Pertenezco a la línea de producción 14.546 del laboratorio genético en Astrat-7, exclusivamente para criar pilotos de combate. En esta era de oro de la ciencia genética yo y mis 199 idénticos somos utilizados en la guerra interestelar como pilotos de naves de caza. Para eso fui hecho, para eso sirvo y sólo para eso. Mis manos no tienen otra utilidad más que utilizar los controles de una Legacy y mis piernas no saben más que activar sus pedales.
Pero mi mente. Ella debió sólo tener pensamientos en torno a una legacy, debió soñar tan sólo con ella, excitarse con nada más que ella. Algo tuvo que salir mal. Un error microscópico me permite reflexionar más allá de los controles de la nave, admirar la vida fuera de la guerra, aprender cosas nuevas, sonreír con algo más que con la explosión de una nave enemiga.
Pensar tiene sus consecuencias. Trae el cuestionamiento. Salir a combate no es tan simple para mí como lo es para mis idénticos. Yo sé a lo que vamos, yo sé quiénes somos realmente: recursos renovables.
Pensar tiene sus consecuencias. Trae el cuestionamiento. Salir a combate no es tan simple para mí como lo es para mis idénticos. Yo sé a lo que vamos, yo sé quiénes somos realmente: recursos renovables.
Si no estamos en nuestros cubículos de descanso, estamos en el campo de batalla intercambiando metralla con los idénticos fabricados por el enemigo. De eso se tratan nuestras vidas hasta que somos derribados y entonces somos cubiertos rápidamente por un nuevo idéntico con exactamente las mismas características que el anterior. No importa cuantos de nosotros caigan, al final del día los 200 cubículos están ocupados por la misma producción de idénticos.
Con esta vida y con esta mente enferma lo único que puedo hacer es pensar y pensar, mirar al vacío acostado en mi cubículo y reflexionar sobre la humanidad, sobre la raza fría y renovable que hemos creado. La genética ha avanzado (lógicamente sólo en términos científicos) tanto que es capaz de quitarle toda voluntad al ser humano y convertirlo en una máquina de guerra o en un ensamblador de lavadoras.
Cierta vez tropecé al bajarme de la nave y ese pequeño error me costó pasar por varios exámenes físicos, neurológicos y genéticos para comprobar si soy o no un error de fábrica. Por suerte lo que buscaban eran errores en las habilidades para las que fui fabricado y en ese sentido no hallaron nada. Decidieron mantenerme.
Pensar tiene sus consecuencias. Trae el miedo. Eso fue lo que sentí ante la posibilidad de pasar por la eutanasia y luego por la desintegradora y dejar de existir. Existir. No creo haber escuchado la palabra pero sé lo que es. Es todo lo que soy, saberlo es lo que soy. Pero es tenebroso ser lo que soy. Darme cuenta que soy un recurso renovable, un ser producido en masa, intercambiable por dinero. Mi existencia es subirme a esa legacy y esperar que alguien me derribe o llegar hasta mi fecha de vencimiento.
Con mi mente inquieta me fue fácil robarle una bata blanca a uno de los científicos de la base para así poder recorrerla en su totalidad. Es inmensa. Hay cientos, miles, millones de cubículos como el mío, pasillos sin fin, habitaciones y más habitaciones. ¡Qué mundo más extenso! Hay un sector, mi favorito, la biblioteca. Por suerte todos los seres humanos debemos ser producidos con 4 habilidades básicas: manejar a plenitud nuestro cuerpo (incluye vestirse), utilizar el baño (no necesariamente alimentarse), saber contar y saber leer, Esto me permitió identificar los salones de la nave, medirla para lograr ubicarme y poder leer los libros.
Descubrí que en la era anterior a la intervención genética los humanos nacíamos libres, sin ninguna habilidad, pero libres y con el potencial de ser lo que quisiéramos. El potencial erróneamente brindado a mi cerebro.
Un libro de anatomía me enseñó como se ha modificado el ser humano original hasta monstruosidades aberrantes que avergonzarían al autor. Yo no tengo lo que se señala como sexualidad y mis manos tienen ocho dedos en vez de cinco para mejorar mi desempeño en el pilotaje además de un par extra de ojos en la nuca para una visibilidad periférica. Pero me pongo a pensar en las prostitutas que satisfacen a los humanos más completos, es de las cosas que más me llaman la atención. Son atrocidades comparadas con una humana original. Rostros de muñeca, labios hinchados, bocas sin dientes, dos órganos sexuales, tres las de último modelo, tres o cuatro senos enormes, ausencia de útero, músculos torneados y ni hablar de las modificaciones hormonales que les provocan mayor susceptibilidad a los orgasmos, ánimo siempre “dispuesto” y un deseo constante e irrefrenable por tener sexo con otro humano. Son como mis idénticos a las naves.
