OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

viernes, 22 de febrero de 2013

Sofía Virgo y La Muerte Del Gato Benito

Rincón de los Relatos

Nota Previa: Sofía Virgo es, digamos, mi personaje experimental. Se trata de una escolar, de tercero medio, asidua al mundo de los detectives. Por ello, cada vez que hay un problema donde exista conflicto, ella entra a trata de resolver el misterio con métodos sencillos y que tenga a la mano invitando a quien lea sus casos a resolverlos junto a ella. A la pobre la había dejado en reposo por un largo rato pero al fin ha vuelto con un estilo diferente y espero algo más desafiante y entretenido. Sigue el tag Sofía Virgo si quieres enterarte de sus historias anteriores.

La Muerte Del Gato Benito


Bien temprano por la mañana mientras Sofía recién levantada se dirige a la cocina para desayunar, echa un vistazo por la ventana que da hacia la calle y su atención es retenida por un montón de gente apiñada al centro de la calle mirando algo que parecía estar en el piso. Sin dudarlo salió corriendo a ver lo que sucedía ya presintiendo algo interesante para investigar, observar por lo menos. La turba de vecinos naturalmente le hizo espacio para llegar al centro del conflicto y fue ahí cuando la sonrisa se le borró del rostro. La imagen de Constanza, vecina y compañera de tercero medio, arrodillada en el suelo y con su gato muerto entre las manos no podía si no causarle pena y sorpresa.

-¿Pero qué pasó?- pregunta Sofía a su amiga
-Pillé al Benito muerto aquí en la calle- llora Constanza
-¿Viste cómo fue?- la ahora investigadora ya observa el lugar en busca de pistas para responderse sola esa pregunta.
-No. La señora Marta me fue a buscar a la casa diciendo que algo le había pasado al Benito- la aludida que está muy cerca salta a la conversación. Ahora Sofía nota que Constanza aún está con piyama.
-Sí, así fue. Escuché un frenazo fuerte justo cuando despertaba, me levanté a mirar por la ventana y ahí vi al gato solito tirado en la calle- Sofía mira hacia la casa justo enfrente y más cercana, la casa de la señora Marta.
-¿Por qué no llevamos al Benito a tu casa Coni?- sugiere Sofía. La dueña del gato se muestra dubitativa como esperaba Sofía –yo lo llevo ¿bueno?- entre lágrimas Constanza le entrega suavemente el cuerpo del gato a su amiga y ambas se van caminando hacia su casa. La oportunidad perfecta para echarle un vistazo al gato. Estratégicamente deja a Coni caminar delante de ella. La multitud se dispersa

[Sinceramente esto no parece un atropello, más bien no lo es porque este gato se ve intacto. Debería ser una masa de carne y huesos pero en cambio acarreo más bien a un muerto impecable. Mmm… que extraño su pelo, está como cuando te pasan un globo con estática por sobre la cabeza… y vaya olor, apostaría que lo pasaron por una lavadora poco antes de quedar tirado en la calle… esto es interesante, la barbilla parece mojada. A ver la boca… todos los gatos tienen un aliento del demonio, pero éste tiene además… sí, un pedacito de papel atrapado entre sus caninos ¿le gustará comer papel? Raro. Aunque lo presione un poco fuerte no siento crujidos ni nada, Benito parece estar más durmiendo que muerto. Se ve tan tranquilo]

-Gracias por acompañarme Sofi- se acercan a la reja de la casa de Coni y aparece el hermano mayor también muy preocupado quien recibe de los brazos de Sofía al gato fallecido.
-Creo que mejor vengo después- le dice Sofía en voz baja entregando al gato.
-Te aviso cualquier cosa- agrega el hermano y se despiden cuando Constanza ya está dentro de su casa.
Cómo liberada de una obligación, Sofía vuelve corriendo al lugar donde supuestamente atropellaron al gato porque está seguro que descubrirá que no hay accidente vehicular alguno.

