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viernes, 23 de octubre de 2009

No Hay Vacantes

El Rincón de Los Relatos

No solamente estaban derrotados frente a sus ojos los mil años de paralización tecnológica de épocas ya muy remotas. Conspiradores, fanáticos religiosos, pesimistas, inútiles guerras y ambiciosos que bamboleaban la curva financiera del mundo, todo había sido al fin derrotado. Otra vez la humanidad volvía a hacerse cargo de su sueño más íntimo, aquél de tocar las estrellas, conquistarlas, ser el dueño de todo lo que la vista puede alcanzar.

No había un solo habitante de la Tierra que no siguiera en vivo las transmisiones en directo del lanzamiento de la colosal nave “Vía Astrum” cuyo objetivo sería llevar a un pedazo de la humanidad a la conquista espacial. Cincuenta mil personas se adentrarían en la nueva aventura en la nave ciudad hasta encontrar un nuevo hogar en algún lejano planeta. Un viaje largo, de generaciones ya que no sería hasta pasados noventa años que avistarían el primer sistema solar fuera del terrestre.

Pasaron veinte años desde el despegue y los habitantes de la Vía Astrum se sentían como en Tierra, lo único diferente era ver la noche eterna a través de las ventanas, un paisaje que parecía estático dando la sensación de inmovilidad pero todos entendían que por primera vez en la historia tenían pleno control de su posición en el espacio.

Al año 80 después del despegue moría el último hombre de la nave nacido en la Tierra. En su honor se erigió una estatua en la plaza central y fue el primer humano en ser lanzado sin previa cremación al espacio exterior. Ya nadie podía contar por experiencia propia cómo es vivir con un planeta bajo los pies.

Año 310 después del despegue, se avistaba el primer planeta con posibilidades de habitarse. La ciudad se paralizó para observar, a través de los inmensos ventanales que conformaban el límite entre la Vía Astrum y el resto de la galaxia, a tres astronautas salir en una nave de exploración a reconocer el planeta como propiedad de la humanidad. Días después sus cuerpos fueron rescatados por otro equipo de astronautas quienes tomaron la precaución de usar trajes antirradiación para no quemarse con la ardiente atmósfera del inhóspito planeta.

Año 500 después del despegue, se celebraba con algarabía tal aniversario. Los escolares se lucían con sus maquetas y dibujos de la vieja Tierra que aparecía con diversas dimensiones, continentes imaginarios e incluso unas cuantas lunas extras. Trovadores y cuenta cuentos divertían a los ciudadanos con historias sobre animales y otras vidas terrestres, caballos alados, serpientes marinas, monstruos devora ovejas, todo dentro de una feria donde se vendían artículos clásicos de la Tierra como frascos de arena y de agua salada.

Año 990 después del despegue, otro posible planeta candidato ha ser reclamado y habitado por la humanidad. Su forma esférica casi perfecta, su color verde azulado, la evidente presencia de agua fresca ilusionaba más que nunca a los viajeros de la Vía Astrum quienes en su mayoría vivían resignados a tener que pasar la eternidad arriba de una nave espacial. Canara Lems, la mujer que observó por primera vez el planeta que lleva su nombre, fue también la primera en constituir la tripulación que aterrizaría en la nueva esperanza humana.

Cinco horas transcurrieron hasta llegar a la superficie del planeta Canara. Sus tripulantes estallaban en emoción y nervios, les temblaban las manos y sus ojos se hinchaban, querían bajar de una vez, plantar la bandera de la Vía Astrum y reclamar el primer planeta humano fuera del sistema terrestre.

Canara Lems tomaba la bandera en sus dos manos y la sostenía lo más alto que podía para clavarla en la fértil tierra que pisaba con todo el poder que la humanidad le confería. Fue entonces cuando un “¡Identifíquense!” la paralizó de horror. Tres hombres, sin duda humanos, le apuntaban a ella y a su tripulación con pequeñas pero visiblemente mortales armas como pistolas. “Soy Canara Lems” y cuando terminó de explicar su historia el líder del otro grupo le aclaró no sin una amenaza inequívoca “Este planeta ya está ocupado, llévense su nave de acá y no se atrevan a regresar”. Obligados regresaron a la Vía Astrum sólo para descubrir que estaba rodeada de decenas de otras extrañas naves espaciales haciéndole guardia. Un corto mensaje les hizo entender que debían irse ahora o descargarían su furia armamentística contra ellos.

