OCACIONALMENTE ALGO INTERESANTE

jueves, 29 de enero de 2009

¿Mejor o Peor?

Rincón de los Relatos

Hace 7 años que no visitaba al oftalmólogo y esta vez no fui por mi salud sino por conseguir una receta y cambiar mis añejos anteojos. Fui a la misma consulta de hace 7 años y estaba todo exactamente igual. Yo pensaba encontrarme con algo más tecnológico, con un poco más moderno hubiera bastado. Pero al parecer estos 7 años no han significado nada para el mundo de la medicina de los ojos. Me hicieron pasar a la típica máquina donde te hacen ver por un orificio un globo que cambia de nítido a borroso. “7 años y el mismo globo” pensé y me pregunté como lo haría para mantenerse en vuelo durante 7 años seguidos, quizás cuenta con un motor de energía ilimitada o flota en un mundo sin gravedad.

Mi turno con el doctor. Apenas vi la consulta me pareció igual que aquella de hace 7 años y la verdad no sé si era el mismo médico de entonces pero así me pareció. “¿Hace cuanto qué no vienes?” preguntó, “Hace 7 años” respondí como lo venía pensando hace un rato, “¿Ves bien con esos lentes?” quiso saber, “Si… veo bien” respondí indiferente. Me senté y me hizo sacarme los lentes para colocarme esos otros aparatosos que usan los oftalmólogos para verificar tu vista. Ahí empezó ese dinámico juego del “Mejor o Peor”.

Primero cambiaba los lentes del ojo izquierdo dejando al derecho libre. Debía ver esa tabla de las letras que se achican con el nuevo lente y decirle si veía “mejor” o “peor”, tal cual 7 años atrás. “¿Mejor o Peor?” preguntaba, “mmm…mejor” respondí, “¿y ahora? Me dijo colocando otro lente, “mmm… peor” respondí siguiendo el juego y así una y otra vez.

De pronto la puerta de la consulta se abrió. Entró una mujer, su secretaría o una enfermera tal vez. Ya nada pereció como hace 7 años atrás.
El tiempo se detuvo. Era espectacular, como de mi estatura, delgada, con un delantal blanco y unos anteojos de marco negro que le daban un aspecto intelectual cautivante. Detrás de esos lentes, unos ojos negros, profundamente negros, de esos que absorben todos los colores a su alrededor para ser los únicos que llamen la atención. Usaba el pelo negro, liso, hasta casi rozar sus hombros, cada pelo bailaba como si hubiese una suave brisa dentro de la consulta. Su nariz pequeña y elegante entonaba con sus finos y rosados labios que sonreían sensualmente, totalmente a propósito creí en ese momento. Su rostro tenía una leve forma triangular invertida que junto a sus sonrosadas mejillas formaban un rostro tan armónicamente fabricado que parecía venido de otra galaxia.

Justo en ese momento el doctor me cambia el lente del ojo que testeaba por uno que provocaba la más borrosa de las imágenes. Pero con el ojo libre seguí mirando como aquella mujer de fantasía se paseaba por la consulta. El doctor me pregunta “¿Mejor o Peor?” y dado lo que veía respondí “Mejor, lo mejor que he visto…” dije con un leve suspiro.


Así me dio la receta de mis nuevos anteojos que llevarán aquel aumento al que me referí como “lo mejor que he visto”. Durante los siguientes 7 años veré todo borroso pero ¿Qué más da, si ya tuve el placer de tener la mejor visión del mundo?

viernes, 23 de enero de 2009

2009, Cosas Que Ya Me Han Pasado

Desván Para Pensar

Es bastante pronto para hacer un recuento de lo sucedido en el año pero una que otra cosa ya me han pasado en tan corto tiempo, de esas cosas que son candidatas a ser parte de un recuento del año completo.

- Me han llamado para un par de entrevistas laborales, entre ellas destaco la oportunidad de haber entrado por primera vez a la televisión. Y también destacable por ser la última vez que saldré de una instalación televisiva (asi es, me dijeron "no calza con el perfil").

- Llegué al post número 200 de este blog y no lo noté sino hasta muy tarde como para hacer alarde de ello.

- Cambié el auto, por uno más nuevo pero no nuevo y he tenido que acostumbrarme a manejar y estacionarme de nuevo porque todas las sutilezas de los pedales cambian al subirse a un auto nuevo para uno aunque no sea nuevo.