[La escena tiene la respuesta… aquí es, ya todos se han ido. Mmm… sí, al menos la versión de la señora Marta parece plausible, ella oye el frenazo, está en su habitación, probablemente al fondo de la casa como en todas las del barrio, va a mirar por la ventana que da a la calle… ¿unos quince segundos? Dijo “vi al gato solito tirado en la calle” o sea no vio el auto quiere decir que frenó, luego debió sentir que atropelló al gato y huyó ¿por qué? ni que fuera un delito… Ahora lo decisivo… Mmm las huellas de las ruedas obviamente, algo más separadas estoy segura que el auto de mi papá tiene las ruedas más juntas y definitivamente más delgadas que estas. A ver, un poco de orden: el gato está en medio de la calle muy temprano por la mañana, viene un auto desde la izquierda… el conductor se da cuenta del gato pero muy tarde, reacciona frenando con todo el pedal como reflejo pero no logra evitar a Benito, quince segundos es muy poco para bajarse, mirar y huir así que sintió el golpe y no bastó más para arrancar. Mmm, daré un paseo por el barrio]

Sofía comienza a recorrer el barrio mirando casa por casa en busca de una pista que le ayude a crearle un sentido a la muerte de Benito. Karen aparece interrumpiendo sus pensamientos.
-¿Supiste lo de Coni verdad?- pregunta Karen exaltada. A pesar de su llegada continúan juntas ahora caminando por el barrio.
-El pobre gato- se limita a comentar.
-Qué maldad atropellar un gato- comenta la recién llegada, Sofía la mira.
-No lo atropellaron-
-Pero si a mí me contó la Coni que…-
-Lo sé pero no lo atropellaron- Karen saltó una risotada ante la seguridad tan firme de Sofía.
-Sofi, si no fueras tú quien me lo dice no lo creería, entonces…-
-Estoy tratando de recordar a quienes reclamaron alguna vez por culpa de ese gato- Sofía recordaba pero quería una segunda opinión. Karen, animada porque ahora participaba en una de las investigaciones de su amiga, no tardó en responder.
-La más quejona es la vieja Teresa, la de la casa de al lado de Coni. Dice que se le mete a su casa por el techo y que tiene que echarlo a escobazos. También me acuerdo de don Héctor que llegó con una pala con caca del gato donde Coni y se la dejó en la puerta porque Benito había ido a decorar su patio- por un momento se queda en silencio tratando de recordar más incidentes.
-Benito era un gato revoltoso al parecer- comenta Sofía dando tiempo a Karen.
-Lo era sí, recuerdo a la señora Martínez de la 615, ella una vez llegó con el gato agarrado de la piel del cuello a la casa de Coni y estaba furiosa porque era la enésima vez que él le comía la comida a su gata-
-¿Los tres tienen auto?- pregunta Sofía ya con ideas en mente.
-Eso creo- ahora siguieron caminando en silencio aunque con un rumbo seguro. Sofía quiere pasar por afuera de las casas de los tres vecinos en conflicto.

[Aquí es, 615. Patio con pasto y ahí pegado a la muralla el plato de comida y el de agua, ambos vacíos ¿y la gata?... temprano para haber estado regando sobretodo en esta época de mañanas frías. Mmm… enorme camioneta, eso es interesante me pregunto si la señora Martínez sabe manejar]

-Karen necesito un favor: improvisa- Sofía al decir esto ya había tocado el timbre de la casa y la señora Martínez salía por la puerta.
-¿Y ustedes que quieren niñitas?- gritó desde su puerta. Sofía le susurra a Karen al oído.
-Necesito entrar y dar una vuelta por el patio- Karen paralizada tuvo dificultades para destrabar la lengua mientras pensaba alguna excusa.
-Aah, señora… somos del colegio y… aah… tenemos una tarea, sí, una tarea sobre plantas y me pregunto si podemos tomarle fotos a las suyas que están muy bonitas- menciona Karen apuntando con su mano a los maceteros que tiene la señora Martínez repartidos por el patio.
-¡Pero claro niñas adelante!- se animó la señora con uno de sus temas favoritos.
-Bien pensado- le susurró Sofía a su amiga sinceramente sorprendida.
La señora Martínez se llevó a Karen junto a los maceteros y eso permite a Sofía escabullirse para observar el patio.