Un día el bibliotecario me preguntó quién era. Un sujeto bastante único, con piernas largas y retractiles (como las de una rana) para alcanzar los estantes más altos y dos manos distintas, una para manejar los libros con cinco dedos y otra para los memochips con dos dedos. Claro, dos dedos son más baratos que cinco. Es increíble. Sólo le dije “leyendo sobre anatomía” y me dejó en paz. Claro, ningún piloto, ninguna prostituta sería capaz de dar esa respuesta. Sólo alguien diseñado para estar en esa biblioteca podía responder como lo hice y el bibliotecario lo reconoció como una identificación irrefutable.
Salir ha vuelo es cada vez más difícil. Aún puedo volar como cualquier otro producto lo haría pero cada vez que destruyo a un enemigo siento una extraña sensación, como si me hiciera daño a mí también, como si pudiera compartir ese dolor. No puedo imaginar lo que sentiría un humano sin intervenir al hacer esto, creo que no lo soportaría, se volvería loco y no podría si quiera imaginar que pilotea y que mata. Supongo que por eso a los pilotos nos inhiben los sentimientos. Sentimientos. Leí una vez la descripción y con eso me bastó para entender lo que son no porque sea un buen estudioso sino porque siempre han estado conmigo.
Leyendo sobre botánica de pronto sentí un cañón sobre mi nuca. Como uso un sombrero para no dejar que se vean mis ojos traseros me impidió ver al soldado que se acercaba con una pistola por detrás. “Leyendo botánica” le respondí reflejamente esperando que reaccionara como el bibliotecario. Pero me arrancó el sombrero y ordenó “¡Arriba piloto!”. Era el Capitán de flota cuya modificación incluye una sensibilidad especial para detectar a los pilotos idénticos bajo su cargo para así no confundir tropas que en esta base venimos todos de la misma célula madre. Casi mil idénticos.
Me llevó a un laboratorio. Lo reconocí de inmediato por su similitud con una foto explicativa de un libro de química experimental. “¿Éste es?” preguntó el científico a cargo a lo cual mi captor respondió con la cabeza. Nos dejó solos.
- Así que tú eres el piloto defectuoso – preguntó mientras caminaba rodeándome mientras yo estaba de pie, firme en la posición marcial. Su mirada recorría mi cuerpo meticulosamente como si fuera más libre que la mía, como si viera más que la mía, como si buscara cosas más allá de las que un piloto pudiera alcanzar. Sin embargo sabía lo que buscaba. Decidí hablar.
- Mi defecto no esta en mi cuerpo señor – y quedó paralizado. Me miró a los ojos largo rato leyendo mi ADN sólo con inspeccionar mis ojos. Me invitó a tomar asiento y ofreció un tubo con un líquido en su interior.
- ¿No has leído lo que es esto? – preguntó divertido, - Veo entonces que te has concentrado en materias más importantes. ¿Anatomía por ejemplo? – me pasó a mi la conversación.
- Así es señor. Fue uno de los primeros libros que vi y me llamó la atención las descripciones que allí se encuentran y lo distinto que soy yo a ellas –
- ¿Sabes por qué? –
- Así es señor –
- Ya veo – bebió de su tubo - Se llama licor, aunque no estás diseñado para necesitar beber puedes probar – invitó. Se lo llevó a la boca y su rostro mostró un ligero cambio, parecido a los rostros de mi y mis idénticos al subirnos a una nave.
- ¿Una de sus funciones es beber licor señor? – quise salir de la duda. Me miró y luego miró su tubo ya vacío. Tardo en comprender lo que generó mi pregunta.
- ¡Ya veo! No… bueno, verás… - no lo dejé terminar, por alguna razón quería mostrarle que yo pensaba y reflexionaba, cuestionaba y deducía con su misma capacidad.
- Usted no está modificado como yo ¿verdad?, usted es un ser humano libre – quedó impresionado. Al fin le hice entender que no era un simple piloto con alguna capacidad extra para leer libros.
- ¿Libre? – fue lo que pudo sacar ahogado en tos.
- Humanos como yo estamos intervenidos genéticamente para una sola tarea, nuestro cuerpo es modificado, nuestra mente limitada, nuestras emociones reenfocadas, nos privan de algo que gente como usted tiene: voluntad. Usted puede hacer lo que desee, evolucionar como desee, aprender lo que desee, disfrutar de cosas sólo hechas para disfrutar. En cambio yo no puedo hacer nada más que desear pilotar. Soy esclavo de mi modificación genética – El científico me miraba con ojos atentos y boquiabierto, seguro que ha escuchado a mucha gente hablar así pero no a alguien como yo.
- ¡Esto es impresionante! ¡Pareciera que hablo con un colega! – se emocionó. Luego se calmó y arrugo su frente, - ¿Qué crees que deberíamos hacer contigo? Eres un producto defectuoso después de todo –
- No había pensado en eso. Yo soy un piloto que le teme a la muerte, un guerrero que le duele disparar al enemigo. Fui diseñado para eso. Me convertí en una nave que no puede despegar.