Año 3000 después del despegue, Verner Odeum actualizaba el mapa galáctico oficial de la nave ciudad etiquetando otro sistema como “No Vacante” y un círculo rojo. Cuántos círculos rojos y azules (que representaban lo inhabitable) había en su mapa. Verner miraba su proyección tridimensional de la galaxia con desgano mientras que con su mano golpeaba la imagen para que rotara sólo para ver más y más círculos rojos y azules. Es cierto que habían recorrido sólo una milésima parte de la galaxia pero ya sentía que los lugares para aparcar a la humanidad se estaban terminando.

Año 10.000 después del despegue, los astrónomos y galactógrafos de la Vía Astrum llegaban a la conclusión de que habían recorrido ya la mitad de la galaxia. La derrota era evidente, ningún planeta había sido conquistado en nombre de la humanidad, al menos no de la humanidad terrestre porque humanos en el espacio habían demasiados. Se sentían sorprendidos de que la Tierra no haya sido la única cuna de la humanidad, muy por el contrario había cientos y cientos de planetas ya habitados por seres inteligentes idénticos hasta el último eslabón genético y sin embargo cuando llegaban siempre eran tratados como invasores. Nadie los aceptaba, había una larga y milenaria historia de conquista del espacio que los humanos de la Vía Astrum desconocían y sin embargo les había enseñado muchas lecciones a los habitantes del espacio como por ejemplo desconfiar de los seres sin planeta.

Año 17.000 después del despegue, la última nave de exploración volvía del hiperespacio. “No hemos encontrado nada” decía la voz del piloto a la sala de controles. Una vez más se lanzaban varías naves al hiperespacio en diversas direcciones mientras la nave ciudad estaba realmente estática dejando a la tecnología del salto estelar hacer la exploración galáctica por ellos. “Otro planeta habitado”, “encontramos un sistema en guerra”, “saltamos hacia una región muerta”, la búsqueda seguía siendo infructuosa y la mayoría de los habitantes de la Vía Astrum culpaban a una maldición contraída desde los tiempos de la Tierra mientras otros seguían creyendo en que la infinidad del espacio tenía un lugar para ellos.

Año 20.000 después del despegue, la Vía Láctea estaba en su totalidad ya explorada por la humanidad. Hubo un gran espectáculo para presentar el primer mapa completo de la galaxia demostrando el final de un trabajo de cientos de siglos aunque con la pequeña yaga de aún vivir flotando en medio del espacio. El modelo Odeum seguía vigente aunque sólo entre los científicos más importantes de la nave. Sólo ellos tenían acceso a la espantosa imagen de una galaxia sin vacantes para una nueva raza expansionista. Todo estaba ocupado ya por civilizaciones que comenzaron a explorar el espacio milenios antes que los originarios de la Tierra porque priorizaron sus sueños ante todo, las guerras, las ambiciones, el fanatismo, todo ese esfuerzo lo pusieron en la conquista espacial.

Año 29.000 después del despegue y los pilotos de la Vía Astrum estaban concentrados en una tarea nunca antes realizada por otro equipo de pilotos, el aterrizaje. Miles de personas esperaban alrededor de una gigantesca plataforma con carteles dando la bienvenida y preparando una fiesta de proporciones planetarias para los recién llegados. El primero en descender de la nave ciudad fue el capitán de la época Vles Staken que portaba consigo la bandera de la Vía Astrum lista para ser clavada en tierra firme y reclamar el suelo conquistado. Todo estaba en silencio entonces, ni siquiera el viento ni los insectos más miserables se atrevían a interrumpir tan grandioso momento. El capitán Staken levantó la bandera lo más alto que pudo y gritó desde el fondo de sus pulmones “¡Reclamo este planeta como propiedad de la humanidad terrestre y sea este nuestro hogar por toda la eternidad!” y el planeta entero estalló en un grito de celebración mientras un hombre que estuvo acompañando al capitán todo el tiempo lo abrazó fuertemente para luego estrecharle su mano y decirle “Bienvenido capitán, bienvenido de vuelta a la Tierra”.

Año 29.050 después del despegue, la Vía Astrum estaba ya completamente desmantelada. La mayoría de sus partes fueron recicladas para construir aeroautos que si se elevan a más de cinco mil pies sucumben ante la presión atmosférica y caen en picada al suelo.

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