[A la manguera todavía le chorrea un poco de agua, cosa extraña porque… el pasto no parece mojado excepto cerca de donde está la manguera. Mmm… ese olor… a ver el auto… se debe ver muy bien desde un auto tan alto y con la silla corrida tan adelante, de todas formas no hay mucho que ver ni la carrocería ni las ruedas parecen tener algún signo de haber aplastado al Benito aunque eso ya lo sabía. Es bien desordenada esta señora con su patio, hay algunos maceteros volteados y hasta un rollo de papel confort en medio del patio… Mmm, lo que me tiene un tanto intrigada es la elegante blusa negra de la señora Martínez]

-Disculpe señora Martínez- dice Sofía justo cuando la dueña de casa muestra unas matas de menta a Karen –no debería lavar su ropa a mano porque después le van a terminar todas partidas como a mi abuela-
-¿Y de dónde sacas tú eso?- se mostró la señora algo indignada –mi marido hace tiempo ya me compró una lavadora automática.

A esta altura lo que le interesa a Sofía es aclarar cómo sucedieron los hechos porque ya no es ningún misterio que alguno de los vecinos enemistados con el gato sencillamente decidió terminar con él y ya teniendo algunas certezas ella piensa que no necesita visitar la casa de los demás ni hacer más preguntas. Sofía Virgo, luego de una rápida reflexión y con esa última pregunta a la señora Martínez quedó con la película clara paso a paso. Antes de seguir leyendo ¿Crees poder llegar a la misma conclusión que Sofía sobre cómo exactamente fue asesinado el gato Benito?

[No será fácil acusar a esta señora de haber matado al Benito pero si presento bien mis averiguaciones no debería poder negarse. La realidad es sencilla. El gato estaba muerto pero en una sola pieza por lo tanto un atropello es imposible. Ahora, al tomar al gato noté la barbilla mojada pero el resto del cuerpo estaba seco y erizado extraño pero perfectamente explicable si se agrega agua, un secador y para las partes más complejas incluso papel confort pero de eso no estoy segura. De lo que si estoy segura es del olor del gato, a lavado y aunque no di con certeza al principio las mangas blancas de la blusa negra de la señora me dio la idea del cloro. Sencillo: la señora Martínez encuentra al gato junto a los potes de agua y comida vacíos, lo culpa y decide terminar con el abuso. Entra a su casa, busca cloro y se lo engulle por la boca al pobre Benito quien no tarda en volverse loco en convulsiones. Espuma por la boca y el gato pasado a cloro. Decide darle un baño con la manguera y limpiarle la boca con el papel confort. Desesperada por evitar ser culpada, echa una mirada a su garaje y ve la enorme camioneta. Creyéndose astuta usa un secador para no dejar rastro del baño y se lleva al gato y maneja una cuadra a toda velocidad y luego un frenazo potente para llamar la atención de los vecinos, lanza al gato por la ventana y arranca, da una vuelta a la manzana, guarda el auto y asunto solucionado.



jueves, 21 de febrero de 2013

Sala De Urgencias

Rincón de los Relatos


La sirena acercaba su escándalo. El doctor de turno y una enfermera se ponen guantes de látex y salen a la entrada de urgencias para recibir al paciente y atenderlo lo más rápido posible. La ambulancia aparece veloz y de un violento frenazo se detiene justo donde debe hacerlo. Los paramédicos se bajan corriendo y abren las puertas traseras de la ambulancia con habilidad acostumbrada. Acomodan las patas con ruedas de la camilla y en ella se ve a un hombre recostado de unos treinta con la mirada perdida en el cielo, los ojos llorosos y el aspecto cansado. El doctor lo mira y gracias a su experiencia sabe de inmediato el mal que le aqueja.

