Rincón de los Relatos
Cable rojo, verde, amarillo, azul, cuál cortar, en qué orden
y el tiempo se acaba a paso sistemático y seguro fabricado para anularse y
estallar entonces. Que explotara sería espantoso. Acabaría con todo y obligaría
a partir de nuevo, desde el cero marcado en el tablero en adelante y qué bomba
tan compleja es esta frente a mí. No es cualquier cosa, tiene un cableado
enredado y unos mecanismos que no había visto antes. Pensé en un momento que
las herramientas típicas me ayudarían pero nada parece calzar, ni llaves ni
desatornilladores logran encajar por más que lo intento y el tic tac mortal
sigue su paso burlesco, una estampida de elefantes que enfrento con un par de alicates.
Siento que el tiempo se acaba, lo sé sin mirar el contador.
La transpiración quema mi frente y el cansancio hace temblar mis manos. No la
he perdido de vista pero sin duda ha cambiado todo su esquema, los colores de
los cables, la forma de las cabezas de las tuercas incluso el material del
explosivo. Apenas presiento la solución va y muta sus fundamentos adivinando
mis intenciones y se convierte en algo totalmente distinto. Amenazante sin
embargo, desafiante a pesar de todo, eso me hace continuar rebuscando en mi
caja de herramientas el arma correcta y voy de nuevo, me hundo en su relojería
y con paciencia colosal vuelvo a revisar cada milímetro de la bomba.
Debo confesar, es apasionante intentar desactivarla pero
abusa de mi objetivo cree que uno se quedará hasta el mismísimo cero cero
pasando los últimos momentos de la vida rogando por el cable correcto. Si explota
en mi rostro estoy acabado, es que ese tiempo que se va comiendo la bomba es
tiempo que avanza en la vida y devolver la vista hacia el mundo después del
esfuerzo perdido y con el rostro chamuscado no es nada gracioso. Todo lo que
ves es un montón de nubes de humo de decenas de bombas que explotaron ya, sin
que tuviera el tiempo de intentar desactivarlas. Fracaso total por ponerle
tanta atención a esta bomba tan quisquillosa y esquiva.
Casi lo logro, casi logro detener el contador en reversa.
Pero otra vez, otra vez, ha mutado, los cables otros cables, las tuercas otras
tuercas, en fin parece que tuviera que empezar de nuevo todos los esfuerzos
anteriores ignorados por la bomba que sigue queriendo atención, quiere ser
desafiada. Es ahora cuando vale la pena levantarse, antes que el reloj ya no
pueda retroceder más, para observarla una vez más y preguntarse “¿Es posible
desmantelarla?” y tal vez es hora de reconocer que la respuesta es no. Sacarse los guantes engrasados y reemplazarlos por unos
nuevos. Pasarle pulidor a las herramientas desgastadas. Volver a repasar la
teoría básica de los explosivos. Mirar el reloj por última vez. Correr lejos y
buscar otra bomba para desactivar.
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