Rincón de los Relatos
El día comienza con un gris
invernal casi tocando el suelo, se respira el aire frío, la gente camina
agachada buscando el calor del suelo mientras el bramido de su cuerpo herido
por el sueño escaso deja escapar los humos del alma cansada. Mi automóvil espera
apacible mi llegada y abre sus puertas al contacto mínimo, relincha de alegría
y avanza hacia la fila de incontables luces rojas. Cada paso parece salido de
un esfuerzo mal utilizado, un exceso de fuerza cinética nos impulsa a todos
desear con desesperación unir esas líneas discontinuas en un río navegable. Los
gritos no se dejan esconder, la selva habla, los monos chillan con sus
gargantas de acero en busca de un dominio imposible, camaleones eléctricos
cambias sus colores a un ritmo democrático y en su afán de jueces se llevan los
insultos de sus gobernados cuando se ruborizan de vergüenza al tener que
prohibir ¡maldito seas! le gritan los elefantes que de elegantes nada tienen
cuando empujan al resto por un lugar contaminando los suelos con sus heces grandilocuentes
y pestilentes.
El reloj, militar dictador, a
paso redoblado avanza sin piedad amenazando con castigos ejemplares a quien
llegue tardío y sin demora el miedo nos invade a todos y rugimos desesperados
¡déjame pasar! y vemos nuestra piel desgarrada por el minutero torturador
¡rápido que no llego! se repite mil veces el eco urgido y es tanta la rabia que
algunos no aguantan y chocan sus cascos metálicos para echarse a pelear y el
humo se hace irrespirable y se pone a llover y el reloj ¡un dos tres, un dos
tres, de frenteeee! y las luces rojas brillan más fuerte y la energía arde en
nuestros cuerpos ¡no llegaremos a tiempo, no lo haremos! gritamos todos
sabiendo que a nadie le importa, creyendo que a todos deberíamos importarles.
Todo para llegar al fin, al filo
de la hora como tantas mañanas, a esperar el lento pasar de un día más para poder volver allí
No hay comentarios.:
Publicar un comentario