- Eres una mente interesante pero un producto defectuoso – Cuando terminó de decir eso, dos hombres aparecieron en la puerta y me ordenaron levantarme. La parte de mí que obedece órdenes sí fue ingresada en mis datos genéticos y me puse de pie sin pensarlo. Me tomaron firmemente y el científico les ordenó “deséchenlo de inmediato”. Antes de salir de su despacho me dirigió unas últimas palabras: - Si hubieras sido fabricado para pensar serías perfecto -
- Así que tú eres el piloto defectuoso – preguntó mientras caminaba rodeándome mientras yo estaba de pie, firme en la posición marcial. Su mirada recorría mi cuerpo meticulosamente como si fuera más libre que la mía, como si viera más que la mía, como si buscara cosas más allá de las que un piloto pudiera alcanzar. Sin embargo sabía lo que buscaba. Decidí hablar.
- Mi defecto no esta en mi cuerpo señor – y quedó paralizado. Me miró a los ojos largo rato leyendo mi ADN sólo con inspeccionar mis ojos. Me invitó a tomar asiento y ofreció un tubo con un líquido en su interior.
- ¿No has leído lo que es esto? – preguntó divertido, - Veo entonces que te has concentrado en materias más importantes. ¿Anatomía por ejemplo? – me pasó a mi la conversación.
- Así es señor. Fue uno de los primeros libros que vi y me llamó la atención las descripciones que allí se encuentran y lo distinto que soy yo a ellas –
- ¿Sabes por qué? –
- Así es señor –
- Ya veo – bebió de su tubo - Se llama licor, aunque no estás diseñado para necesitar beber puedes probar – invitó. Se lo llevó a la boca y su rostro mostró un ligero cambio, parecido a los rostros de mi y mis idénticos al subirnos a una nave.
- ¿Una de sus funciones es beber licor señor? – quise salir de la duda. Me miró y luego miró su tubo ya vacío. Tardo en comprender lo que generó mi pregunta.
- ¡Ya veo! No… bueno, verás… - no lo dejé terminar, por alguna razón quería mostrarle que yo pensaba y reflexionaba, cuestionaba y deducía con su misma capacidad.
- Usted no está modificado como yo ¿verdad?, usted es un ser humano libre – quedó impresionado. Al fin le hice entender que no era un simple piloto con alguna capacidad extra para leer libros.
- ¿Libre? – fue lo que pudo sacar ahogado en tos.
- Humanos como yo estamos intervenidos genéticamente para una sola tarea, nuestro cuerpo es modificado, nuestra mente limitada, nuestras emociones reenfocadas, nos privan de algo que gente como usted tiene: voluntad. Usted puede hacer lo que desee, evolucionar como desee, aprender lo que desee, disfrutar de cosas sólo hechas para disfrutar. En cambio yo no puedo hacer nada más que desear pilotar. Soy esclavo de mi modificación genética – El científico me miraba con ojos atentos y boquiabierto, seguro que ha escuchado a mucha gente hablar así pero no a alguien como yo.
- ¡Esto es impresionante! ¡Pareciera que hablo con un colega! – se emocionó. Luego se calmó y arrugo su frente, - ¿Qué crees que deberíamos hacer contigo? Eres un producto defectuoso después de todo –
- No había pensado en eso. Yo soy un piloto que le teme a la muerte, un guerrero que le duele disparar al enemigo. Fui diseñado para eso. Me convertí en una nave que no puede despegar.
- Eres una mente interesante pero un producto defectuoso – Cuando terminó de decir eso, dos hombres aparecieron en la puerta y me ordenaron levantarme. La parte de mí que obedece órdenes sí fue ingresada en mis datos genéticos y me puse de pie sin pensarlo. Me tomaron firmemente y el científico les ordenó “deséchenlo de inmediato”. Antes de salir de su despacho me dirigió unas últimas palabras: - Si hubieras sido fabricado para pensar serías perfecto -
La genética. ¡Qué lejos llegamos con ella! Los libros hablan de siglos y siglos de sufrimiento y la genética fue la solución. Gracias a ella hay humanos que están diseñados para las tareas más indignas, para las más arriesgadas, para las más sucias, pero ninguno lo sabe, nadie sufre por ello. La genética nos liberó de sufrir. Los libros hablan del placer. Como los humanos libres son modificados para sentir placer exagerado con todo lo que los rodea. Lo vi en los ojos del científico cuando disfrutaba de su licor. Lo olisqueaba, lo saboreaba, tocaba el cielo, iluminaba el universo. Todo nos excita. La genética nos brindó sentir la felicidad en extremo.
Pensar que estás últimas reflexiones nadie las escucha. Aunque las dijera mis escoltas no son lo suficientemente libres para entender. Llegamos a una esclusa de aire. Yo pensaba que me harían la eutanasia pero recordé de pronto que soy sólo un producto. Uno de los guardias abre la escotilla. El otro me apunta con su arma. Suspira de placer. A la cabeza listo para disparar. A la cabeza. Obvio. Eliminar el defecto.
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