Rincón de los Relatos
Llego a
una pequeña gradería frente a una pequeña cancha de fútbol donde no importa
mucho si alguien juega. Estás sentada mirando concentrada. Me siento a tu lado
y te saludo por tu nombre, uno que he intentado dilucidar desde entonces. Me
miras, me reconoces y me sonríes. Me siento a tu lado, me tomas el brazo y te
acurrucas en mi hombro.
Desde
que me mudé a esta nueva ciudad ese es el primer sueño que recuerdo. Representa
tantas sensaciones y tan importantes no he olvidado detalle de esa pequeña
historia excepto aquella pincelada vital: el rostro de la protagonista y cómo
se llama. Haberla encontrado y llamarla tan atinadamente por su nombre es de
esas certezas oníricas sin explicación pero con un sentido inequívoco de
seguridad, le dije “hola” y luego sin duda su nombre. Y ha pasado por tantas
descripciones físicas, cambios de cabello, de ojos, de porte, incluso de ropa,
de voz, sin embargo siempre es la misma.
Siempre.
Su
última forma, sentada ahí viendo el juego, pelo negro y no tan largo, vestido
rojo y tan largo. Hace tanto es ella, hace tanto sé cómo la llamé cuando me la
encontré. Hace tanto que debió cambiar. Pero no lo hace. Ahora es un sueño con
aroma a arrepentimiento por llegar tarde a ver el juego y así y todo no te vas.
Qué enredo y qué terror al verte por tanto tiempo vagando por ese sueño que he
considerado trascendental a pesar de su naturaleza simple y anecdótica. Va a
terminar otro año y no te has ido.
No
quiero que te vayas.
Te paso
a buscar en mi auto y me dices “llegas justo” me sonríes y a partir de ahí… es
todo… felicidad. Veo pasar los caminos pero sobretodo a ti de copiloto, simplemente
nos vamos de aventuras esperando que el auto despegue y se convierta en un
aeroplano que combine con tu cabello negro no tan largo, con tu vestido rojo
tan largo. Eres tú pero esta vez deliberadamente tú y no dejas de sonreír y la
felicidad inunda el sueño, lo ahoga, y en la radio se escucha “everything’s
here, all out of place” vamos a mil por hora y me alegra tanto estar contigo “losing
my memory, saving my face” siempre fuiste tú, te conocí por primera vez hace ya
una década en esas graderías y despierto de golpe (fue un sueño) y aprovecho
esos segundos antes de volver a la realidad porque la felicidad me acompaña
hasta esos instantes (no puede ser…) y es justo el primero de Enero una irónica
señal de un tiempo nuevo, de oportunidades renovadas.
Hace
tanto no te veía.
Me
levanto al rato después luego de fracasar en el intento de volver a dormir para
regresar al sueño. Eso sí, enfrento el primer día del año con la convicción de
alguien que sabe muy bien cuál debiera ser su resolución de año nuevo.
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