OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

jueves, 12 de enero de 2012

Desde Aquí al Espacio Exterior

Rincón de los Relatos

Orbita
El cielo estelar brillaba gracias a una Tierra en pleno día con el sol lejano pero iluminando intensamente su rostro azulado, calmo, puro desde esta distancia. El transbordador lentamente ajusta su órbita con la estación bencinera, los pasajeros estamos en silencio algunos viendo el repostaje y otros maravillados con la vista de nuestro planeta. En este punto me gusta cerrar los ojos y tratar de sentir los leves movimientos de la nave. Son casi imperceptibles, la lentitud, la ingravidez, se escucha a los propulsores respirar pausados, metódicos, en armonía con las estrellas que aún se ven imposibles de alcanzar. Al mirar la Tierra lo primero que haces es buscar tu hogar. Cuesta encontrarlo. No se ven fronteras, un único territorio compartido por todos y le sonríes al planeta y se ríe de vuelta entendiendo la ironía, compartiendo el deseo mundial que ninguno quiere conseguir.

Preparación
Desacoplados de la estación bencinera la nave se traslada a velocidades impresionantes hacia su primer punto de salto. Nadie queda indiferente a la sensación de inmovilidad, sin árboles o asfalto, sin costa ni mar, sin nubes ni aves es imposible dar cuenta del avance. Todo está detenido, la Tierra, las estrellas y la nada misma imponen su vasta enormidad y comprendemos que sin violar las leyes del universo nunca nos dejará escapar. La azafata recorre el pasillo ligera y certera, maestra en el uso de las suelas velcradas y los pasamanos del techo “señor su cinturón… gracias” nunca me abrocho el cinturón sólo esperando a que ella me hable.

Pre-Salto
Me gusta mirar las reacciones y los rostros y tratar de identificar a los primerizos, el salto pone nerviosos a aquellos que sin experiencia se basan en los mitos y las desgracias oídas por ahí. Se imaginan a la nave destrozada y nuestros cuerpos muriendo lentamente en el vacío, quince segundos que equivalen a una doble eternidad de gélidos espasmos y dolores insoportables. Recrean esas historias donde modernos aparatos quedan atrapados dentro de un sol o en un lugar perdido de la galaxia por microscópicos errores del astrónomo a bordo. Todos resultan en muertes espantosas porque el espacio, indomable, impredecible, a veces decide tomar venganza de quienes desafían sus infinitas dimensiones.

Salto
Si lo ves desde el exterior la nave sin dar señal alguna desaparece e inmediatamente se traslada a otro punto de la galaxia sin mediar tiempo alguno. Pero como pasajero pasan días, hasta semanas si el viaje es largo. Nadie lo comprende con exactitud ni los físicos más renombrados y aun así nos lanzamos a esa aventura inexplicable sin dudar, sin vacilar, un acto de fe, el costo que hemos asumido por cubrir grandes distancias en tiempos tan cortos. ¿Cuántas cosas hacemos en nuestras vidas cuya única certeza es la fe? Esa brisa de tranquilidad que nos llega del alma y nos dice que todo saldrá bien, ese impulso eléctrico del no cuestionarse nada, de presionar el botón esperando el mejor resultado.

Post-Salto
Tampoco el final del viaje es un gran alboroto aunque para algunos es un alivio que vacía los pulmones y los llena de tranquilidad y el ruido de conversaciones fluye entre “no era tan terrible” y “puras mentiras” y “pensé que sería más agitado”. La nave otra vez toma actitud pasiva y se une a la tocata espacial de luces sordas y movimientos paulatinos. La salida del salto es un momento que nunca se logra superar, ver el espacio sin la Tierra, sin las estrellas de siempre, resulta aterrador en un primer respiro y luego desconsuelo como si de pronto te abandonaran en medio de un desierto.

Estrella
Cuando el capitán nos avisa todos giramos la vista hacia la estrella reinante del sistema, Kullat Nunu, tan extraña como su nombre, tan ajena, fuera de este mundo como dijo un pasajero de más atrás. Casi treinta veces más grande que el Sol me dice la azafata y de inmediato lo establecido como enorme se derriba y se transforma en algo de veras inconmensurable. Se me viene a la mente la Tierra, tan pequeña pero tanta vida que contiene. Trescientos años luz nos separan del Sol me dijo mi compañero de asiento y qué ridículo me siento al recordar lo largo que me parece el camino de casa a la oficina.

Subluz
Tres días más hacen falta para completar el viaje a velocidad subluz, el universo vuelve a su indiferencia, las estrellas a su inacción. ¿Subluz? una expresión injusta para una velocidad abrumadora. De la Luna a la Tierra en 2 horas. Pero bastó que algo la superara para pasar a ser irrelevante.

Tráfico
Después de tres días tenemos a la vista el astropuerto del planeta Uylia siguiendo su órbita con esmero pero complicado al tener que recibir tantas naves, una fila se apresta para dejar pasajeros y carga y lentamente nos acoplamos detrás de una enorme nave anillo. Preciosa en todo sentido, fascinante ingeniería y belleza de ensueño todos quisiéramos viajar en una alguna vez, el enorme anillo giratorio de cristales transparentes deja ver hermosos bosques, ríos calmos y una ciudad encantadora. El espacio clama por atención pero todos nuestros ojos están pegados en esa nave.

Astropuerto
La nave abre sus puertas para salir casi flotando por el túnel de ajuste hacia el astropuerto, de a poco se siente cómo la gravedad aumenta y la frustración de casi no controlar el cuerpo desaparece. El viaje termina entonces. Cada pasajero toma su propio camino, en busca de un vagón-veloz que lo acerque a su destino dentro del planeta que se ve allá “abajo”. Y es aquí donde el viaje termina y curiosamente todos estiran sus cuerpos y dicen “al fin con los pies de nuevo en la tierra”.

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