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sábado, 24 de noviembre de 2012

La Derrota Que Siempre Estuvo

Rincón de los Relatos

Asediando las murallas del reino Alarse

Decenas de semanas y el firme y sólido empalizado ladrillado no ha cedido en lo absoluto. Ni rudimentarias catapultas ni sofisticadas máquinas de asedio han logrado cedernos algo de la fuerza enemiga siempre lejana, situada en lo alto de sus magníficas murallas riéndose de nuestros vanos intentos todos los días con carcajadas de tonadas distintas. He enviado soldados de especialidades múltiples, formaciones clásicas y creativas, arcos y ballestas han sido cargados una y otra vez, torres móviles magníficas, hasta bolas ardiendo en aceite desde distancias prudentes, nada ha funcionado y en vez de estar al centro de la plaza de Alarse clavando el estandarte de mi reino reclamando autoridad, estoy en mi tienda de campaña curando heridas nuevas y planeando tácticas de antemano derrotadas. La frustración es inmensa, me creía y me creían un general exitoso, invencible y ahora me encuentro frente a una partida de ajedrez con las piezas congeladas.

Penetrando las defensas del planeta Paraxis

Con los ojos pegados en el radar esperamos el resultado de ese misil cargado de veneno nuclear lanzado hacia lo que nos informaron sería una torre de control remota orbitando el espacio, un satélite usado para conducir desde el planeta toda la artillería defensiva que rodea la atmósfera de Paraxis. Las señales nos indican que el blanco ha sido destruido y a mi comando la mitad de la flota se lanza en picada a invadir los cielos y apoderarnos así de este rincón de la galaxia. Pero ni las horas de inteligencia invertidas ni la sofisticada tecnología pudieron detener la horrible escena donde los lásers ajenos engulleron la negrura del espacio y destruyeron al ejercito que había enviado tan seguro. Ya no aguanto el peso de mi cuerpo, mis venas se declaran en huelga, la ira corroe mis puños, deseo saltar por la escotilla al vacío y dejar que el gélido espacio rompa mis huesos uno por uno. Mandé a miles a la muerte por una causa que ahora veo siempre la tuve perdida.

Resistiendo la ira de ciudad Niva

Putos extranjeros, nos gritan las automáticas que porta hasta el último habitante de la ciudad que acabamos de tomar, o intentar al menos. Todo fue una ilusión, la destrucción del palacio de gobierno y el sitio del parlamento nada de eso sirvió porque Niva entró en furia y se armó hasta los dientes para corretearnos por sus calles confusas y estrechas. Ahora es todo caos, libres de origen balazos, explosiones y gritos recorren las murallas abatidas y a nosotros regresan soldados con amputaciones espantosas sangrando el doble de lo que un hombre común puede. Ya nada tiene sentido en esta guerra dónde nadie habla de victoria o de derrota, es simplemente una masacre que solo puedo detener llevándome a casa la sensación de no ganar, ni siquiera perder.

Dimitir la espada, liberarme de la armadura de hierro y volver la mirada a casa dejando al rey abatido sobre el tablero. Prefiero eso antes de repetir la danza de fuego que iluminó al espacio dejando atrás un triste anillo de cenizas que esperan que la gravedad las trague para terminar de quemarse en el descenso eterno, sin caída. Tal vez así pueda volver a mi país y presentarles a los deudos mis respetos por sacrificar a sus seres queridos en esta batalla que dio a luz ya vencida.

La vuelta a mi reino me ha abierto los ojos, nunca pensé que el camino de regreso sería tan distinto incluso tomando la misma ruta. Hay más tranquilidad para mirar hacia los lados y detenernos a descansar solo porque el paraje parece de ensueño. Dedico mi tiempo a forjar mi espada por gusto y al mirar el tablero de navegación me doy cuenta cuántos otros destinos esperan ser explorados, infinitos, la galaxia entera por descubrir y la esperanza retorna a mi cabina con ribetes de locura y sinsentido. Le ordeno a mi tripulación ajustar los controles del salto hiperespacial al azar, terminar en cualquier lugar del mundo y colgar el traje camuflado para hacer de mí cualquier cosa, llevarme a destinos que tal vez ya conozca o que nunca haya visto. Basta alejarse de Alarse, no volver a Paraxis, olvidar a Niva.

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