OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Hirú

Rincón de los Relatos


Tres

Hasta hace tres años, los meses se me pasaban volando pero a bordo de la Hirú el tiempo se dilata hacia días cada vez más extensos y duraderos que no es decir lo mismo. Las ocho horas laborales son un deleite bajo el follaje de la plaza botánica mientras enseño el parque a sus visitantes que en sus ocho horas de ocio han decidido dar un paseo por el reducto terrenal de la nave y recordar los nombres de las plantas. Mi vida en Gaia, nada parecida. La ciudad de la cual escapé se había vuelto una real locura, una locura violenta de seres humanos prestos a defender su singularidad a insultos y golpes si era necesario. Y ni hablar de la intolerancia, el mal de males, la última mutación esencial aceptada por nuestro genoma sobretodo en el mundo virtual, viral, venenosos comentarios inundaban la opinión contraria a tal punto de llegar a una catarsis bélica en réplicas repletas de odio y tan carentes de cualquier otro contenido. En cambio aquí en la Hirú, la colaboración no es sino nuestra genética, nuestro modo de vivir, comprendimos que es la sociedad quien debe llegar el apogeo y no cada uno por su cuenta parcelando el mundo en porciones egoístas.

Treinta y tres

-A unos 4 años luz, más menos- aseguró el técnico sin quitar la cabeza del monitor.
-¡Vaya que estamos lejos!- reflexionó el astrónomo a su lado mientras jugaba con una pelota plástica que cabe en la palma de su mano.
-Ya fue enviada una sonda a investigar el sistema más cercano- reportó el ingeniero, dato que todos ya sabían.
-¿Qué edad tienes Robert?- preguntó el astrónomo al ingeniero, aburrido de tanta plática estelar.
-Treinta y tres, en realidad a una semana de cumplirlos- respondió con un dejo de recordatorio.
-¿Cierto eso?- el técnico puso atención –eso significa que naciste en la Hirú, ¿verdad?-
-Así es Braam, casi dos semanas después del despegue- aseveró orgulloso.
-¿Subieron a una embarazada de nueve meses a la nave? No muy sabio que digamos- opinó el astrónomo.
-No, pero mi madre lo quiso así- aclaró Robert con voz agradecida.
-Y eso…-
-Mi madre trabajaba en una oficina de abogados en Gaia, en uno de esos países disfrazados de desarrollo. Estaba doce horas al día en el trabajo y a veces más, le gustaba tanto el derecho pero la realidad abrumadora fue cambiando ese gusto por un irrevocable desprecio, hacia los horarios mutilantes, hacia los éxitos enajenados, hacia la niñez de mi hermano arrebatada y las ganas de estar con mi padre cambiadas por un sueño que nada reparaba. Cuando vio el aviso de reclutamiento para las colonizadoras se enamoró del proyecto de la Hirú y los siguientes cinco años se dedicó solo a lograr ser seleccionada-
-Ser astrónomo aquí es maravilloso- reflexionó el profesional luego de la historia de su compañero, -y no es por la cercanía a las estrellas, los telescopios siempre se encargarán de eso. La diferencia es que ahora sí representan un sueño, el camino a la utopía imaginada. Como tu madre estaba semanas sentado tras un escritorio interpretando datos en series numéricas que ahora carecen de importancia. Todos los días eran los mismos números malditos y el día estaba exactamente igual al salir del trabajo y el mismo café corporativo todas las mañanas…

Trescientos Treinta y Tres

“Habían miles, vivían en praderas extensas y pasaban sus horas cazando o recostados al sol”. Los leones siempre fascinan a los niños, y a mi porqué no. Criaturas salvajes domesticadas para no olvidar nuestro legado, ahora encerradas dentro de una hectárea “comían otros animales, por eso se llaman carnívoros” me gustaría saber si el león es capaz de entender dónde está, si logra comprender el espacio exterior o si sabe cuán lejos estamos del lugar de origen de sus ancestros “la hembra se encargaba de surtir el alimento, ella solía correr tras antílopes y cazarlos para luego comerlos” me pregunto si se regirá también por el sistema de tercios.
Mi reloj me avisa que son las 7.55 del horario laboral en la zona Alfa y por lo tanto debo aprestarme para retirarme de mis labores de monitor del zoológico y pasar a las 0.00 horas del tiempo de ocio. Si hay algo, quizás lo único, odioso de este sistema es recordar que en cinco minutos Lanerta entrará a su trabajo en la zona Gamma justo después de sus horas de sueño. Fue lo mejor, separarnos de zona para evitar vernos otra vez.
"Miren eso, una de las leonas ha compartido su comida con otra camada" cosa que no ocurría en las praderas de Gaia pero siempre omito ese comentario porque parece algo poco plausible. Ahora los leones, delimitados en su espacio físico, son libres en todo el resto de los sentidos. Juntos buscan comida y ya han dejado las rencillas por territorios porque el que tienen es de todos y lo han comprendido, y les parece más que suficiente al punto que hemos experimentado dejando las rejas abiertas y jamás han escapado. "¿Eso? lo hacen porque han descubierto que si inundan el pozo con algunas hojas el agua toma un sabor más agradable" la época de corre y caza se les ha terminado y una era de iluminación antes inimaginable a comenzado para estos animales.
Las 7.59 y miro por última vez a los leones y me da la irónica impresión que también estamos en una jaula en medio del espacio. Aunque… Gaia habrá sido un lugar inmenso, casi infinito, pero la humanidad se las arregló para vivir apretada, caótica, con personas luchando a muerte por un pedazo de planeta en cambio, en la Hirú, todo parece tan extenso.

