OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

viernes, 26 de marzo de 2010

Maremoto... De Oportunidades

Sección Hágalo Usted Mismo
¿Eres de los que siempre buscan una oportunidad de negocios? ¿estás viendo las consecuencias del terremoto y maremoto y te sudan las manos por dar con un buen emprendimiento? Garbage Store te ofrece una pequeña guía de lo que podrías hacer. Cada alternativa viene con una breve explicación, el nivel de inversión requierido, el personal necesitado y el nivel de desaprobación moral que tu negocio puede provocar. Alerta: este post esta dirigido a aquellos con la mente gélida cuando se trata de dinero.

Removedor de Escombros: Con decenas de pueblos en ruinas este negocio esta de cajón. No sólo cobra por llevarte los escombros, mucho material utilizable puede ser descubierto entre las ruinas el cual podrás comercializar sin tapujos. Se recomienda marketing dirigido al "ahorro con materiales de reciclaje" y "usa tu antigua casa para construir la nueva".
Requerimientos de Inversión: Necesitas un lote vacío, maquinaria de transporte y guantes, oberol y mascarillas para el personal.

Personal Necesitado: Depende de tu ambición, puedes ser tú y sólo tú hasta una tropa de removedores. Ayuda a la comunidad contratando gente del mismo poblado, y a un salario más reducido por supuesto.
Desaprobación Moral: Corres el riesgo de ser abucheado por vender escombros que antes estaban botados sobretodo si revendes los escombros de una casa a su propietario. Además ten ojo, con tanto voluntario haciendo lo mismo el nivel de desaprobación moral podría elevarse dramáticamente.

Ejército de Psicólogos:
Con tanta gente paranoica y depresiva este negocio es algo lógico. Ve a las ciudades afectadas y ofrece servicios de reparación mental a aquellos que lo perdieron todo, a esos que les tiembla la tierra a cada momento, a los que tienen pesadillas sobre escombros cayendo sobre sus cabezas. Intenta cobrar más caro a más desesperación veas en el rostro de las personas.

Requerimientos de Inversión: Depende de tu profesionalismo. Podrías ir sin nada y hacer consultas en la banca de una plaza o llevar una oficina móvil en un furgón. Recuerda que la sofisticación se cobra cara.
Personal Necesitado: Si tu negocio se llamará "Atención Psicológica" necesitas o ser un psicólogo o tener uno en tu equipo. Si tu negocio se llamará "Ayudando a Superar" simplemente practica tus mejores frases de consuelo y consejos cliché (tipo: fuerza tú puedes, es una prueba de Dios, al menos tienes a tu familia) y ya está.
Desaprobación Moral: Muchos podrían tener prejuicios sobre ti señalando que te aprovechas del dolor ajeno para lucrar sobre todo si optas por el tipo de empresa "Ayudando a Superar". Admitámoslo, con tan sólo leer esta idea de negocio ya entiendes el nivel de desaprovación moral.

Cazador del Drama:
Si algo sobra en esta tragedia natural son las historias y tragedias. Siempre habrá algún medio buscando experiencias horribles, en extremo tristes o escandalosas. Tu trabajo será embarcarte en la búsqueda de éstas. Niños ahora huérfanos, madres que vieron morir a sus hijos, hombres de pronto inválidos, la anciana que perdió la casa de toda su vida, la mujer que tiene a su hijo en coma y su hija perdida. Todo vendible a un buen precio a los medios de comunicación, hoy por hoy hambrientos de estas historias.

Requerimientos de Inversión: Mucho tiempo para investigar, una cámara de video o una grabadora y cámara de fotos, también ten en cuenta cuánto profesionalismo quieres ya que eso significará mejores o peores tecnologías. Consigue un auto que aguante hasta la ruta más tortuosa.
Personal Necesitado: Podría ser una empresa solitaria pero si logras conformar una red de asociados que investiguen varias ciudades a la vez podrás vender mejor. Es más fácil que te compren un pack de historias para el llanto que sólo una. Puedes cobrar más si te consigues un editor y vendes la historia "llegar y transmitir".
Desaprobación Moral: Esta debe ser la manera más reprochable de sacar dinero del dolor del prójimo pero la gracia de este negocio es que como le vendes tus historias a medios de comunicación, serán estos últimos quienes se fumen toda la desaprobación moral. Hasta puedes decir "yo no los obligué a transmitirlo". Y reír.

