Emergieron violentas de los
suelos alcanzando en segundos una altura tan inalcanzable que a pesar de ser
sólidas y espigadas se arqueaban casi apuntando a cada uno de nosotros. La
perplejidad fue total. Las ciudades más grandes del mundo se vieron rodeadas
por estas estructuras imposibles cuya única atribución posible viene más allá
de los límites de nuestra vista. ¿Sería este el fin del mundo? ¿la invasión
alienígena tan anticipada? ¿una más que extraña anomalía geológica? Las especulaciones
del primer día de sus apariciones se vieron rápidamente aplastadas al llegar la
noche cuando miles de luces comenzaron a iluminar pequeñas ventanas en las torres y a dejar claro
que no estaban vacías sino repletas de vida nunca antes contactada.
Como si Hollywood siempre hubiera
tenido razón, aviones, tanques y soldados se aproximaron a las torres en
esperanzas de hacer conexión y recabar algún pedazo de información útil. Los soldados
no encontraron puertas, los aviones vomitaban metralla que las torres absorbían como esponjas, los tanques ni
siquiera pudieron mermar un ápice de las estructuras. Siguiendo con la lógica
humana, solo entonces vinieron los intentos de comunicación. Pero ni a gritos,
ni a señales de luz, ni a frecuencia modulada respondían desde las torres impávidas brilando bajo el sol a pesar de ser intensamente negras.
Científicos civiles, locos y de
los otros, conseguían llegar cada vez con mayor facilidad a las zonas de las
torres a realizar sus propias investigaciones sin embargo sus conclusiones terminaban
en una hilera interminable de especulaciones. Cuando se descartó como evidente
el peligro, todas las personas podían acercarse a los pies de los rascacielos a
admirarlos, a sacar sus propias conclusiones y luego a rendirles culto,
deificarlas, escalarlas hasta el máximo, se crearon pequeños comercios
alrededor y paseos turísticos bien informados. Enfermos de toda clase acudían a
recibir los milagrosos influjos de los reflejos nocturnos de las torres y
psíquicos y quirománticos llevaban sus carismáticas adivinaciones junto a los
negros muros del acero más duro jamás conocido.
Se va a cumplir un año desde que
convivimos con las torres y nunca ha pasado nada salvo la iluminación por las
noches. Los espacios en los noticieros ya han dejado de hablar de ellas, los
militares han retirado sus puestos de vigilancia y los turistas han volteado
hacia otras atracciones. La vida volvió a ser normal, incluso las torres se
volvieron normales. Yo mismo solía mirarlas todos los días, primero con pavor,
luego curiosidad y finalmente creo que como todos ya no me doy cuenta de su
existencia. Ya ni siquiera se habla de ellas, ni una conversación matutina, ni
un niño mirándolas con el asombro de un ignorante, nos hemos acostumbrado hasta
a la sombra que proyectan durante el día. En los diarios del día destacaba una joven
modelo que había sido vista sin maquillaje y en la oficina el tedio habitual
inundaba los puestos de trabajo. ¿Mañana? trece grados la máxima, en el
promedio de un día nublado en Agosto.
Parecía que esperaban este momento. Como pastizales arrancados del suelo, las torres despegaron hacia el cielo sin hacer un solo ruido. Mientras surcaban los cielos sobre nosotros, explotaron en miles de pequeñas cajas negras sin fondo cayendo rápidamente hacia el suelo para dejarnos atrapados entre sus paredes divididos en grupo pequeños de no más de diez personas. ¿Quién sabía cómo romper las estructuras? ¿quién sabía cómo escapar de ellas? Todo lo que sabemos son las millas de la tarjeta de crédito que necesitamos para visitarlas en verano y que puede o no que te cures del cáncer al estar cerca de sus murallas negras pero dudo mucho que esa sea la preocupación de un diagnosticado ahora.
Parecía que esperaban este momento. Como pastizales arrancados del suelo, las torres despegaron hacia el cielo sin hacer un solo ruido. Mientras surcaban los cielos sobre nosotros, explotaron en miles de pequeñas cajas negras sin fondo cayendo rápidamente hacia el suelo para dejarnos atrapados entre sus paredes divididos en grupo pequeños de no más de diez personas. ¿Quién sabía cómo romper las estructuras? ¿quién sabía cómo escapar de ellas? Todo lo que sabemos son las millas de la tarjeta de crédito que necesitamos para visitarlas en verano y que puede o no que te cures del cáncer al estar cerca de sus murallas negras pero dudo mucho que esa sea la preocupación de un diagnosticado ahora.
A mí y a un grupo de personas nos
rodean cuatro muros hasta ahora sin techo el cual comienza a cerrarse
lentamente, a velocidad de despedida. Apenas quedamos completamente a oscuras,
todo el cubo de transparenta y nos deja ver como nuestra ciudad desaparece sin ningún efecto especial, sin explosiones ni escombros ni fuegos de artificio. En cosa de minutos no queda nada, ni siquiera caminos, ni siquiera una tapa de alcantarillado, ni siquiera un rastro para ser descubiertos milenios más tarde por arqueólogos experimentados.
En cosa de horas se levanta su nueva ciudad. Pulcras edificaciones de cristal, autos voladores que recorren los cielos con sus estelas de rojo y fuego, parques y prados por doquier y alrededor nuestro empiezan a asomarse criaturas a observarnos con curiosidad. Todos corremos hasta la muralla transparente y gritamos por ayuda pero parece ser que no nos ven, no nos oyen, por fuera las paredes siguen siendo intensamente negras.
En cosa de horas se levanta su nueva ciudad. Pulcras edificaciones de cristal, autos voladores que recorren los cielos con sus estelas de rojo y fuego, parques y prados por doquier y alrededor nuestro empiezan a asomarse criaturas a observarnos con curiosidad. Todos corremos hasta la muralla transparente y gritamos por ayuda pero parece ser que no nos ven, no nos oyen, por fuera las paredes siguen siendo intensamente negras.
Todos los días lanzan un gas al
interior de la prisión que aparentemente es lo que nos mantiene sin sed, sin
hambre y entregados en paz a no tener destino. Por fuera, decenas de criaturas llegan
con diferentes y extraños aparatos, golpean la muralla, expelen sonidos
intraducibles y vuelven al día siguiente con otros adminículos, con la cara
llena de alegría a pesar de no hacer contacto con nosotros. Están llenos de
ganas de saber qué hay del otro lado y hasta ahora, ninguno se ha puesto a
vender chocolates a precios rebajados o pequeñas figuras de colección de los
cubos negros para la buena suerte.
Una de las criaturas, que taladra
por fuera con una especie de láser verde, descubre que no hace mella en la
estructura pero al poner su mano en la zona donde ha trabajado siente un calor tan intenso que
grita del dolor. Tiempo después, todos los autos voladores emitirían un resplandor
verde al navegar.
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