- Tuve que hacerle una visita al médico, pero no a cualquiera sino a un otorrinolaringólogo. Cuando descubrió la causa de mi leve dolor de oído tomó una enorme jeringa de fierro, la llenó de agua tibia y disparó sin piedad hacia lo más interno de mi oído. Es una sensación que al recordarla aún siento el fluir del agua hasta rozar mi cerebro. Además es primera vez que debo usar "gotas óticas".

- Alcancé un punto crítico donde he llegado a la más miserable bancarrota financiera obligándome a recurrir a viejas prácticas como ofrecerme a ir a comprar el pan y quedarme con el vuelto.

- Perdí un concurso literario pero recibí un diploma por "participación destacada" (el diploma del que no ganó) y mi nombre aparece al final del libro, que me llegó de regalo y lo agradezco, entre cientos de otros participantes que tampoco ganaron.

- Mientras iba conduciendo vi a dos patrullas policiales acompañadas de más menos 15 carabineros y dos "punks" siendo arrestados en el acto mientras probablemente les leían sus derechos. Los detenidos estaban resignados y en silencio lo que me hace suponer que fueron atrapados en el acto y ya habían escuchado y entendido la frase "tienen derecho a permanecer en silencio".

jueves, 15 de enero de 2009

Un Consejo Para Los Diseñadores

Línea de Aparatos y Artefactos

El mundo del diseño ha llegado a todas partes y todos los objetos que rodean nuestras vidas, por muy simples que sean, ya han sido modificados, intervenidos, reinventados en su estética por un diseñador y eso incluye las llaves de agua. Desde formas innovadoras hasta leds para darle color al agua, muchas son las creaciones en torno a una simple llave de agua. Eso hace que exista prácticamente una llave especial para cada persona o cada familia, para cada estilo y personalidad. Pero este verano me he dado cuenta de un pequeño factor que ningún diseñador a tomado en cuenta. Resulta que es típico de esta época andar jugando con agua ya sea en una piscina o en un grifo de la calle o una pileta de plaza y, muy importante, jugar con bombas de agua. Y en eso último pensamos yo o mis hermanos. Compramos bombas de agua y nos aprestamos a llenarlas de agua y ¿qué pasó? Resulta que las bocas de todas las llaves de agua son exageradamente anchas, tanto que se hace muy dificil llenar una bomba de agua sin romperla y en definitiva se termina con una gran proporción de bombas perdidas. Por suerte tenemos un patio y un lavadero afuera con una llave de agua antigua y sin ningún diseño innovador, por lo tanto de boca delgada y perfecta. ¿Un consejo? diseñadores: recuerden que las llaves de agua también se usan para llenar bombas de agua.

lunes, 12 de enero de 2009

Juego, Guerra, Ironía

Línea de Aparatos y Artefactos

Si internet se destaca por algo es por su rápida reacción ante la actualidad, pero no me refiero a la publicación de noticias, fotografías, videos o foros de discusión del tema de moda. Me refiero a la veloz creación de juegos respecto al tema. En el mismo momento en que Bush esquivaba zapatazos cientos de cybernautas se pusieron a trabajar en sus computadores para crear juegos respecto al tema y ya al día siguiente habían varios en línea donde uno podía probar su puntería con un zapato o probar los reflejos esquivándolos. Ese tipo de iniciativas no son nada más que una humorada pero cuando se trata de llevar un evento como una guerra a este tipo de plataformas no puede ser un simple chiste. "Raid Gaza" es un juego disponible en internet donde tu objetivo es bombardear la franja manejando las tropas israelíes. ¿El mensaje? bueno, el juego parte mostrando dos ciudades, la franja y una israelí. Desde la franja sale disparado un solitario e ineficiente misil que termina estallando en un campo inhabitado, matando eso si a 1 isrealí. Entonces llega tu turno y en cosa de treinta segundos ya tienes la franja rodeada de militares y tanques mientras helicópteros, aviones y misiles invaden desde el cielo y sin olvidar la posibilidad de (construyendo una embajada) llamar a Estados Unidos para pedir ayuda monetaria. El objetivo del juego es matar la mayor cantidad posible de palestinos con una alta tasa de muertos palestinos por cada israelí. De hecho si superas los 25 palestinos muertos por cada 1 israelí eres felicitado. Juego, Guerra e ironía mezclados bajo una gran y entretenida forma de juego. Recomendable en todos los sentidos (link en imagen)

domingo, 4 de enero de 2009

Muerte y Resurrección de Un Sueño

Rincón de los Relatos

NOTA, ANTES DE LEER: Si vas a leer este cuento recomiendo leer primero "Muerte y Resurrección de Una Idea" ya que ambas historias se conectan de alguna manera y cada una por sí sola pierde la mitad de su sentido (link).

