Surtida
por una única fábrica, los habitantes de ciudad Conforme suelen incluir al
final de sus comidas una porción de la deliciosa Jalea “Bin”, cien centímetros
cúbicos envasados en potes plásticos y en sus dos exquisitas variedades: naranja
y piña. No hay postre más consumido, más reclamado ni que dure tan poco en las
estanterías de Conforme por su dulzura familiar y consistencia impecable. Tanta
es la relevancia de las jaleas “Bin” que amistades, socios y parentelas se reúnen
en torno a un sabor y es así como quienes prefieren piña rara vez se juntan con
los naranja y entre ellos se sienten demasiado a gusto, literal y
figurativamente hablando.
-¿Cómo
puedes preferir naranja sobre piña? es desabrida, casi incolora, ¡aburrida!-
-Por
favor ¿sabes cuánta azúcar le ponen a la jalea de naranja para darle buen
sabor? pura ficción, una lista de ingredientes mentirosa- Así de sencillo se
arman peleas en el colegio local mientras los compañeros rodean el ring y azuzan “¡naranja!,
¡piña!” y tienen que llegar dos profesores a parar la riña porque si llega sólo
uno es capaz de aforrarle al alumno de sabor contrario. En la plaza, en las
oficinas, en las calles, donde sea, si un piña provoca a un naranja comienzan las
discusiones, verbales o físicas, con tal de defender la jalea favorita los
conformistas son capaces de todo. Como esa vez cuando los Medina en su totalidad
fueron a tirarle pintura naranja a la casa de los Pineda o cuando un grupo desconocido
reemplazó todos los naranjos por amarillos en los focos centrales de cada semáforo
de la ciudad. Conforme ha estado siempre dividida en dos.
Desde
su mansión en las afueras de la ciudad, el dueño de la fábrica de Jaleas Bin
revisa sus generosos estados financieros mientras espera a su chofer en la
terraza bebiendo un té londinense. Sin apuros se acomoda en los acolchados
sillones traseros del auto y enciende un habano regalado por un amigo cubano,
una delicia. Ya entrando a su fábrica sonríe siempre frente a sus dos líneas
productivas, una línea de ensamblaje naranja y al frente una idéntica solo que
de color amarillo. Y el dueño las mira a ambas, abre sus manos para abrazarlas
y recién entonces se dirige a su oficina. Allí su secretaria le avisa que su
consultor de mercado lo espera desde hace algunos minutos.
-¡Qué
me cuentas hombre, cómo te trata la vida!- lo saluda con un fuerte apretón de
manos que deja aún más pequeño al enclenque consultor.
-Le
traigo algunas noticias interesantes esta vez, un recorrido por los nuevos
barrios- dijo con la firmeza de un hombre corpulento.
-¿Nuevos
barrios? La ciudad crece ¡fantástico!- se alegra golpeando el escritorio
-¿Naranja o piña?- pregunta inmediatamente levantando una botella de su licor
favorito listo para brindar.
-La
verdad, con esto de internet y la apertura al mundo he escuchado que los más
jóvenes andan en la busca de jalea de frutilla- y justo se lo dice al dueño cuando tomaba una pinta de su mejor cerveza la cual como fuente de plaza salió a
brotes de su aturdida garganta.
-¿¡Frutilla!?-
repetía -¿¡Frutilla?!- y no lo creía -¿¡pero quién diablos podría querer jalea
de frutilla!?-
-Es lo
que la gente pide, debería considerar al menos una pequeña…- furioso lo interrumpió
el dueño.
-¡No
sabes de lo que hablas! la gente siempre va a decir tonterías, frutilla,
guinda, limón, al final siempre terminaran comiendo naranja o piña. Ya verás,
el tiempo me dará la razón-
Las correas
de ensamblaje siguieron su ritmo amarillo-naranja sin cesar, sin variar. Sin
embargo las voces disidentes no quedaron mudas. En los diarios, columnas
hablando maravillas sobre la jalea de frutilla comenzaron a brotar y aunque los
insultos les llovían de a poco fueron ganando adeptos y gente dispuesta a
probar el nuevo postre. Mucho más impactante resultaría la marcha en bicicleta
a favor de la frutilla realizada un día domingo con muchos asistentes molestos porque
ni las fábricas ni los almacenes eran capaces de hacer algo para cambiar la
sapidez dual.
-¡… y
vamos exigir que cambien el sistema de dos líneas de producción, vamos a
presionar al empresario, supermercados y todos aquellos que tienen que ver con
esta imposición de la sobremesa. Tienen que ser capaces de cambiarlo!- gritaba
por un alta voz el líder de la marcha acompañado de efusivos vitoreos. Así, la
apatía crecía y aunque siempre minoría ciudad Conforme tenía clara la
existencia de una jalea de frutilla más allá de las fronteras acostumbradas del
dulce y gelatinoso bajativo. La nueva generación decidió protestar. Se alejaron de todos los supermercados y almacenes y se negaban en sus casas a comer de postre la jalea impuesta por sus padres y los padres de ellos. Llenaron peticiones en línea y tapizaron en agravios a los férreos defensores del postre en dos sabores y para qué mencionar el odio sacramentado hacia el retail y la fábrica de jalea Bin. Enemigos de los nuevos tiempos. No les queda alternativa, tienen que ceder.
-Se lo
dije, la jalea de frutilla está instalada en la ciudad- dijo el consultor
triunfante frente al experimentado empresario.
-¡Vamos
hombre, no sabes nada de nada!- respondió justo cuando a la oficina entraba
un tercer actor.
-¡Amigo
mío!- saludó el dueño afectuoso al director de los supermercados y almacenes de
ciudad Conforme.
-Cuéntame,
las ventas, cómo van- preguntó con naturalidad rutinaria para sorpresa de un
preocupado consultor.
-Bueno,
la jalea de piña sigue en sus mismos niveles de venta al igual que la jalea de
naranja, la diferencia entre ellas sigue siendo mínima, en algunos almacenes
gana la de piña y en algunos supermercados la de naranja pero en promedio está
todo bien controlado-
-¿Pero...
pero y la jalea de frutilla?-
-¿Qué
dice este hombrecito?- notó de pronto el dueño del retail al pequeño consultor.
-Mi
consultor, un exaltado. Dice que la gente quiere jalea de frutilla y que hasta
protestas ha habido para que se produzca y se venda- explicó casi susurrando,
ignorando adrede la presencia del consultor.
-¿Jalea
de frutilla? Es extraño, en ninguno de mis locales alguien a preguntado por
jaleas de frutilla y mucho menos han dejado de comprar las que ya hay- y se
dirigió al consultor –Hijo, debes estar alucinando- tratándolo con el desprecio
al ignorante.
-Entonces
no hay razón para fabricar de ese sabor, si nadie la ha ido a comprar…- y quedó
cerrada la reunión de ese día sin apelación por parte del consultor quien ante
la abrumadora evidencia tuvo que tragarse sus análisis y volver a las estanterías
a contar cuántos potes de naranja y piña desaparecían al día para no perder
rastro a la siempre eficiente contabilidad de la empresa.
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