OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

jueves, 15 de marzo de 2018

Caja de Juguetes


Rincón de los Relatos 

Peluches por un lado, muñecos de acción por el otro. El control de la caja de juguetes en juego donde el perdedor quedaría desterrado por siempre en el piso alfombrado de la sala del segundo piso donde las niñas gigantes y sus pies sudorosos lo han recorrido hasta el cansancio, convirtiéndolo en un pantano fétido, húmedo, inhabitable. Teddy E. Oso, general en jefe de los peluches, arenga a su batallón con fuerza montando al pony más blanco de la colección de los blandos juguetes “¡nos creen débiles por nuestra consistencia!” grita golpeándose el pecho hundiéndolo hasta llegar a su espalda “¡Se quieren apoderar de la caja porque se creen modernos, mejores, superiores!” y con su mano apunta al otro lado de la habitación donde la armada de muñecos ordena sus filas “¡la fuerza no lo es todo, nuestro espíritu los aplastará y su confianza será nuestro triunfo!” “¡Uh, uh, uh!” coreaban todos al unísono “¡Derretiremos su piel de plástico y quemaremos sus ropas de genero! ¡Al ataque!”. Cautivados por las palabras de su líder, comenzaron a marchar con la decisión del que ya ha ganado.

“¡Compatriotas!” Maximus Steel de Mattelia, príncipe de los muñecos de acción, es un líder indiscutido y sus palabras son sinónimo de sabiduría, fuerza y esperanza “¡no se dejen engañar por sus caras tiernas y su relleno espumoso, vienen decididos a quitarles lo que les pertenece!” dice apuntando a la caja de juguetes arrinconada al centro de la pared adyacente “¡en sus articulaciones flexibles, en sus accesorios que se venden por separado, está la fortaleza para vencer a esos animales de felpa!” el mismo levantaba su metralleta hecha del mejor plástico que se puede producir en Taiwán “¡qué no les tiemble la mano! ¡la caja es vuestra!”. Casi todo el batallón de muñecos de acción salió corriendo al encuentro con los peluches en el centro del campo de batalla. El resto, levantaba sus pistolas al aire para prepararse a disparar.

Decenas de flechas plásticas con succionadores en sus puntas volaron por los aires buscando víctimas de peluche. El general Teddy, estratega de vasta experiencia, gritó “¡Kongo, Kongo!” y un enorme gorila negro con el rostro sonriente y un corazón en sus brazos, salta del batallón y coloca su espalda hacia el cielo para recibir todas las flechas y proteger a sus compañeros. Veloces jirafas de espuma corrían hacia los lados para atacar por los flancos pero desde el frente, intrépidos robots se convertían en vehículos de guerra y rodaban su encuentro. Por el centro los osos de peluche en una fila perfecta inflaban sus pechos para recibir los primeros golpes y por detrás, los canguros enfilados para saltar por encima de la protección para atacar desde arriba y por el centro Maximus y sus tropas como lanceros en un torneo corrían con sus accesorios de armas plásticas con la punta hacia delante para mellar la defensa contraria y por detrás las más ágiles guerreras de la historia, conocidas como “las Bárbiaras”, y sus múltiples funcionalidades serían un verdadero problema para los enemigos.

Cada paso bajo el piso alfombrado de la sala, escenario de la guerra, les recuerda las consecuencias de la derrota. El exilio en ese pantano infernal sería intolerable y bien valía perder la vida por evitar aquello. Bien lo supieron los impulsivos canguros de peluche cuyo salto solo significo recibir toda clase de golpes y maniobras de las Bárbiaras, entrenadas en diversas profesiones y sin embargo no les fue suficiente contra la incontrolada violencia contradictoria de los perros y sus rostros amorosos y volaban por los cielos la espuma y los brazos desencajados y las arengas de los líderes y el desfile de gatos peludos y monos acróbatas y superhéroes articulados y robots de plástico rígido y la vorágine al centro de la batalla llena de ¡clacs! por las partes desprendidas y ¡jasss! por las costuras desechas. El número de valientes guerreros disminuía rápido al punto de quedar tan solo unos cuantos luchando y luego dos, Maximus y Teddy frente a frente uno sin sus pepas negras que hacían de ojos y el otro con la mitad de sus articulaciones originales. Cansados, abatidos y sobretodo sobrecogidos por la horrible imagen de la sala alfombrada repleta de la pestilencia del plástico muerto, del género roído y de la transpiración y la sangre de los valientes.

Sin decir una sola palabra se rindieron el uno ante el otro. Juntos se proclamaron faraones de la caja de juguetes y con el tratado de paz firmado cada uno se repartió la mitad del nuevo imperio. Solemnemente caminaron hacia sus dominios, escalaron hasta la tapa y entraron cada uno a su mitad. El espacio dentro era enorme, el doble o el triple incluso del que podía apreciarse desde afuera. Teddy y Maximus miraban hacia arriba desde el fondo de la caja parados cada uno en su propio extremo y no podían siquiera comprender lo inconmensurable de las tierras legadas por sus victorias en el campo de batalla. Ambos pensaron que el espacio sobraba, que muñecos y peluches pudieron vivir allí sin siquiera llenar la caja hasta la mitad. Pero nunca lo dirían. Su imperio dependía de ello.


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