Alisson era brillante. Sus pares la admiraban, sus padres se enorgullecían y sus tutores se rendían a sus pies. Su sueño en la vida era ser la mejor doctora de la galaxia y todos creían en su éxito. ¿Pero cuántas veces se han escuchado estás historias en Astraea? Estudiantes fantasean con grandes carreras y superación profesional, de mentes increíblemente geniales y espíritu inviolable. Todo para de pronto tropezarse con la cruel realidad.

Cuando Alisson terminaba el primer año de universidad nunca se lo esperó. La carta de parte de la rectoría no podía ser más clara: o Alisson cancelaba las cuotas adeudadas o sería expulsada. ¿Y qué podía hacer? era un mísero vigésimo de lo que en realidad costaba la carrera pero bastó una beca perdida para que tuviera que solventarlo ella misma. ¿Cómo hacerlo entonces? su madre confeccionaba bordados para sus vecinos y su padre arreglaba naves averiadas, de dónde diablos sacaría el dinero que le faltaba. Por más trabajos que hizo en vacaciones, Alisson y sus padres no fueron capaces de pagar lo adeudado.
Tuvo que dejar los estudios a mitad de segundo año. Ni su inteligencia ni su habilidad incomparable para la medicina valían más que el costo de las mensualidades. Se dedicó entonces a todo tipo de empleos. Fue mesera en un local de poca monta donde el jefe la trataba como la peor basura, su derecho por pagarle el sueldo mínimo establecido. Atendió ancianos en verano en una casa de reposo, cambiando pañales, recibiendo bastonazos y escupitajos. Y cuando llegaba a su casa deslizaba su tarjeta “ID” y veía que nada lograba ahorrar y que cada vez tenía que empeorar su dieta porque los precios iban a la par con la ambición de quienes los fijaban.
¿Cómo olvidar el sueño de llamarse doctora? ¿No es obvio entonces recurrir a los placebos más oscuros? El Narcozén, la droga sublingual de moda, fue su punto de partida. Con él llegaba donde fuese, auscultaba pacientes, le disparaba al jefe del restaurante y les devolvía escupitajos a los ancianos. Su efecto era pobre comparado con la realidad, demasiado temporal. Pronto vertía el Narcozén sobre alcohol y otras interesantes mezclas que la llevaban a universos carentes de leyes regidas por el dinero.
“¿Estás bien hija?” le dijo una dulce señora mientras le brindaba un pedazo de pan a Alisson que despertaba de un largo sueño bajo el alero de una banca de plaza. “¿Por qué me lo da?” balbuceó Alisson como si funcionaran un cuarto de sus neuronas y la señora le respondió “a mi no me importa, puedo comprarme otro y al parecer lo necesitas más que yo” y Alisson le arrebató el pan y lo devoró como si fuese una niña probando por primera vez un chocolate. La señora, divertida con la imagen, exclamó “¡vaya! si que tenías hambre niña”. Y cuánta hambre tenía ella, apenas empezaba a recordar la última vez que compartió con su cuerpo algo más que alcohol con Narcozén. Acordarse de ello le hizo llorar, a mares, y la señora la abrazó como si fuera su hija. Estuvieron largos minutos así, tratando de calmar lo que la otra necesitaba.
Alisson, ya lúcida, le relató toda su historia y la señora (quien se presentó como Duvala) era quien ahora sollozaba y se entristecía con la serie de desdichas pasadas por la joven y frágil mujer que tenía en frente. Cuando le prepuso ayudarla a volver a la universidad Alisson le sonrió y le respondió: “discúlpeme pero usted no tiene aspecto de millonaria y yo... ¡tan sólo míreme! soy un desastre, he perdido toda mi dignidad. Desde que perdí a mis padres soy solo un lastre de la sociedad y así me lo ha dejado saber”. Duvala no se dejó impactar y le dijo con postura decisiva: “alguien que es un lastre de la sociedad no sería como tú, de buen lenguaje, inteligente, con sueños” Alisson la interrumpió con una sonrisa “nada de eso sirve sin dinero ¿verdad?”. Duvala pensó en ese momento en cuanta razón tenía en esa momento, era cosa de verla, de escucharla, de recordar su historia para saber que para cumplir su sueño a Alisson sólo le hacía falta una oportunidad. Y en Astraea las oportunidades se compraban, con dinero, poder, amenazas, pero se compraban. “Aquí, eso es cierto, pero la galaxia es un lugar enorme”.
Duvala, originaria de Olethia, le relató cómo son las cosas allá. Un lugar donde soñar no es una estupidez, donde el talento te lleva lejos por sí solo, donde puedes ser lo que quieras sin importar tu barrio de origen o la elegancia del hospital donde naciste. “Nada le pertenece a la gente, entonces nadie atropella a otros por un par de créditos, nadie tiene ambiciones de poder ilimitado ni de acumular riquezas parasitando los sueños de otros” explicaba Duvala a una Alisson cada vez más ilusionada con conocer aquél lugar. “Te diré que haremos” dijo la señora, “te pagaré el pasaje y viajaremos juntas hasta Olethia y a cambio serás mi médico familiar”.
Olethia le pareció a Alisson un lugar mucho más amistoso. Nadie miraba sobre sus hombros como buscando la sombra que esta acechando, nadie cerraba con candados sus bolsillos, todo parecía andar más lento. Una vez registrada en el servicio civil, Alisson no tuvo problema alguno para entrar a la Universidad Constelar a estudiar medicina. La costumbre le hizo ir varios meses a pedir prórroga para sus pagos y la secretaria, siempre muy divertida con ella, le decía “no necesitas pagar nada, cuando te preocupes de la salud de nuestros ciudadanos nos estarás devolviendo la mano”. Alisson agradecía y salía contenta de la oficina de la secretaria pensando en lo lógico que sonaba pagar los costos del sueño de su vida aliviando a la gente que alguna vez la necesitara.

