
El túnel no terminaba, no lo haría si no decidía destino. - Supongo que “aquí” es donde esta ella, sácame de aquí. Así resolvía el dilema. - Tantos siglos de evolución pero no entienden nada aún. Respondía con una elocuencia insólita. - Ni lo intentes, recuerda eres una máquina. Gina, el nombre de mi nave, tiene la tendencia a darme lecciones sobre la vida como si fuera mi mejor amiga.
- Observa esto, dijo y desactivó la supravelocidad. El espacio se presentaba de vuelta en su eterna inmovilidad. – Estamos a casi 7 parsecs de distancia de ella ¿te parece suficiente? Y no me parecía, su olor inundaba la cabina, su rostro se dibujaba en cada constelación posible. No se lo quería decir pero Gina tiene mejor intuición que cualquier humano. - ¿Lo ves? tendría que arrastrarte hasta donde no hayan estrellas, no se sientan olores, no se perciban colores. Mi dolor era tan fuerte, me pareció una sugerencia plausible. – Tú puedes llevarme hasta allá, yo sé que puedes. Insistí animado. - ¡Vamos!, exclamó y me pareció que reía. Volvimos a la supravelocidad, al alucinante túnel de espectros luminosos.

No sabía donde estábamos, no reconocía una sola estrella o constelación. - ¿No reconoces nada verdad? salvo una cosa estoy segura. Podría culpar a Gina pero incluso antes de decirme algo el rostro de ella era lo único distinguible de todo el espacio. - ¿Cómo es que siempre tienes razón? es imposible lo admito, no puedo olvidarla sin importar cuan lejos estemos de ella. Ser derrotado por una máquina en asuntos puramente humanos es difícil de aceptar pero si conoces a Gina hasta parece lógico tenerla más en cuenta a ella.
- ¿Y si se lo dices? dile que su imagen aparece en constelaciones, que su aroma viaja por el espacio, que su voz se escucha en el vacío. Ni siquiera pensé en lo abstracto de sus palabras. – Me va a rechazar, lo sé. Le respondí no sin razón y su respuesta no se hizo esperar. – No importa, al menos sabrás adonde ir. Con sus palabras la nave giraba lentamente hasta detenerse apuntando a un lugar cualquiera y sin embargo sabía a qué estrella mirábamos.
Sin decirnos nada volvimos a la vorágine del túnel, luminoso y radiante de nuevo. Ibamos de vuelta, escapando de mi huída. Nada me parecía ya desconocido y sonreía a pesar de que al decirle a ella cómo su perfume inunda la galaxia, cómo su recuerdo crea juegos de luces en túneles fabricados de nada, ya no la vuelva a ver. Pero sabré adonde ir.

1 comentario:
que lindo el cuento :_
eso no lo escribí yo, ni es un poema, es una canción que me gusta para llorar, me puse a escucharla estos días que estaba bajoneada por un hombre XD pero ya se me pasó la tontera
estoy resfriada a morir más encima sigo con mis problemas femeninos
yo creo que estoy en mis últimos días de vida
te mando saludos desde mi lecho de muerte XD
besos!! :*****
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