Rincón de los Relatos
Vamos a
la tarraza a ver la ciudad nocturna. ¿Bella no es verdad? especialmente bajo la
luz de la luna llena la ampolleta más sorprendente de las millones que se
pueden ver. Si hasta parece iluminar tu rostro mientras, sin dejar de ver la
luna, me dices “la última vez que nos veamos será en el funeral de quien se
muera primero” una frase que repetimos tantas veces hasta convertirla en un
lema del cual es imposible deshacerse incluso cuando la nación ha sucumbido a
los embates de los cañones de la realidad y la verdad.
Me
gustaría que estuvieras viendo este espectáculo conmigo.
Regresaré
algún día, lo dice tu corazón.
Es
mentira ¡cielos! por qué lo haces.
No hay
una razón, es el tiempo que no avanza nada entre nosotros.
Nunca
lo hará, tal vez tu rostro me deje pero seguirás ahí por siempre.
No te
voy a olvidar, no tengo porqué sin embargo debes irte de aquí, de esta ciudad
porque cuando quieras dejarla y sea demasiado tarde…
¡¿Crees
que no lo he intentado?!
La
última vez que nos veamos será en el funeral de quien se muera primero. Le dije
y lo sellamos con un beso que parecía duraría hasta ese día mientras la ciudad
prendía sus primeras luces y el viento invadía lentamente la terraza. El mismo
que hoy mece la lona de tu silla que ahora tiene toda la libertad para dejarse
llevar por los caprichos de la brisa primaveral. Voy a la cocina será mejor a
buscar algo para tomar, dos vasos de vodka y dejo el tuyo ahí esperando que algún
día termines de beberlo.
Es
bueno, con tónica y del sabor que me gusta.
No lo
elegí al azar.
Lo sé… ¿por
qué has traído dos? ¿Qué más quieres que haga, que me lance terraza abajo?
Y que
tu cuerpo estalle y cubra la ciudad en sangre nueva, en luces de otros colores,
que tape la luna y vuelva a ser negra.
Lo quieres,
lo sé, pero cómo lo harás. ¿Viste qué inútil fue esconder todos mis recuerdos?
¿Inútil?
Bueno,
aquí estoy.
Quisiera
ver la ciudad del punto más alto que se pueda. Y partimos con el auto buscando
las alturas en otra de esas locas aventuras sin planificar que compartíamos
tanto. Me miras con cara de niña y ese puchero tuyo me indica que quieres pasar
al volante y me hago el tonto esperando a que me lo pidas. Esta vista de la
ciudad me tiene hipnotizado. Veo miles de autos dejar sus estelas rojas,
yéndose lejos para nunca volver. Me da miedo pensar que algún día se agotarán.
Sí que
lo harán, ¿por qué la dejaste ir?
De qué
hablas.
¡Mira,
se me acabó el vodka! De esa fila de autos que acaba de pasar.
Son
solo líneas rojas pintando el asfalto.
Vaya
bobo. (¿bobo?) Desde aquí se ven como líneas pero abajo, son decenas de autos
de tantos colores y tantas formas.
Tú vaso
de vodka sigue ahí, lleno. Se ve muy alto si miro agolpado al borde de la
terraza. Es perfecto. No debo esperar a que lo hagas tú. Me siento liviano,
cada vez más, el viento sopla fuerte, cada vez más, cierro los ojos, cada vez
más. Las promesas van cayendo junto conmigo, hermosos copos de nieve
derritiéndose en el camino.
¡Ja! Ni
creas que olvidaré cobrártelo. La ciudad empinada pierde altura, las luces se
esconden, las líneas rojas pierden rubor, los cerros se achatan a merced de la
punta de un lápiz con tinta nueva.
Algún
día iremos a ese largo viaje.
¡Me
encanta la idea, me encanta! Mi mente entiende su destino inevitable y se va
desprendiendo de a poco, en cubos bien formados que en el aire se convierten en
humo y se mezclan entre todos mientras continúan su viaje ascendente. Tal vez a
posarse sobre el vodka abandonado y llevárselo aún más arriba.
El sol
matinal en el rostro me despierta de un sueño incómodo en la silla de terraza.
Veo hacia el lado y el vodka ya se ha esfumado. Las luces, la luna todos se han
ido y los autos muestran sus colores, sus formas, son reales otra vez y no
simples suposiciones. Me pongo de pie y salgo corriendo escaleras abajo para
ver todo de más cerca. Ya en la calle me doy cuenta la cantidad de edificios
que hay y lo altos que son.
Porque
me estabas viendo a mi tonto, y a mi vaso de vodka.
Qué
extraño verte acá, eres… otra.
Soy la
misma solo que desde otro punto de vista.
Ya
lejos de esa ciudad nocturna mirada desde lo alto.
Mira
cuántas terrazas, impresionante.
Me
pregunto…
¡Al
fin!
Estarás
acá de todas maneras.
Pero ya
no tendrás que traerme más vodka.
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