-Al box tres- le indicó a los paramédicos quienes empujaron corriendo la camilla hacia el interior de la sala de urgencias y luego de la atestada sala de espera, en el pasillo de la izquierda la tercera puerta.
-Pobre muchacho- dice el doctor a la enfermera quien asiente con semblante comprensivo.
-¿Cómo te llamas?- le pregunta ella suavemente.
-Gabriel- responde con un nudo en la garganta, síntoma ya previsto por los dos especialistas.
-Cuéntanos, cómo te pasó- pide el doctor quien con un gesto le da a entender a Gabriel que comprende perfectamente su malestar.
-Es… es esta mujer doctor, esta mujer la que me tiene mal- la enfermera le mide el pulso y toma algunas notas. Gabriel voltea sus ojos hacia atrás tratando de ver el cielo en la ventana  de la pared por encima de su cabeza.
-¿Novia?- pregunta el doctor, Gabriel lo mira desconsolado.
-No. Me hubiera gustado que lo hubiésemos intentado- el doctor y la enfermera se miran de reojo, al comprender el mensaje esta última sale del box.
-Te rechazó entonces- dice el doctor a modo de conclusión posible.
-Ni siquiera, es decir al menos el rechazo es una certeza pero yo con ella tengo ninguna. Es del todo impredecible, a veces me pone mucha atención y otras nada. Sabe estoy seguro hay algo entre nosotros y no es solo una idea mía- el doctor lo interrumpe.
-Cuál vendría siendo la dificultad- Gabriel se pierde un rato en sus pensamientos tratando de expresar mejor lo que quiere comunicar.
-El problema es que tiene una enorme capacidad de darme grandes esperanzas para luego arrancarlas de cuajo y toda de una sola vez. El problema es que pienso que a veces tiene muchas ganas de verme y al día siguiente que hasta mi voz le parece repulsiva. El problema es que cuando quiero hablar con ella o siquiera intercambiar unas líneas de chat ella no lo hace, solo pasa cuando quiere ella, solo cuando se le antoja- el doctor tan acostumbrado ya a ver estos casos casi diariamente le dice con sinceridad.
-Muchacho, estas cosas pasan siempre. Escucha y responde con sí o no: ¿cuando la llamas o le hablas por internet siempre te contesta?
-No- responde mientras entra la enfermera acompañada de una segunda doctora que trae consigo un maletín.
-¿Tienes que insistir muchas veces para poder verla?- El doctor saluda a su colega quien ríe al escuchar la pregunta.
-Sí-
-De los siete días de la semana, ¿son más los que crees que no le interesas para nada?-
-Sí- Gabriel se sorprendió por lo rápido que respondió a eso.
-Ya basta doctor no lo torture- le dijo la doctora sonriente.
-Muchacho- saluda a Gabriel – soy la doctora Lamarca, lepidopteróloga. Luego de presentarse saca de su maletín una linterna con una pequeña pantalla montada a ella.
-Mira esto- le indicó al paciente. Lamarca encendió el aparato e iluminó el estómago de Gabriel. Tras indagar por unos segundos giró la lámpara para que él pudiera ver la pantalla.
-¿¡Eso está dentro de mí?!- grita Gabriel espantado por la visión de su interior.
-Claro, claro ¿esto lo explica no?- los cuatro del box estaban agolpados viendo en la pantalla cómo un montón de polillas de aspecto tétrico se devoran el estómago de Gabriel.
-¿Has oído eso de mariposas en el estómago? Pues bien, esto pasa cuando las dejas mucho tiempo dentro sin correspondencia- le explica la doctora –lo que vamos a hacer ahora es extraerlas ¿te parece?- Gabriel asintió como cualquier paciente indefenso entre su enfermedad incomprensible y el único ser que parece poder solucionarlo.