El Vendedor de Las Emergencias: Los artículos de emergencia, algo que se vende como pan caliente en las zonas más afectadas. Velas, linternas, baterías, radios y televisores a pilas, cobertores, la gente hace largas filas para adquirirlos. Compra estos artículos en ciudades donde la normalidad esta establecida hace semanas y véndelos luego con un jugoso sobreprecio.
Requerimientos de Inversión: Necesitas comprar varias cajas de los productos mencionados y un medio de trasporte para llevártelos. Nada más ya que llegando al lugar del desastre te instalas con tus cajas, pones un letrero anunciando lo que se vende y a qué precio y estás listo.
Personal Necesitado: También es un negocio que funciona solitario pero puedes atender a la gente más rápido si te llevas un par de colegas. Puedes incluso aprovechar de cobrar un poco más por ser la fila más rápida.
Desaprobación Moral: Los "descorazonados" comerciantes que elevan sus precios a niveles astronómicos aprovechando la crisis están en el ojo del huracán moral. Prepárate para recibir insultos más de una vez. Si quieres ganar un dinero extra, conviértete en "Cazador de Dramas" y vende la historia de ti mismo aprovechando de explotar al desvalido, si te descubren la desaprobación moral podría llevar a niveles excomulgantes.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Subterráneo

El Rincón de los Relatos
Rostros desgastados me acompañan bajando la escalera. Un caudal como todos, interminable hasta desembocar en el lecho mayor para entonces perderse en un caos donde se acaba el sentido y dejarse llevar es el destino último de los últimos descartados. Esperamos todos el carro del afluente aórtico, acomodados en coágulos calculados por células que nunca vimos. El vehículo se detiene. Un grupo corre, la vida depende de llegar a tiempo ¿dónde irán? ¿Tan ansiosos están de llegar dónde esa cena tan desabrida, esos niños tan ruidosos, ese marido de mano tan pesada, esa mujer tan mala en la cama? Otros lo comprenden. Se quedan ahí en el centro pasmados, con la esperanza de bloquear para siempre el torrente e infartar de una vez por todas a este mundo injusto y circular. Miran hacia delante, fijos los ojos en el carro, buscando un poder divino para hacerlo avanzar hacia el otro lado.
Ya voy dentro. Veo a una mujer mayor arrojada en su asiento, durmiendo hace horas a pesar de recién salir de la primera estación. Observo a muchos leyendo libros, mi leve sonrisa ante la vaga alegría de ver ganas de cultura se desvanece: todos devoran palabras de autoayuda, de libros que ninguno de ellos escribió. Un muchacho serio, de mirada embobada por el túnel oscuro, volvía su atención a su Blackberry última generación. Recorría su lista de canciones de reggaetón, cuyos acordes miserables hacen llorar a las olvidadas corcheas y miraba un mensaje de texto “wena po negro reculiao” y tecleaba devolviendo el cumplido.
Di un paso para bajarme y volver a tomar control de mis pasos. Autómatas, los químicos exudados por aquel esfuerzo hicieron reaccionar al resto de los pasajeros y se apartaron de inmediato. La gran afluente siguió su curso mientras volvía a acostumbrarme al movimiento propio. Una bocanada de oxígeno para volver a llenar la carga, de verás me sentía más limpio ahora, el sistema funciona. Escaleras arriba ahora, esta vez automáticas porque los pies pesan más al salir del subterráneo.