sábado, 3 de enero de 2009

Muerte y Resurrección de Una Idea

Rincón de los Relatos

NOTA, ANTES DE LEER: Si vas a leer esta historia no puedes dejar de leer "Muerte y Resurrección de Un Sueño", una suerte de segundo capítulo sin el cual esta historia pierde la mitad de su sentido (link).

El modelo adoptado por la nación Olethia ha sido siempre criticado por las demás naciones, desde las más poderosas hasta las que tan sólo se forman con una constelación. El lógico aislamiento se vino apenas el Consejo Ejecutivo de Olethia anunciaba las modificaciones al sistema económico. Sin duda no les importó la decisión, la región podía depender por sí sola en todo aspecto.

Trescientos años más tarde Olethia figura sólo de nombre en los mapas estelares del resto de la galaxia y nada se sabe de ellos salvo que son una “tribu condenada al subdesarrollo”. Nadie entraba o salía de Olethia a menos que se tratara de una embarcación pirata o una nave indetectable. Por ello nadie salvo los mismos Olethianos conocían su verdad.

Si hay algo asegurado en Olethia es la vida digna. Se dice que un hombre puede vivir sin ningún centavo toda su vida porque desde los zapatos hasta el sombrero, desde la casa hasta la nave, desde la salud a la educación, todo es otorgado por el Consejo. “Más bien repartido” suelen decir los profesores a sus alumnos en las escuelas porque “cada uno produce lo que mejor puede hacer, dadas sus capacidades y los requerimientos de la sociedad, luego el Consejo toma esta producción y las reparte de manera justa”. Nunca una frase tan simple pudo sostener de tan buena manera una constelación completa donde cualquier significado de pobreza e injusticia había sido erradicado hace décadas y la delincuencia, ya sin razón de ser, había emigrado en su totalidad hacia el resto de la galaxia.