Lamarca sacó de su maletín un segundo aparato, una caja de metal. Desde una de sus caras nacía la boca ancha de un embudo que terminaba en una delgada jeringa. En la cara contraria se notan una serie de botones alrededor de una pantalla como la de la lámpara. La enfermera toma un frasco negro de una estantería del box, derrama povidona en el estómago de Gabriel y a continuación esparce el líquido café por toda el área con la ayuda de un algodón. Luego de un “no te preocupes, no dolerá” la doctora inserta la jeringa a un costado del ombligo de Gabriel quien comienza a sentir como si un dedo escarbara sus entrañas. El procedimiento duró cinco minutos.
-¿Cómo te sientes?- preguntó Lamarca mientras la enfermera le tocaba la frente.
-Bien, extrañamente bien- y hacía un curioso esfuerzo por recordarla, a quien lo tenía así y a pesar de lograrlo en su mente ya no sentía ni desolación ni falsas expectativas.
-No te preocupes- le dijo el doctor quien de pie observaba todo –todos los pacientes hacen lo mismo, tratar de recordar. Pero ese recuerdo esta siempre ligado al estómago y como ya te extrajimos todo del estómago la conexión se perdió-
-Ya te puedes ir- le anunció la doctora volviendo a guardar sus instrumentos.

Ambos doctores salen del box dejando a la enfermera con Gabriel para los detalles del cuidado posterior.
-¿Qué haces con eso después?- pregunta el doctor a Lamarca refiriéndose a las polillas ahora atrapadas en la caja de metal.
-Quemarlas, qué más- ríe de buena gana hasta que ven pasar una camilla al box de trauma.
-¿Viste a esa pobre Lamarca?-
-Venía llorando a mares, mejor voy- y afirma con fuerza su maletín lista para salir corriendo.
-¿Estás haciendo de cardiopista también?-
-Es Febrero y con tantos de vacaciones hay que hacer de todo- responde mientras sale corriendo detrás de la urgencia.

-Vaya locura- reflexiona el doctor caminando hacia la sala de espera a atender los casos menos urgentes. Antes de llamar al siguiente echa una mirada a todas esas almas atacadas por la misma enfermedad pero presentándose de tantas maneras diferentes.
-¡Francisco García!- llama en voz alta y desde el fondo de la sala se para un tipo con una melena que le cubría toda la frente.
-¿Cuál es tu problema muchacho?- le pregunta el doctor y en vez de responder el joven paciente levanta el pelo de su frente y le muestra la foto de una bella mujer que por más que lo ha intentado no ha podido despegarla de ahí.
-Tranquilo, no nos demoramos nada- el pobre caminaba apenas.
-Enfermera- dice el doctor a una mujer de blanco cuando se la encuentra camino al box –traiga el kit de pictodectomía. Al escuchar tan aparatosa palabra el joven de pelo largo se detiene por el susto.
-Tranquilo hombre, te la vamos a sacar de tu cabeza y problema solucionado-

miércoles, 20 de febrero de 2013

¡Bomba!

Rincón de los Relatos


Cable rojo, verde, amarillo, azul, cuál cortar, en qué orden y el tiempo se acaba a paso sistemático y seguro fabricado para anularse y estallar entonces. Que explotara sería espantoso. Acabaría con todo y obligaría a partir de nuevo, desde el cero marcado en el tablero en adelante y qué bomba tan compleja es esta frente a mí. No es cualquier cosa, tiene un cableado enredado y unos mecanismos que no había visto antes. Pensé en un momento que las herramientas típicas me ayudarían pero nada parece calzar, ni llaves ni desatornilladores logran encajar por más que lo intento y el tic tac mortal sigue su paso burlesco, una estampida de elefantes que enfrento con un par de alicates.