viernes, 12 de marzo de 2010

Cerocrimen o La Historia De La Ciudad Que Venció Al Crimen

Rincón de los Relatos


Desde el nacimiento de la noción de propiedad también surgió el crimen. De ese momento en adelante una de las titánicas tareas de la humanidad ha sido barrer totalmente con este flagelo y desde iniciativas personales, gubernamentales e incluso mundiales han surgido para alcanzar esa utopía, sin éxito por cierto.
Sin embargo, en un país sin nombre, una ciudad conocida como Cerocrimen logró a tan inverosímil objetivo. La historia cuenta que los ciudadanos, hartos de la creciente ola de crímenes, acudieron a su alcalde para demandar una solución definitiva o sería humillado y desterrado de los límites urbanos. Preocupado por su futuro el alcalde reunió a unos cuantos cerebros pensantes de Cerocrimen (que en ese entonces no se llamaba así) y no durmieron hasta encontrar la solución.
Se modificaron leyes, se dictaron decretos y declararon estatutos, inclusive se desvincularon de los reglamentos de su propio país para llevar a cabo su experimento anti crimen. Cuando todo estuvo listo, dice la leyenda que el primer golpe de la nueva justicia cayó sobre una señora a quien le colgaba la cartera coquetamente desde su hombro izquierdo. Un oportunista de pupilas dilatadas y barba sin afeitar pasó corriendo y se la quitó, lanzando a la pobre mujer al suelo mientras se hacía humo. Un par de policías se hicieron presentes de inmediato, ayudaron a la mujer a levantarse, y procedieron a esposarla.
- ¡Pero qué diablos hacen estúpidos! – se quejó la mujer furiosa.
- Queda usted detenida por hurto – declaró el policía estoico.
- ¿Hurto? ¡¿No vio que fui yo la asaltada, pedazo de imbécil?! – el descontrol se apoderó de ella.
- Debería estar más enterada de las nuevas leyes de la ciudad: usted caminaba descuidada por estas calles solitarias y tampoco aseguró bien su bolso contra su cuerpo. Usted es la culpable de que le hayan robado – el policía la forzaba a caminar a un auto patrullero – Culpable, detenida, culpable, detenida, ¿ve usted? –
Así partió el combate contra la delincuencia en Cerocrimen. Señoras que lucían aretes de oro en las calles, automovilistas sin alarmas, ciclistas sin cadenas, dueños de casa sin rejas puntiagudas, todos fueron enjuiciados y decrétese su culpabilidad y a la cárcel. De los albores de aquellos tiempos se pueden rescatar varios documentales, uno de ellos muestra a una periodista recorriendo las calles nocturnas y entrevistando transeúntes. Si se pone un poco de atención puede verse el calzón de fierro anti violaciones que lleva puesto bajo su pantalón.
- ¡Señora! ¡Señora! – la periodista corría detrás de una mujer con un bolso en la mano.
- Disculpe, le quiero hacer una pregunta sobre las nuevas leyes: Veo que lleva un bolso ¿No le da susto que la lleven detenida si le roban el bolso? – la señora, asustada todavía por la repentina interrupción, le señaló el bolso a la periodista.
- Vea, tiene un sistema electrificado. Si alguien la jala muy fuerte se activa y descarga los voltios suficientes para carbonizar un pavo –
- ¿Y no le da miedo herir de gravedad a una persona? -
- Hija mía – la llamó con ternura – si el ladrón se electrocuta y queda herido será por su propia culpa. Culpable, detenido, culpable, detenido, ¿comprende? –