Alejandro es uno de los 15 billones de habitantes de Olethia, un recién egresado de pedagogía de la Universidad Constelar de Olethia, la única por supuesto aunque con sedes en cada planeta de la región. Fue de inmediato asignado a la secundaria de su ciudad en su calidad de profesor titular. Nada mejor, a Alejandro le gustaba enseñar, a los adolescentes les encantaba la clase de Alejandro. Cuando él pensaba en la vida en las otras regiones (qué si eran muy estudiadas en Olethia) agradecía haber nacido dónde está porque no podría tolerar aquello de vivir por el dinero, de sentir que lo que haces finalmente tiene un solo objetivo, de percibir cómo día a día le pierdes el gusto a la vida porque nada es por el simple gusto.

Cierto día Alejandro estaba en su patio mirando el cielo y pintándolo sobre tela. Pensaba en lo hermoso que sería poder retratar el movimiento de las nubes lentamente impulsadas por el viento, pintar el volar repentino de un ave, dibujar los chorros de humo que van dejando algunas naves al pasar. Al terminar su pintura le pareció rígida, sin muchas diferencias con una simple fotografía y entonces realmente lo deseó: “ojalá hubiese alguna forma de pintar el movimiento”. Fue entonces cuando un haz de luz atravesó violentamente su mente y en esa travesía dejó iluminada una gran idea.

Alejandro dedicaba todo su tiempo libre a su idea. Leía sobre física, mezclaba químicos, experimentaba sobre diferentes materiales. Se había vuelto un verdadero científico, convencido del éxito de su invento y los nuevos límites que con ella se alcanzarían. Meses de trabajo lo llevaron al resultado final: tenía entre sus manos una sustancia líquida, espesa y curiosamente luminosa lo que le daba un efecto óptico de movimiento. Incluso al esparcirla sobre una tela corriente la sustancia no perdía aquellas propiedades y sin embargo quedaba totalmente adherida e inalterable.

“Se llama ‘Aqualuz’ y le da un aspecto de movimiento a la pintura, podría pintarse el cielo y sus nubes móviles sobre un pedazo de tela” explicaba Alejandro al Departamento de Producción y Materiales del Consejo Ejecutivo. Allan Quilt, delegado jefe, era quien escuchaba la idea de Alejandro cuya intensión era que el Consejo la produjera para todos los habitantes. Sin embargo Quilt lo miraba frío e interrogante. “¿Cuál es la utilidad de esto?” preguntó visiblemente desinteresado. “Es arte señor” se limitó a decir Alejandro quien en realidad no había pensado en un uso distinto a éste. “¿Y qué materiales se necesitan?” dijo Quilt sin variar el tono. Alejandro le entregó un breve informe donde detallaba los materiales, la maquinaria y los procedimientos para fabricar el ‘Aqualuz’. Quilt le dio una rápida ojeada y algo irritado dijo: “¿Te das cuenta de todo esto?, el Consejo no tiene interés en esta tontería” sentenció el delegado caminando hacia la puerta en una clara invitación para Alejandro y su invento. “¡Espere!” le rogó “sería un gran adelanto, se podría enseñar a pintar con ‘Aqualuz’ en los colegios y daría una nueva perspectiva plástica a la ciudad” Alejandro parecía hurgar profundo en el archivero de justificaciones para su invento. “Ya le dije señor, no nos interesa” repitió Quilt cortés a lo cual, en un arranque irracional, el joven profesor respondió “Yo mismo lo produciré entonces” y le dio un portazo en la cara a un atónito delegado.

Cuando salió del edificio del Departamento Alejandro transpiraba y sentía un frío espantoso, sabía lo que iba a suceder. El estado es el único productor y el que una persona quiera serlo es sinónimo de ambición desmedida, condenable en todo sentido. Corrió desesperado hasta su casa y tiró todos los elementos de su laboratorio en la cajuela de su nave: si la policía llegaba a dar con aquello se perdería su invento para siempre. Y todo pasó como lo había previsto, las sirenas de la policía se acercaban amenazantes y apenas encendió el motor de su nave apreció frente a él todo un escuadrón listo para ejercer el peso de la ley.

El inventor y profesor nunca se había imaginado ascendiendo a toda velocidad mientras una larga fila de policías furiosos lo seguían para darle caza. Para su suerte todas las naves de la región eran exactamente iguales por lo que ir en primer lugar le otorgaba una ventaja eterna si no dejaba su trayectoria perfectamente recta. Cuando los vehículos debieron batir la capa más densa de la atmósfera los policías perdieron distancia, al ser más de dos pasajeros en cada nave y al estar cargadas de equipos perdieron velocidad más rápidamente que la nave de Alejandro. La batalla estaba ganada.