Siento que el tiempo se acaba, lo sé sin mirar el contador. La transpiración quema mi frente y el cansancio hace temblar mis manos. No la he perdido de vista pero sin duda ha cambiado todo su esquema, los colores de los cables, la forma de las cabezas de las tuercas incluso el material del explosivo. Apenas presiento la solución va y muta sus fundamentos adivinando mis intenciones y se convierte en algo totalmente distinto. Amenazante sin embargo, desafiante a pesar de todo, eso me hace continuar rebuscando en mi caja de herramientas el arma correcta y voy de nuevo, me hundo en su relojería y con paciencia colosal vuelvo a revisar cada milímetro de la bomba.


Debo confesar, es apasionante intentar desactivarla pero abusa de mi objetivo cree que uno se quedará hasta el mismísimo cero cero pasando los últimos momentos de la vida rogando por el cable correcto. Si explota en mi rostro estoy acabado, es que ese tiempo que se va comiendo la bomba es tiempo que avanza en la vida y devolver la vista hacia el mundo después del esfuerzo perdido y con el rostro chamuscado no es nada gracioso. Todo lo que ves es un montón de nubes de humo de decenas de bombas que explotaron ya, sin que tuviera el tiempo de intentar desactivarlas. Fracaso total por ponerle tanta atención a esta bomba tan quisquillosa y esquiva.


Casi lo logro, casi logro detener el contador en reversa. Pero otra vez, otra vez, ha mutado, los cables otros cables, las tuercas otras tuercas, en fin parece que tuviera que empezar de nuevo todos los esfuerzos anteriores ignorados por la bomba que sigue queriendo atención, quiere ser desafiada. Es ahora cuando vale la pena levantarse, antes que el reloj ya no pueda retroceder más, para observarla una vez más y preguntarse “¿Es posible desmantelarla?” y tal vez es hora de reconocer que la respuesta es no. Sacarse los guantes engrasados y reemplazarlos por unos nuevos. Pasarle pulidor a las herramientas desgastadas. Volver a repasar la teoría básica de los explosivos. Mirar el reloj por última vez. Correr lejos y buscar otra bomba para desactivar.

lunes, 18 de febrero de 2013

Intento Fallido de Poema 3


Rincón de los Relatos

Siempre he querido escribirte un poema
Uno que realmente valga le pena
Se me hace imposible sin embargo
Este es mi trago más amargo

Te veo recostada en el pasto mirando al cielo y pienso que sería un buen comienzo para un verso es entonces cuando mis dedos tiemblan aterrados ante la inquisición semántica de las palabras tan limitadas de pronto y el martillo cae pesado sobre el escritorio la sentencia de una injusticia porque verte a los ojos, escuchar tu voz, estar cerca de ti vale más que todas las palabras y todas sus mezclas.

Y de la nada me hablas y me sorprendes nadando entre esas imaginaciones soñadoras en una sopa de letras y a una voz tuya el mundo se deshace en un terremoto huracanado y llueven gotas con tu nombre grabado y me dejo empapar por la única palabra de esta poesía ¡y cómo quisiera gritarlo! ¡sacarlo de mi estómago en llamas! ¡QUÉ ES ESTA LOCURA! ¿¡De dónde salieron todos estos colores disparados desde la lluvia?! Me sigues conversando me sonríes todo el tiempo a tu pelo enroscado se lo lleva el viento todo mi cuerpo agarra por el cuello a mis labios que aburridos de pensarlo tanto te quieren robar un beso porque la catarsis lírica se les hace imposible ¡Al diablo es inútil! ¡no aguanto tu presencia sin pensar que voy a morir de los nervios! ¡mira a las melosas palabras caer descontroladas y deformadas!