La ciudad completa se volvió la reina de la seguridad. Murallones tres veces más altos que las casas que protegían, autos enmarañados en alarmas y fierros de protección, los diseñadores de moda dieron de baja los bolsillos, las faldas cortas (tentaste a ese hombre, tú tienes la culpa por andar tan destapada. Culpable, detenida, culpable, detenida) y todo tipo de accesorio extraordinario. Luego de un año el alcalde revisaba los resultados y le parecieron maravillosos. Se cuenta que esa noche fue a cenar con su familia y cuando ya salía del restaurante un policía lo detuvo en la puerta. “¿No ve señor que le dieron menos vuelto? Usted tiene la culpa por no fijarse en la boleta, culpable, detenido, culpable, detenido ¿no es así?”. Claro, es sólo un mito.
Pero hoy no hay quién puede quejarse. Cerocrimen es una ciudad limpia de delincuencia y próspera gracias a la industria de la seguridad. Es un pequeño paraíso en este mundo repleto de amigos de lo ajeno y de asesinos por gusto. Y quién podría cuestionarlo porque, enfrentémoslo: el crimen no existiría si no fuera por culpa de los imbéciles que se dejan atracar. Culpables, detenidos, culpables, detenidos ¿me sigues?

jueves, 4 de marzo de 2010

En El Epicentro y Tan Cerca

El Rincón de los Relatos

Vivo en Concepción, bastante cerca del epicentro del terremoto eso si, somos el epicentro del caos. Es Domingo, el día después del desastre natural y mi madre me ruega acompañarla al supermercado a ver si está abierto. Una vez allá vemos con desazón las rejas aseguradas con candados. La desinformación, el susto, la incertidumbre, el consumismo, el individualismo, la rabia acumulada, el rencor a flor de piel, todo aquello estalló en ese momento y una turba de gente arremetió contra las puertas, rejas y ventanas del supermercado e ingresaron bajo ninguna autoridad. Mi madre corría también detrás de la turba y yo sin más remedio, a protegerla.

Lo que vi dentro es la imagen más triste que he visto en la vida, es de esos momentos en que tus ojos se humedecen sin control y tu garganta se apreta tan fuerte que piensas que vas a morir. Olvidándose del mundo, las personas agarraban carros y los llenaban no sólo de comestibles sino de los enseres más insólitos, kilos de pan que se volverán duros e incomibles mañana, decenas de cortes de res que se podrirán antes de poder comerlo todo, litros de cerveza y licores para pasar las penas del cataclismo. Cuánta gente podría alimentarse con la comida dentro del supermercado sin embargo nadie parecía preguntárselo. Los ojos de esa gente tornados hacia dentro, empapados en sudor por el esfuerzo de acapararlo todo, babeaban saliva hirviendo amenazando a cualquiera que se atreviese a impedir salir con el carro colmado del ultrajado local comercial. Cuanta vergüenza sentía ahora de este país orgulloso de su macroeconomía, engreído con sus datos tan limpios y estadísticas tan positivas.

Vivo en Santiago, en el barrio alto si se quiere algo de precisión. El terremoto fue un sacudón de aquellos pero aparte de la loza y un par de ventanas no tuvimos nada que lamentar. Hasta la electricidad volvió tan sólo dos horas después del terremoto. El agua nunca nos faltó. El Domingo, día después del remezón, mi mamá me pidió la acompañara al supermercado. Estaba algo agitada, ansiosa por ir pronto y como yo soy el que maneja el auto me vi partícipe de la cruzada. Apenas llegamos un cartel a la entrada decía "Señores clientes: rogamos llevar lo estrictamente necesario". Mi madre parece no lo vio, mucha gente parecía no verlo y lo corroboré cuando entramos y la imagen entonces se volvió surrealista, inimagible.

Lo que vi dentro es la imagen más triste que he visto en la vida, es de esos momentos en que tus ojos se humedecen sin control y tu garganta se apreta tan fuerte que piensas que vas a morir. Olvidándose del mundo, las personas agarraban carros y los llenaban no sólo de comestibles sino de los enseres más insólitos, kilos de pan que se volverán duros e incomibles mañana, decenas de cortes de res que se podrirán antes de poder comerlo todo, litros de cerveza y licores para pasar las penas del cataclismo. Cuánta gente podría alimentarse con la comida dentro del supermercado sin embargo nadie parecía preguntárselo. Los ojos de esa gente tornados hacia dentro, empapados en sudor por el esfuerzo de acapararlo todo, babeaban saliva hirviendo amenazando a cualquiera que se atreviese a impedir salir con el carro colmado del ultrajado local comercial. Cuanta vergüenza sentía ahora de este país orgulloso de su macroeconomía, engreído con sus datos tan limpios y estadísticas tan positivas.