Tres Mil  Trescientos Treinta y Tres

Alrededor de todos los servicios noticiosos de la nave-ciudad corrió la noticia de un emisario llegado desde muy lejos, un embajador de otro de los proyectos colonizadores originales lanzados desde Gaia desde hace más de 3.300 años. Las cámaras tomaban preciosas tomas tridimensionales de la mujer en cuestión enfocando principalmente su brazo donde colgaba sobre su traje un bordado con las palabras “La Flota”. Se puso de pie frente a un estrado instalado en la plaza central de la zona Beta, sin quitarse su traje espacial excepto por el casco. Un telar de cabellos rojos cautivantes dejó impresionados a todos en la Hirú y bastó para paralizar el trabajo, congelar el ocio, despertar del sueño.
-¡Amigos de la Hirú!- saludó entusiasta –Vengo desde “La Flota”, como ustedes, colonos lanzados al espacio desde hace 3 milenios para conquistarlo. Mas, creo nos encontramos en el mismo predicamento: no hemos dejado un solo hombre reclamando con nuestras banderas una superficie de un mundo exterior- Una periodista preguntó si la intensión de La Flota era unirse con la Hirú en esta conquista pero no recibió más que una mirada de asombro y luego desdén.
-He venido a deciros, dejad esa inútil misión. Nuestras utopías dependen de no pisar suelo firme alguno pues apenas el primer hombre lo haga querrá reclamar el planeta como suyo y quien viene después, queriendo lo suyo propio, clavará su insignia en el territorio que en vez de compartir lucharan por poseer- La anterior ignorada insistió aunque desde un enfoque distinto:
-Bueno pero y nuestras naves, se unirán para compartir mejores experiencias- dijo en tono de suposición inteligente. La pelirroja extranjera fijó su mirada y esta vez le respondió con letales palabras.
-Nunca, eso nunca debemos hacerlo… sobre todo eso- se bajó del estrado, se puso el casco y sin que nadie pudiera detenerla se dirigió al hangar donde apostó su nave y dejo la Hirú. Las últimas imágenes de su transporte desapareciendo para entrar al hiperespacio recorrerían las mentes de los habitantes de la Hirú por meses.

Treinta y Tres Mil Trescientos Treinta y Tres

Fatia cerró su mente furiosa con Veena.
“Vamos Fatia, al menos podemos discutirlo” pensó Veena con energía tratando de hacer pasar sus pensamientos hacia Fatia. “Amor, no puedes ponerte así cada vez que estamos en desacuerdo” acudió al sentimiento para permear su mente. “No puedo creer que quieras quedarte abajo” pensó al fin Fatia al borde del llanto. Veena, buscando elocuencia, decidió hablar.
-Cómo no me entiendes querida mía, Treinta mil años esperando salir de esta nave para vivir en tierra firme y tú me lo quieres negar- terca, Fatia no dejó el plano telepático. “Yo no te impido nada si quieres te vas sola. Además tienes tan solo 20 años no 30 mil y tantos”.
-Sabes a lo que me refiero no seas infantil- y apenas lo dijo se arrepintió recordando cuánto molestaba a Fatia ese adjetivo. Su reacción no se dejó esperar y se aprestó a dejar la habitación con el temple de quien romperá la puerta de un golpe al salir.
-¡No te vayas así, escúchame!- “¡piénsame!” Ante eso Fatia se detuvo y abrió su mente de nuevo, repleta de sinceridad:
“No habrá nada allá abajo, vas a ser parte del ciclo otra vez ¿no lo entiendes? Encontramos nuestro pedazo de paraíso en la Hirú porque aprendimos desde el primer día que la colaboración es el camino hacia las estrellas pero en cuanto pongas un pie en ese planeta volverás a esconder tu mente solo para ti y tu cuerpo volverá a sentir la necesidad de poseerlo todo, de dominar lo que la vista alcanza a cubrir. Gaia estaba desbordada a pesar de ser generosa por eso nos fuimos de allí.” Veena sorprendida tardó en reaccionar. Ordenó sus pensamientos y los desembocó en su último discurso al amor de su vida.
-Fatia, ya han pasado decenas de milenios de eso y hemos aprendido a vivir en armonía con nosotros, con nuestros pensamientos a bordo de la nave. No hay forma de volver atrás, no a ese atrás. Ya verás cuando vuelvan a visitarnos, admirarán el bello trabajo que habremos hecho en la Tierra.
“Tierra se llamará” respondió Fatia exhausta de escuchar por los oídos “pero no será más que un lugar estéril Veena, y cuando pasen otros tantos milenios estaré a millones de años luz en el espacio profundo a bordo de la Hirú mientras tú y tus terrícolas seguirán imantados por la gravedad de esta roca y nadie vendrá a buscarte cuando te arrodilles y pienses con todas tus fuerzas intentando encontrarme a través del firmamento.” y Fatia nunca más volvió a abrir su mente para Veena.

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