El CoPO
                               Más HerMOSo
                De
                          toDO     El
                                               INvierNo
                El                PéTALo 
    mÁs           PerFECto
                                      de
                     tOdo                              eL
                          VEranO


¡Si son tan pobres las tontas! ¿cómo no dejarlas sueltas para que se pierdan en vergüenza? No puedo hacerlo debo admitirlo estoy derrotado, es imposible escribirte un poema y es que te veo te imagino y un huracán me come la garganta y sigue la ruta buscando darle aires a mi corazón desesperado rogando descanso por latir tanto y en tan poco tiempo. Me rindo, nunca podría decirte cuan única y especial eres a través de mis palabras aunque sé que si algún día lo logro solo podría tratarse del mejor poema del mundo.




viernes, 15 de febrero de 2013

Desolación

Rincón de los Relatos


Al alcanzar velocidades extraordinarias, al dejar los haces de luz morder polvo sideral, el espacio sufre una alteración insólita e inexplicable. Un pliegue, curvatura artificial de la nada misma que enloquece en una maraña de magnetos y pulsos eléctricos mientras un pequeño artefacto humano recorre las bondades de esa deformación geométrica al mismo tiempo causante de tal caos, una fuerza inventiva capaz de someter al vacío a su antojo una burla a los dioses ahora arrodillados suplicando perdón con sus manos temblorosas y sus corazones atragantados porque temen que un clic del verdadero creador los haga desaparecer en un torbellino sacado de otra dimensión.

Sin embargo, a diferencia de lo sobrenatural la tecnología siempre ha sabido de fallas. Circuitos mal conectados, redes pobremente diseñadas, materiales fatigados, mantenciones olvidadas. Una de las tantas naves que surcan el espacio puede caer en esos errores en cualquier segundo, una como la de Tremis Dantor un explorador de toda la vida con más años luz en el cuerpo que cualquiera y eso lo ha hecho más jovial, literalmente. El espacio es un coloso arrogante pero premia a aquellos que lo recorren con hambre y soberbia pues como se teorizó en tiempos prespaciales cuando el hombre supera a la luz, la juventud le es devuelta como premio a su energía conquistadora. Y también, castiga. Tal padre predicando con el ejemplo decide de vez en cuando mostrar sus hijos su poder infinito recordándoles nunca perder el respeto como el mar cuando reclama ahogados con sus fornidas mareas.

Tremis Dantor enciende los generadores hiperluz y comienza una carrera conocida. Su nave toma una velocidad fuera de lógica, el espacio confundido se dobla pero con una mínima conciencia dispara un rayo ínfimo, invisible, y el sistema de navegación fallece al instante. En medio de esa operación la nave se detiene y queda varada en medio de una ruta sin autopistas ni letreros para consultar direcciones un lugar donde no llegarán grúas ni ambulancias ni viajeros errantes ni habrán estaciones de gasolina cercanas ni talleres de reparación.

¡Paf! de un golpe la galaxia vuelve a su estado natural y la nave deslizándose a través de la nada gracias a su fuerza residual y eso es todo lo que a Tremis Dantor le queda e incluso es su condena pues un cálculo desesperado lo lleva a estallar en horror infernal hacia una estrella cercana no antes de diez años. Diez años. Diez años a la deriva. Diez. Sentía en su cabeza el golpe del juez dictando sentencia qué hacer en diez años de la más terrible soledad condenatoria.

Los días comenzaban a perder sentido para Tremis Dantor. Enfrascado en los manuales y planos de la nave intentaba encontrar la naturaleza del desperfecto sin mucho éxito aunque optimista sin embargo, confiaba ciegamente más que en su propia capacidad en la cantidad de tiempo que tenía para su tarea. Todo el tiempo del mundo. Noche tras noche, y solo noche, buscaba mecanismos de reparación usualmente ingeniosos y novedosos otras veces más tradicionales casi sacados de guías de mecánica básica. Lo probó todo desde agarrar a patadas a las consolas hasta construir sus propios memochips. Nada funcionaba. La nave seguía a la deriva sin cambiar de curso y la estrella todavía un punto inofensivo brillaba ansiosa en espera a engullir materia fresca.