martes, 2 de marzo de 2010

Nunca Se Detiene

Desván Para Pensar

Hace ya muchos años que llegué a vivir a la capital desde una pequeña ciudad al sur y quizás lo único que aún me sorprende es la incapacidad para detenerse de esta ciudad, ni siquiera es que viva apresurada, es más bien un juego sin entretiempos único momento de replantear lo vivido, de planificar lo que viene. Me fui como todos los lunes al trabajo, el mismo tráfico de siempre, las calles, los edificios, la gente mendigando en los semáforos, un día cualquiera. Llegué a la hora de todos los días y me dirigí a mi oficina. Allí mi jefe me dio los saludos de rigor y luego de encender el computador nuevamente al trabajo mismo. Se apareció entonces la gerente de todo. Bastaron un par de palabras para entender que estaba más sedienta de dinero que nunca, Marzo le traía buenas vibras. La entrega del informe típico de los Lunes y los reclamos subsecuentes clásicos por descalces y otros pequeños detalles que urgen corregir.

Apenas desperté encendí el televisor. Los canales nacionales estaban metidos todos en el mismo baile, los conductores con rostros pesados por las horas ininterrumpidas y corresponsales transmitiendo desde lugares insólitos y remotos. Fue demasiado quizás, lo mismo una y otra vez, cifras que aumentan, caos que estalla, sifrimiento a destajo. Cuánta locura, estos caos demuestran el verdadero rostro del ser humano, aquél que sólo cuida de sí mismo, cuya supervivencia a toda costa es el fin último y la prioridad mayor. Cuán lejos estamos de esos mundos útopicos sostenidos por la colaboración, por el sentir a la humanidad como un ente único. La singularidad, la violencia, la avaricia, única combinación incrustada de verdad en el ADN de todos.

No dormí mucho la verdad, no porque estuviera asustado sino por dormirme demasiado tarde y por querer despertar demasiado temprano y no perder detalle de lo que en la madrugada se sabía la notica del año, de la década por seguro. Hay mucha confusión. Muchas zonas han perdido cualquier forma de hacer contacto y nada se sabe salvo el mapa con los sectores donde la catástrofe se expandía. La televisión mostraba imágenes de edificios a mal traer mientras periodistas más valientes (o más sometidos) se veían embarcados en lograr tener pistas de localidades más cercanas al epicentro mismo de todo el problema. Se veían imágenes y se escuchaban relatos de una capital cuya resistencia parecía ejemplar salvo aquellos puntos debilitados por seudo magnates sin escrúpulos. La realidad se hacía más cruda al pasar las horas y el televisor que se destruyó en mi casa cada vez más parecía una ridiculez comparado con el daño real al que nos enfrentábamos.

Plena noche, con la luz cortada, el suelo lleno de cosas lanzadas con violencia, respiraciones aún agitadas y recuperando algo el alivio, incredulidad ante todo. Empezó como un temblor ante el cual quedé congelado esperando a que se detuviera pero no fue así. Segundos despues la tierra se sacudía con fuerza esa mancha que no podía quitarse y con los consejos televisivos incrustados en el cerebro fui impulsado a colocarme debajo de la corniza de una puerta. Me afirme de ella mientras escuchaba el clamor de las profundidades del planeta y el chillido de los objetos que no comprenden porqué son tan violentamente asotados contra el piso. La luz estalló y se fue, los autos imploraban auxilio, mírabamos a todos lados como buscando algún techo caido o quizás una respuesta. Fue muy fuerte pero nada nos pasó y por lo que veíamos nadie había sufrido daños mayores, veía mi colección de latas de bebida en el suelo y me lamentaba profundamente tener que levantarlas todas de nuevo y así volver todo a la normalidad.