Rincón de Los Relatos
Una mañana nublada común para los primeros días de invierno, los autos salen a las calles los semáforos acumulan tráfico la lluvia comienza y encuentra mil obstáculos para tocar tierra, la golpean, la detienen, muere antes de caer al suelo y con sus piernas muertas se deja llevar a las orillas de alguna calle o a las profundidades de una alcantarilla. Más arriba, viendo llover bajo sus cabezas, están los invasores con su tecnología estelar asombrosa listos para adueñarse del mundo sin que nadie lo percate. Tan avanzada cultura no se permite usar armas para destruirlo todo sino que recurren a sus bellos y misteriosos artefactos espaciales.
“Los volveremos locos” planteaba el invasor “apunten el arma drena-voluntad” y un rayo cálido, invisible se apoderó de la atmósfera mas la humanidad no se enteró. Algunos miraban su reloj otros ajustando la corbata el último toque de lápiz labial “¿no funcionó el rayo?” incrédulo el invasor “está perfecto, deberían estar sin voluntad a esta altura” y abajo llegaban corriendo a marcar tarjeta “y es que tuvo el efecto de quitarle los ojos a un ciego” indignado el invasor resolvió utilizar un aparato aun más poderoso “¡el borra-sueños!” ordenó y un inmenso cañón desplomó metralla contra la Tierra mientras el invasor reía a carcajadas “ningún ser pensante toleraría esta arma” y allá abajo la lluvia no cesaba y su sonido era aplastado por el rítmico tecleo maquinal, por el suave deslizar de la goma sobre asfalto, la preciosa, humana sinfonía no detenía su compás a pesar del inclemente rayo invasor. “¿No funciona el rayo?” indignado el invasor y “fue como arrancarle la voz a un mudo” respondió otro “¡no puede ser!” desesperaba el invasor viendo que sus máximos artilugios no hacían efecto y rendido señaló a las estrellas “vámonos de aquí” encendiendo motores y golpes y zumbidos invisibles y las estrellas se alejaban, la nave caía víctima de la gravedad implacable, de fuerzas lejanas a las físicas y junto a la lluvia descendían acoplados a su velocidad “¡hagan algo!” exigía el invasor pero no había forma y estaban a punto de estrellarse, dos hombres en un auto miran hacia arriba “¿has visto eso?” exclamó “¡sí, horrible este semáforo, no cambia nunca al verde!” y el azar quiso que el cambio de color ¡partieron! y la nave invasora azotara el suelo al mismo tiempo y nadie la escucha con tanto motor rugiendo tratando de ganar y nadie vio los metales retorcidos entre tanto humo petróleo cubriendo la vista.
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