Va a funcionar, va a funcionar se repetía una y otra vez y Tremis Dantor se colocaba su traje espacial para revisar el exterior de la nave, se ponía el traje antiradiación para chequear las baterías de plutonio, se ponía el overol de trabajo para determinar si aceites y lubricantes estaban en sus niveles correctos. Todas las herramientas de la caja de útiles comenzaban a desgastarse, sus dedos lucían destruidos, sus manos agrietadas, su cuerpo cansado. Pero Tremis Dantor insistía, una y otra y otra vez porque nunca ha dejado de creer en su nave otra vez funcionando y a los generadores hiperluz plegando la inmensidad del espacio para volver a explorarlo a rapidez incalculable.

Nunca entendió el porqué pero Tremis Dantor despertó sobresaltado, recordando nunca haber recalculado cuántos días de su sentencia habían ya pasado pues destinaba tanto tiempo a su eterna lucha por hacer funcionar su máquina que olvidó por completo el tiempo que había pasado. Corrió a su computadora e introdujo los nuevos datos. No, no,  se repetía para sí mismo y el 1 titilando con fuerza en la pantalla le recordaba fatalmente cuánto tiempo había perdido ya cuántos años gastados en eludir lo inevitable. Nueve años más viejo, nueve años gastados en vano, nueve años en los que pudo haber recorrido el universo por completo.

Descubrió entonces una única verdad. Él mismo se había encerrado en su nave. No fue un capricho del espacio, no fue un desperfecto de un generador, se le ocurrieron todas las ideas posibles y trabajó tan arduo como pudo. La solución no estaba ahí porque no importa cuánto hiciera, la estrella haría arder su nave sin piedad alguna, sin alternativa.

Convencido de haber descubierto la verdad Tremis Dantor se colocó su traje espacial, salió de la nave y se despidió de ella con desencanto y tristeza. Entonces, con todas sus fuerzas flexionó sus rodillas y se empujó justo hacia la dirección contraria que había estado siguiendo los últimos nueve años. Ahora iba solo, solo en medio de la nada, a la deriva, sin saber dónde ir, sin nada en qué pensar. El espacio lo miraba enternecido, sonriente por ese humano con tanto espíritu por conservar su propia vida, por revivir sus ansias de exploración. Así como letal, misericordioso envió desde las fauces de las anormalidades ilógicas un espectro luminoso nunca antes detectado por la física directo al cuerpo de Tremis Dantor y entonces, Tremis Dantor estalló en luz y voló a través de las galaxias más rápido que la luz.

Al liberarse del yugo de la eterna promesa Tremis Dantor consiguió su libertad y ahora viaja por siempre retorciendo el espacio al antojo de sus deseos, visitando todos los soles, todos los planetas y en todo ese júbilo nunca pudo escuchar la solitaria explosión de su nave despedazándose contra esa estrella que alguna vez quiso condenarlo.

jueves, 7 de febrero de 2013

Oda a La Mujer Que Cuando No Me Quita El Sueño Está En Ellos

Rincón de los Relatos


Dejé hace un tiempo de preocuparme por recordar mis sueños
porque sé, no hubo otra en ellos, sólo ella y sus encantamientos.
La mañana se me va contando pasos para verla aunque sea de lejos
y la tarde con los segundos cayendo sin control de mis manos
desesperado por no haberla visto hoy con mis ojos abiertos.

Ahí viene con los pies elevados del suelo
cantando himnos que duermen los sentidos
basta con eso para someterme sin resistencia
a ella reina y su corte de diestros bailarines
y de actores cómicos de habilidad increíble.

Va escoltada por una única estrella
amaneciendo al borde de sus mejillas
el sol que ilumina la majestad de su rostro
y a su sonrisa perpetua, arte contagiosa
cañón despiadado que lanza insectos traviesos al estómago.

Sus ojos, profundos y recónditos
contienen universos de misterios y secretos
de ellos emergen brazos de odaliscas seductoras
con cadenas hipnóticas que me llevan a rastras
al edén de sus colores, a la perdición misma

No sé si estoy tratando de soñar
o si estoy recién despertando de uno
porque cuando la veo se confunden
la realidad y la fantasía
ella es ambas
ella es todo.