doctor lo interrumpe.
-Cuál vendría siendo la dificultad- Gabriel se pierde un rato en sus pensamientos tratando de expresar mejor lo que quiere comunicar.
-El problema es que tiene una enorme capacidad de darme grandes esperanzas para luego arrancarlas de cuajo y toda de una sola vez. El problema es que pienso que a veces tiene muchas ganas de verme y al día siguiente que hasta mi voz le parece repulsiva. El problema es que cuando quiero hablar con ella o siquiera intercambiar unas líneas de chat ella no lo hace, solo pasa cuando quiere ella, solo cuando se le antoja- el doctor tan acostumbrado ya a ver estos casos casi diariamente le dice con sinceridad.
-Muchacho, estas cosas pasan siempre. Escucha y responde con sí o no: ¿cuando la llamas o le hablas por internet siempre te contesta?
-No- responde mientras entra la enfermera acompañada de una segunda doctora que trae consigo un maletín.
-¿Tienes que insistir muchas veces para poder verla?- El doctor saluda a su colega quien ríe al escuchar la pregunta.
-Sí-
-De los siete días de la semana, ¿son más los que crees que no le interesas para nada?-
-Sí- Gabriel se sorprendió por lo rápido que respondió a eso.
-Ya basta doctor no lo torture- le dijo la doctora sonriente.
-Muchacho- saluda a Gabriel – soy la doctora Lamarca, lepidopteróloga. Luego de presentarse saca de su maletín una linterna con una pequeña pantalla montada a ella.
-Mira esto- le indicó al paciente. Lamarca encendió el aparato e iluminó el estómago de Gabriel. Tras indagar por unos segundos giró la lámpara para que él pudiera ver la pantalla.
-¿¡Eso está dentro de mí?!- grita Gabriel espantado por la visión de su interior.
-Claro, claro ¿esto lo explica no?- los cuatro del box estaban agolpados viendo en la pantalla cómo un montón de polillas de aspecto tétrico se devoran el estómago de Gabriel.
-¿Has oído eso de mariposas en el estómago? Pues bien, esto pasa cuando las dejas mucho tiempo dentro sin correspondencia- le explica la doctora –lo que vamos a hacer ahora es extraerlas ¿te parece?- Gabriel asintió como cualquier paciente indefenso entre su enfermedad incomprensible y el único ser que parece poder solucionarlo.

Lamarca sacó de su maletín un segundo aparato, una caja de metal. Desde una de sus caras nacía la boca ancha de un embudo que terminaba en una delgada jeringa. En la cara contraria se notan una serie de botones alrededor de una pantalla como la de la lámpara. La enfermera toma un frasco negro de una estantería del box, derrama povidona en el estómago de Gabriel y a continuación esparce el líquido café por toda el área con la ayuda de un algodón. Luego de un “no te preocupes, no dolerá” la doctora inserta la jeringa a un costado del ombligo de Gabriel quien comienza a sentir como si un dedo escarbara sus entrañas. El procedimiento duró cinco minutos.
-¿Cómo te sientes?- preguntó Lamarca mientras la enfermera le tocaba la frente.
-Bien, extrañamente bien- y hacía un curioso esfuerzo por recordarla, a quien lo tenía así y a pesar de lograrlo en su mente ya no sentía ni desolación ni falsas expectativas.
-No te preocupes- le dijo el doctor quien de pie observaba todo –todos los pacientes hacen lo mismo, tratar de recordar. Pero ese recuerdo esta siempre ligado al estómago y como ya te extrajimos todo del estómago la conexión se perdió-
-Ya te puedes ir- le anunció la doctora volviendo a guardar sus instrumentos.

Ambos doctores salen del box dejando a la enfermera con Gabriel para los detalles del cuidado posterior.
-¿Qué haces con eso después?- pregunta el doctor a Lamarca refiriéndose a las polillas ahora atrapadas en la caja de metal.
-Quemarlas, qué más- ríe de buena gana hasta que ven pasar una camilla al box de trauma.
-¿Viste a esa pobre Lamarca?-
-Venía llorando a mares, mejor voy- y afirma con fuerza su maletín lista para salir corriendo.
-¿Estás haciendo de cardiopista también?-
-Es Febrero y con tantos de vacaciones hay que hacer de todo- responde mientras sale corriendo detrás de la urgencia.

-Vaya locura- reflexiona el doctor caminando hacia la sala de espera a atender los casos menos urgentes. Antes de llamar al siguiente echa una mirada a todas esas almas atacadas por la misma enfermedad pero presentándose de tantas maneras diferentes.
-¡Francisco García!- llama en voz alta y desde el fondo de la sala se para un tipo con una melena que le cubría toda la frente.
-¿Cuál es tu problema muchacho?- le pregunta el doctor y en vez de responder el joven paciente levanta el pelo de su frente y le muestra la foto de una bella mujer que por más que lo ha intentado no ha podido despegarla de ahí.
-Tranquilo, no nos demoramos nada- el pobre caminaba apenas.
-Enfermera- dice el doctor a una mujer de blanco cuando se la encuentra camino al box –traiga el kit de pictodectomía. Al escuchar tan aparatosa palabra el joven de pelo largo se detiene por el susto.
-Tranquilo hombre, te la vamos a sacar de tu cabeza y problema solucionado-

No hay comentarios.: