OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

viernes, 30 de septiembre de 2011

Errantes

Rincón de los Relatos


Para la primera cita con Talana, Ayr la llevó fuera de Serenidad a conocer la Luna verdadera. Con suficiente oxígeno para esperar ver el amanecer de la Tierra salieron juntos a los solitarios parajes desérticos fuera de la cúpula. Lentamente Ayr llevaba a Talana al interior de un pequeño cráter que le recordaba su niñez. Escondido entre otros dos enormes, el cráter le ha servido de escondite, de mirador, un sitio para romances, para pensar, para escapar.
-Es bonito aquí- pensaba Talana en voz alta -¿esa es mi voz?- se reía mientras se recostaban para observar el cielo.
-Es solo el efecto del comunicador- reía Ayr también. La verdad ha escuchado tantas veces la misma pregunta de tantos que han pisado la Luna. “Nadie sale por estos días” pensaba para sus adentros y sentía lástima por la belleza absorbida bruscamente por la tecnología y la comodidad.
-¿Vienes siempre?-
-Trato de hacerlo- respondía sin mirarla. Ayr miraba las estrellas y trataba de recordar las constelaciones que inventaba cuando niño. La jirafa, el tazón de sopa, el avestruz, todas estaban allí y lo miraban a él reconociéndolo a pesar de lo lejos y volteaban la mirada para sonreírle, amigos como siempre, para siempre.
-¿y qué haces cuándo vienes?-
-Mira esto- le dijo. Tomó una pequeña piedra y con un leve empujón hizo que se alejara lentamente. Talana lo miraba extrañada pero no se atrevía a preguntar.
-Ahora es una piedra errante- respondía Ayr a su mirada –nunca se detendrá hasta llegar muy muy lejos- Apenas un punto en el espacio, la piedra continuaba su lenta trayectoria. –Siempre he querido viajar al espacio- confesó de pronto.
-¿No te basta con vivir en él?-
-Vivir en la Luna no es lo mismo que viajar por el espacio-
-¿Adónde te gustaría ir?- quiso saber Talana. Ayr apuntó con el dedo a una región del cielo que no parecía tener algo en especial.
-A Saturno, siempre he querido ver sus anillos- suspiró cerrando los ojos e imaginando al planeta que ha querido visitar desde el día en que su abuelo le regaló su primer atlas del sistema solar.
-¿Porqué no lo haces?- Ayr resopló decepcionado y miró las estrellas como lo haría un hombre pre-especial, observando lo imposible, lo prohibido para una persona ordinaria.
-Tengo una enfermedad a los pulmones, nunca pasaría las pruebas para ser astronauta- cuando lo decía venía a sus oídos el silbido del oxígeno pasar por la microscópica malformación y entonces dejaba de respirar un momento, nada más salvo las estrellas sólo eso deseaba escuchar.
-Lo lamento, no sabía- se disculpaba Talana –¿sólo la empujo?- tratando de cambiar el tema tomó una pequeña piedra del suelo lunar. Ayr asintió con la cabeza y ambos miraban a la pequeña piedra alejarse lentamente hacia algún recóndito lugar del espacio.
-Ahora estás viajando por el espacio- dijo Ayr.
-Por eso las lanzas- descubrió Talana con ternura. En ese momento la Tierra asomaba por el horizonte selenita.
-Es preciosa- se emocionó Talana con los ojos vidriosos acurrucándose junto a Ayr y a pesar de los trajes espaciales pudo sentir su piel, su calor, las cosquillas del beso en la mejilla, del final de una hermosa noche.
Miles de millones de kilómetros, los anillos de Saturno brindan un espectáculo pocas veces visto aunque esta vez contaba con espectadores maravillados desde una cohete espacial, les tomaban fotografías, comentaban su perfección y corroboran que en realidad se trata de pequeñas piedras, millones de ellas girando en armonía alrededor del gigante gaseoso acompañándolo en su rutina gravitatoria compañeros del viaje eterno por el espacio. ¿De dónde vendrán todas esas piedrecillas? se preguntan científicos buscando respuestas con amalgamas algebraicas y enormes telescopios.
Si tan sólo hubieran visto a dos errantes viajeros del espacio llegar, buscar su espacio en el anillo y girar tomados de las manos como lo habían soñado hace tanto.

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