Rincón de los Relatos
Sólo a ti se te ocurre llegar a las 6 de la mañana aún de noche con un frío seco pero agradable. Tal vez no es el frío lo seco sino el café del único local abierto en el aeropuerto, en un vaso sin marcas, un sabor sin pretensión más que despertar un poco a los vigilantes de la pizarra avisando vuelos procedentes desde tantas partes y tan lejos. Un bulto de gente y sus bultos cansados aparecen por el pasillo de salida y desconocidos levantan sus letreros buscando desconocidos y yo, un sorbo y una ojeada a la pizarra y todavía no aterrizas, quizás el avión espera el amanecer del sol no visto hace muchas horas por correr delante de él. Más lento pasa el tiempo esperándote aquí que tachando los meses del calendario esperando por ti, casi un año y regresas en la conexión de Madrid ahora cambiando lentamente a “landed, ya estoy aquí”. Me pregunto si debo sacar un letrero con tu nombre y así me reconozcas.

-Te traigo tu maleta- me dices y veo tus brazos cálidos y es verdad.
-No la olvidaste- le digo y sacó de mi bolsillo un papel con su nombre y lo levanto lo más alto posible –yo tampoco olvidé pasarte a recoger.
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