OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

domingo, 5 de septiembre de 2010

Requiem De Mi Bolso

Rincón de los Relatos
El viernes fue la última vez que lo usé. El bolso azul, con un logo rojo de una marca de productos veterinarios me ha acompañado todos estos años en la universidad. Pero todo tiene su límite. Ya estaba con un par de cierres inutilizados y algunos agujeros provocados por la vejez. Este viernes caminaba por un parque, llevando mi bolso, cuando de pronto la tira para colgármelo al hombro se suelta y el bolso cae aparatosamente al suelo. Quedó todo sucio, pero lo peor, parecía que no iba a recuperarse de ésta.

Estaba en el suelo y yo sólo podía mirar lo destruido que quedó. Rápidamente, como en todo accidente, tumultos de gente me rodeaban a mí a mi agonizante bolso azul. “Pobre muchacho” murmuraban, “Parece que no se va a levantar” decía una vieja chismosa, “¿Qué le pasa a ese bolso mami?” preguntaba un niño. Minutos después llegó la ambulancia de Emergencias de la Moda y los Accesorios de Vestuario. Alguien atinó a pedir ayuda.
Llegaron dos Tejedoras corriendo
- Tranquilo – me señaló una, - lo llevaremos al hospital –
- Déjenme ir con ustedes – imploré. Ambas asintieron y rápidamente subieron al bolso a una camilla y nos llevaron al Hospital.

Un amplio y blanco edificio nos recibió. Las Tejedoras bajaron la camilla a toda prisa mientras se acercaba una Diseñadora de Modas y un par de Costureras.
- ¡Caída al suelo, traumas en los cierres, múltiples puntos corridos en la parte inferior, desprendimiento de riel de cierre y forraje interno! – dijo apresuradamente una de las Tejedoras poniendo al tanto a la Diseñadora de la emergencia.
- ¡Rápido a la sala de Confección de inmediato! – mandó la Diseñadora mientras conectaban a mi bolso una serie de agujas prehiladas.
- ¿Se va a poner bien? – pregunté desesperado
- Haremos lo posible – respondió una Costurera
Corrimos a la sala de Confección donde me dejaron entrar sin problemas, creo que mi pálido rostro convenció al personal para no impedirme la entrada. Ahí comenzaron a tratar de revivir a mi fiel bolso, una rápida y atropellada serie de órdenes comenzó a fluir. Era difícil entender quién hablaba o qué querían decir.
- ¡Hilo Azul 7! –
- ¡Necesito tijeras gancho! –
- ¡Rápido, un riel de cierre! –
- ¿Cómo que no hay azul 7? ¡azul 5 entonces! –
- ¡Aguja Bodkin!
- ¡Ayúdame aquí con el forraje interno! –
- ¡Aah! ¡Este riel se despegó de la costura! –
- ¡Tejedora, 2 unidades de neoprén enseguida! –
- ¡Señora diseñadora, el forraje interno esta muy dañado no sé si podamos repararlo! –
- ¡La tira no engancha, llama a Transplantes y consigue una! –
- ¡Señora diseñadora, el tejido inferior esta a punto de ceder, esta demasiado frágil! ¡No resistirá una reparación! –
- ¡No podemos reparar el riel! –
- ¡No nos quedan ganchos de tira en Transplantes! –
- ¿No quedan?, ¡Aaaah! –
No necesitaba entender de elaboración de ropa para entender lo que estaba pasando. Todo estaba perdido. En ese momento la Diseñadora me mira mientras el resto del personal trabaja arduamente para mantener con vida a mi bolso.

Entendí inmediatamente lo que quería, no daba para más. Le hice una señal con la cabeza y ordenó al equipo detener la resurrección.
- Hora de deceso, 18:51 – anunció la Diseñadora. Todas se retiraron a otra emergencia dejándome solo en esa sala con el cadáver de mi bolso. Una Costurera me trajo un formulario para firmar.
- Sé que no es un buen momento pero debe decidir si su bolso será o no donante, sus partes: telas, cierres, rieles, ganchos pueden ser utilizados para reparar a otros desafortunados – explicó. Firmé el formulario para aprobar el status de donante de mi bolso.
- ¿Puedo despedirme? – pregunté. La Costurera me tocó el hombro y me dejo a solas en la sala de Confección.

En todo el ajetreo siempre llevé en mis brazos lo que yo cargaba ese día en mi bolso, decidí dejarle un recuerdo para que en el más allá del mundo de las Telas me recuerde por siempre. Le dejé un viejo cuaderno llenó de ejercicios de finanzas para que no olvidara que juntos siempre cargamos con el sufrimiento. Le dejé un libro de Vargas Llosa para que nunca olvidase que me ayudaba a cargar mi pasión, fuera a donde fuera.

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