Sin embargo él sabía que las estaciones espaciales de vigilancia serían prontamente alertadas y saldrían en su busca. Ahora no podía contar con la ventaja de la igualdad porque ellos sí tenían mejores naves. Tampoco podía usar un portal de impulso, seguro que en el otro extremo estarían esperando para darle la bienvenida. Sólo le quedaba confiar en que los rumores acerca de estaciones espaciales piratas e ilegales fueran un mito real.

“Un acelerador hiperveloz, por supuesto muchacho pero necesitamos algo a cambio” le decía un mecánico del puesto pirata construido dentro de la concavidad de un asteroide. Alejandro se miraba la muñeca “¿bastará esto?”. El pirata sonrió de buena gana ante el botín. Un reloj de oro con adornos de venticene, una pieza única que el Consejo sólo otorgaba a los más destacados egresados de la Universidad. “Precioso artículo muchacho, vale más que un acelerador sin duda. Siéntate, relájate, en una hora tu nave podrá viajar más rápido que la luz”.
Gracias a un antiguo mapa estelar concedido por el pirata, admirador de los forajidos de la justicia, Alejandro pudo viajar con algo más de confianza y trazó sus rutas con tal de nunca estar cerca de un planeta habitado pero lo suficientemente acertado para no terminar ensartado dentro de una estrella.
Dos semanas comiendo porquerías que intercambiaba por libros en las estaciones piratas pasaron cuando al fin se encontraba a tan sólo unos cuantos millones de kilómetros de la frontera con la región de Astraea, acérrimos enemigos de Olethia. Alejandro lloraba al tener que traicionar a su propia patria pero al mismo tiempo el contenido de su cajuela era demasiado valioso para él como para destruirla así nada más.

Una comitiva fronteriza lo interceptó de inmediato, era la primera vez que tenía contacto con extranjeros. “Somos la patrulla fronteriza Astraena. No temas refugiado” fue el saludo por radio de aquellos quienes rápidamente invitaron a Alejandro a seguirlos camino a la estación de control de inmigración.

“Otro escapado ¿eh?, y vaya chatarra en la que has llegado” comentó el hombre a cargo de inmigración. “¿Qué pasó amigo?” preguntó amistoso. “He inventado algo y en mi patria no lo han querido recibir” respondió Alejandro decaído. “¡Ah! no me digas, te dijeron que no lo producirían porque no aportaba nada a la sociedad” adivinó el controlador ya que había escuchado aquella historia muchas veces. “A los inventores les damos siempre una cordial bienvenida amigo” le tranquilizó y con una señal ordenó a sus hombres acompañar a Alejandro a una oficina continua donde legalizarían su ciudadanía Astaena de inmediato. Una medida decretada como una efectiva arma de guerra social contra sus rivales Olethianos.

La batalla sin armas entre la nación que dejaba y la que lo recibía resultaba absolutamente beneficiosa para Alejandro. Lo condujeron a una moderna ciudad donde le asignaron una acomodada vivienda y una pensión de cesantía hasta que consiguiera empleo o instalara su negocio. Por supuesto Alejandro apenas descansó la primera noche, corrió en la mañana a la oficina de patentes a registrar su invento. En la tarde ya presentaba su idea ante un grupo de empresarios dedicados a impulsar nuevas ideas. Y quedaron maravillados. Alejandro les hizo la misma presentación que hace ya varias semanas le había hecho al representante de su Olethia. “Esto es magnífico” decía uno de los empresarios. “Tiene mucho potencial, te aseguro que una vez lanzada, el ‘Aqualuz’ se transformará en una moda” se animaba otro. “Felicidades muchacho, estamos totalmente dispuestos a financiar tu idea”

Varios meses después el ‘Aqualuz’ se convertía en el invento del año. Todos querían intentar pintar una tela con la pintura móvil y Alejandro era reconocido como su inventor pues la costumbre Astraena no permitía que el inventor quedara sin su gloria. Y cuántas aplicaciones se encontraron luego: juegos de luces para carteles y eventos, prendas de vestir con estampados animados, edificios con fachadas luminosas y dinámicas. Alejandro admiraba lo que su invento generó, lo que él creó y se decía a si mismo "y pensar que sólo bastó que me dejaran hacerlo".